La corresponsal de SEMANA, Salud Hernández-Mora, viajó a Ucrania, donde la invasión rusa avanza con el pasar de los días. Los ucranianos, por su parte, se resisten frente al invasor.
La corresponsal de SEMANA, Salud Hernández-Mora, viajó a Ucrania, donde la invasión rusa avanza con el pasar de los días. Los ucranianos, por su parte, se resisten frente al invasor. | Foto: SEMANA

Testimonio

Salud Hernández-Mora: “No hay miedo cuando vienes a cubrir este tipo de conflictos”

La reportera de guerra se encuentra desde hace más de una semana en Ucrania y aquí cuenta cuáles son las dificultades más apremiantes para informar desde un conflicto bélico de esta magnitud. Dice que del miedo, la cama, el baño y la comida hay que olvidarse.

13 de marzo de 2022

La motivación

“He estado en el Líbano en la guerra contra Israel, en Afganistán, en Haití y en otras partes. A esta llegué por la frontera, por Lviv. Yo nunca había estado aquí y estoy admirada, y tienes que venir aquí para saber que Putin no va a ganar la guerra. De lejos puedes pensar otra cosa, pero tienes que estar en los sitios, hablar con la gente todo el tiempo, para enterarte. Un periodista como yo es reportero, no quiere ser jefe de redacción ni director de nada. Quiere estar en la calle, que es donde te enteras de la realidad. A mí me gusta la calle y sentirla y si no vienes no te enteras. Ningún medio obliga a nadie a cubrir una guerra porque siempre entraña peligro. En mi caso es porque me motiva. En Afganistán fue porque me interesa muchísimo ese país desde que lo invadieron los rusos y quería ir al Medio Oriente porque esa parte del planeta me ha interesado desde que soy niña. En este caso, el de Ucrania, yo estaba en España. No entendía la guerra, había leído algo de Crimea y de Dunbas, de los separatistas, y me pareció que ya que estaba en España tenía al menos que intentar venir hasta acá. Me interesa por ser una guerra injusta y porque quería verla de cerca. Para mí, como reportera, era importante estar y ver dónde suceden las cosas para entenderlas y contarlas después.

Donde dormir

El problema más grande es el transporte y dónde te quedas a dormir. En Lviv era casi imposible, yo conseguí un lugar gracias a un ucraniano amigo que está en Madrid y que conocía a una señora. Yo me quedé en su casa, pero me tuve que salir. Conocí a otra persona que me dejó alojar en su casa, pero era a 20 kilómetros de Lviv. Entonces una gran pregunta es dónde duermes. En Haití, en el terremoto, yo dormí en el suelo en la calle en una carpa de alguien y otra vez en un pedazo de carpa que me cedió otra persona, No siempre vas bien organizado, pero de todo eso tienes que olvidarte: de cómo duermes, cómo te bañas, eso tiene que ser secundario. La logística es lo más difícil.

Un hombre ucraniano vestido de camuflaje se encuentra junto a bolsas para cadáveres cubiertas de nieve en el patio de una morgue en Mykolaiv, una ciudad a orillas del Mar Negro que ha estado bajo ataque ruso durante días el 11 de marzo de 2022. - El cadáver yace con su manos juntas, como en oración. De hecho, dice el empleado de la morgue, estaba lanzando cócteles molotov cuando los rusos lo atraparon. Le ataron las manos y lo ejecutaron. Tales son las escalofriantes imágenes de la morgue de Mykolaiv, una ciudad a orillas del Mar Negro que ha enfrentado días de ataque ruso. Afuera, en el patio del instituto forense donde se encuentra la morgue, la nieve cae constantemente sobre cadáveres envueltos en bolsas de plástico gris, que esperan ser evacuados. (Foto de BULENT KILIC / AFP)
Un hombre ucraniano vestido de camuflaje se encuentra junto a bolsas para cadáveres cubiertas de nieve en el patio de una morgue en Mykolaiv, una ciudad a orillas del Mar Negro que ha estado bajo ataque ruso durante días el 11 de marzo de 2022. - El cadáver yace con su manos juntas, como en oración. De hecho, dice el empleado de la morgue, estaba lanzando cocteles molotov cuando los rusos lo atraparon. Le ataron las manos y lo ejecutaron. Tales son las escalofriantes imágenes de la morgue de Mykolaiv, una ciudad a orillas del Mar Negro que ha enfrentado días de ataque ruso. Afuera, en el patio del instituto forense donde se encuentra la morgue, la nieve cae constantemente sobre cadáveres envueltos en bolsas de plástico gris, que esperan ser evacuados. (Foto de BULENT KILIC / AFP) | Foto: AFP

