SALUD

Colombia envejece: la importancia de adoptar un buen estilo de vida para evitar enfermedades a futuro

Según el reciente censo, la población envejeció. Eso supone un desafío a la sociedad en términos de salud, pues la mayoría vivirá más sin pensión y con enfermedades crónicas y costosas. Llegó la hora de prevenir.

1 de diciembre de 2018
| Foto: fotos: 123rf, montaje: javier de la torre - semana

La gente hoy vive más. No sucede solo en los países ricos, sino en los de ingreso medio como Colombia, donde hoy los hombres tienen una expectativa de vida en promedio de 75 años y las mujeres de 81. Eso significa un aumento de 3,4 años en la última década, resultado de reducir las tasas de mortalidad. La gente imagina ese bono de vida como un tiempo adicional para dedicarse a lo que nunca pudo y gozar al máximo. No es por aguarles la fiesta, pero los estudios advierten que esos años de más no necesariamente llegan con salud, sino con discapacidades. Según datos del Ministerio de Salud, el 85 por ciento de los viejos en Colombia, es decir, los mayores de 65 años, padecen más de dos enfermedades crónicas.

Se les llama crónicas, pero también no transmisibles porque no son infecciosas. Tienen larga duración y de no controlarlas pueden costar mucho dinero. “Un individuo puede vivir con estas enfermedades durante 50 años”, dice Rifat Atun, profesor de sistemas de salud en la Universidad de Harvard. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), causan la muerte de 41 millones de personas al año en el mundo, lo que representa el 71 por ciento de los fallecimientos. Muchas de ellas son prematuras y suceden en países de ingresos medios y bajos. Por eso, generan un impacto económico grande no solo por las pérdida de vida productiva, sino porque los pacientes y sus familias deben invertir todos sus recursos para sobrellevar la enfermedad.

Dichos males resultan de diversos factores, entre los cuales juega un papel importante el estilo de vida. La más importante, la enfermedad cardiovascular, comprende el infarto y el derrame, entre otras, y hoy por hoy es la primera causa de muerte en el mundo, incluida América Latina con casi el 40 por ciento de las defunciones. Le siguen el cáncer con el 25 por ciento, luego las enfermedades respiratorias con el 9 por ciento y la diabetes con el 6 por ciento. Todas ellas son crónicas no transmisibles.

Hoy los países cuentan con más personas de mayor edad. El censo reciente lo confirmó en Colombia con varios índices: el más visible, la pirámide poblacional, en lugar de tener una base amplia y una punta afinada, hoy resulta más gruesa en el medio y más delgada en la base. Esto significa que la mayoría tiene cada vez más años y que la plataforma de jóvenes, cada vez más pequeña, no alcanzará para sostener a los mayores.

También se advierte por la relación de Friz, un indicador que mide cuántas personas menores de 20 años hay por cada 100 que tienen entre 20 y 50. Si resultan menos de 60 jóvenes por cada 100 de entre 20 y 50, la sociedad se considera vieja. Colombia pasó de 105 a 70, es decir, es una sociedad madura que solo está a 10 puntos de considerarse vieja. También se puede ver por medio de la tasa de dependencia, que mide la proporción de gente dependiente, ya sea joven o anciana, frente a la productiva. Aunque este índice bajó, y hoy hay 47 dependientes por cada 100 personas productivas, aumentó el número de dependientes viejos, más costosos desde el punto de vista de la salud pública.

Muchos vaticinan que ser viejo y vivir más doblará las cifras de enfermedades no transmisibles, pues aunque estas se pueden presentar en todos los grupos de edad, atacan especialmente en la vejez. Todo eso representa un enorme desafío para los gobiernos que deberán lidiar con sociedades de centenarios. Como dice David Bloom, profesor de economía y demografía de la Universidad de Harvard, “Este hecho sin precedentes históricos nos pone en aguas nunca antes navegadas”.

“Lo peor que le puede pasar a un país es envejecer siendo pobre”: juan daniel oviedo, director del dane

Japón lidera el grupo de los viejos, pues el 30 por ciento de su población es adulta mayor. En