El transporte

“El transporte tampoco es fácil. En Haití, donde había en el momento revueltas tremendas, conseguí una moto, pero súper cara y, además, no era fácil conseguirla. Para que se hagan una idea yo quería subir a Kiev pero no había manera. Mientras hacía una historia sobre la central de ayudas, el chico que me acompaña (porque quiere ayudar) le dijo a otro que yo quería ir a la capital y el tipo dijo: “pues sale un convoy ya, le da tiempo de ir al baño y no más”, y me subí con las tres cosas que llevo encima. Yo pregunté donde íbamos a dormir y él dijo: “no sé. Yo hago este viaje, voy dejó ayuda humanitaria y vuelvo, pero ni idea dónde duermen ni cuándo llegan”. De pronto, pensé, en el camino nos alojamos en la casa de un amigo de uno de ellos. Tienes que pensar en que la mochila solo puede tener lo que necesitas y el computador y la cámara, y ves luego cómo te las arreglas. Luego hay que buscar internet y cómo transmitir. Eso es lo más difícil, para mí al menos”.

El idioma

“Aquí en Ucrania necesitas traductores, pero son muy difíciles de conseguir porque los buenos te los cogen los grandes medios. Puedes pedirle el favor a alguien de la calle, pero todo el mundo aquí está en voluntariado, dedicado al conflicto, entonces no es fácil. Tienes que solucionar todo en inglés. Si conoces el idioma local hace toda la diferencia. A mediodía con un señor nos comunicamos con el traductor de Google, lo mismo hicimos con la señora donde me estaba quedando, pero no es lo mismo. Si yo supiera ucraniano o ruso sería diferente o si encontrara un traductor me entero de más cosas, pero aquí ni puedes leerlo. La suerte es que muchos hablan inglés y eso me ha salvado. También hablan español porque hay muchos ucranianos en España (más de 200.000) que han vuelto. Yo hubiera podido conversar con el señor ese, feliz de la vida, o con la señora que me alojó que era profesora de historia, ya jubilada, y se notaba que era muy crítica. Ella me enseñó fotos de su padre, que era ruso y de su madre, ucraniana. Cuando hablan con uno en inglés te da gusto. El idioma es un obstáculo terrible. En Afganistán me conseguí un traductor que era un desastre y todo era por señas, no entendía nada. Pero allá los pocos traductores se los llevaban los generales, luego la CNN y a ti te queda lo peorcito”.

La protección

“No llevo casco ni chaleco. En Afganistán me obligaban, pero los dejaba y decía que lo había olvidado en el ‘humvee’, y se enfadaban, pero el casco pesa y lo mismo el chaleco. Además, me la paso con la gente y me da cosa entrevistar a la gente en la calle, con chaleco y casco, mientras ellos están sin nada. Por eso no tengo. De pronto si fuera fotógrafa y me tengo que meter en lugares peligrosos lo haría, pero como tengo que hablar con la gente no lo necesito. Pero respeto al que está más cómodo así, pero yo no. En Colombia nunca llevo eso, pero comprendo al que lo lleva”.

El miedo

“El miedo no lo conoces. Para venir a cubrir este tipo de cosas no hay miedo, si lo tienes en un momento dado lo superas, pero es algo que no sientes, no estás pensando en la bomba, sino en llegar al sitio, en hacer las entrevistas que te gustarían. No tienes miedo, y si tienes. pues ni vengas, nadie con miedo debe venir porque va a ser una carga más. No somos valientes porque no tenemos miedo. Para ser valiente hay que vencer el miedo. Cuando estuve en Beirut había periodistas que no se movían nunca de Beirut y yo me movía por todas partes en la medida de mis posibilidades y si hubiera tenido un carro para mí me hubiera movido más. Hay gente más lanzada que otra. En Haití, yo iba con un fotógrafo argentino y yo le decía “vámonos que la cosa se está poniendo fea”, pero él era muy lanzado. Yo soy lanzada, pero hay otros más. Generalmente la gente que viene aquí no tiene miedo. El único miedo es no llegar al sitio que quieres llegar para conocer la noticia de primera mano”.

El límite

Mi límite es cuando pongo en riesgo a otra persona. A veces en Colombia prefiero viajar en mi carro para irme a donde me dé la gana. No lo haría así si voy con otra persona, no pondría en riesgo a otro. Aquí me dicen “no puedes hacer fotos, nada con militares”, y yo podría a escondidas, pero si me pillan podrían tener una bronca con la persona con quien voy, que es de aquí. Mi límite es no perjudicar al nativo, a quien vive aquí. Porque yo voy y vengo, pero el otro se queda, ese es mi único límite. Además, yo no tengo hijos. Cuando son padres o jóvenes el límite es pensar en tus hijos. Yo soy soltera sin hijos, eso es una ventaja enorme”.

Esta captura de video de un material informativo tomado y publicado por la Policía Nacional de Ucrania el 9 de marzo de 2022 muestra un edificio dañado de un hospital infantil, automóviles destruidos y escombros en el suelo luego de un ataque aéreo ruso en la ciudad de Mariupol, en el sureste.
Esta captura de video de un material informativo tomado y publicado por la Policía Nacional de Ucrania el 9 de marzo de 2022 muestra un edificio dañado de un hospital infantil, automóviles destruidos y escombros en el suelo luego de un ataque aéreo ruso en la ciudad de Mariupol, en el sureste. | Foto: AFP

El dinero

Uno siempre debe ir con dinero en efectivo. Lo mismo pasa en Colombia, a un sitio de estos apartados yo llevo dinero efectivo. Aquí tengo euros, pero hay cajeros y (los ucranianos) se han ocupado de que haya dinero en los cajeros, sacas algo de manera local, pero pagar en tarjeta es absurdo. A mí no me cuesta eso porque estoy acostumbrada a esto. Si no tengo de la moneda local les doy euros. Aquí se puede pagar con tarjeta en algunas partes, te lo aceptan, pero debe ser una ciudad que todavía funcione”.

Los otros periodistas

“En estos cubrimientos se forman combos, van juntos, se pasan información, toman trago juntos y se cuentan sus batallitas, lo que han hecho. Se conocen y se vuelven a encontrar en otro conflicto. Hay otros como yo que vamos solos. A veces te encuentras a alguien y te vas con esa persona porque te conviene para compartir gastos ya que el transporte es muy caro. Pero yo no soy de combos ni aquí ni allá. Suelo ir sola, pero si el sitio es peligroso pues mejor ir con alguien”.

La neutralidad

No soy neutral, estoy con los ucranianos. Hay guerras en las que no se puede ser neutral y esta es una de ellas. Pero otra cosa es dar por ciertas todas las cifras que da Ucrania. En estos conflictos hay que reconfirmar todo y cogerlo con pinzas, y con Rusia mucho más, porque está lleno de censura y es más cerrado, pero no ser neutral no es cambiar las cosas. No voy a torcer o a tergiversar la realidad de lo que estoy viendo. Esta es una guerra injusta, declarada por un viejo nostálgico enloquecido, y pues uno está del lado del agredido”.

El trabajo

“Cuando uno viene como prensa es diferente a si tienes que hacer video. La prensa te da más posibilidades porque puedes hablar con la gente y no necesitas de una cámara, ni un rostro porque puedes describirlos con palabras. La televisión es más complicada, más invasiva. A mí me gusta más lo escrito, pero el mundo hoy es así, más visual. Pasamos por un retén con trincheras y había civiles y militares, pero no pudimos tomar fotos. Como periodista de prensa eso lo habría podido describir en un párrafo, pero como televisión necesitas las imágenes, pero ese es un detalle menor comparado con otros. Si no te mueves, perfecto: transmites desde el hotel divinamente y cuentas las cosas como suceden porque has podido mirar los teletipos de las agencias. Pero si te mueves como es mi caso, llegas tarde, corriendo y no siempre hago el trabajo con tranquilidad”.

Sigue la salida de niños y mujeres de Ucrania.
Rita y su hija Vika, refugiados que huyen de Kiev, llegan en un tren desde Przemysl a la estación central de Berlín, tras la invasión rusa de Ucrania, en Berlín, Alemania, el 7 de marzo de 2022. Foto REUTERS/Lisi Niesner | Foto: REUTERS

Las víctimas

“Es un trabajo complicado, pero no te puedes quejar porque vives en unas condiciones malas, pero son unos días y para los que se quedan son años. Cuando las guerras pasan a un decimonoveno lugar pues ya no hay ayuda, se vuelve paisaje y a nadie le importa su sufrimiento. Es importante estar en el terreno y ayudar a la gente a entender la tragedia de millones de ucranianos, pero cada país se mira el ombligo, como es natural. Estos, dentro de unos días, se quedarán a su suerte. Mientras estemos los medios aquí habrá interés. Después pasarán al olvido como tantas guerras”.

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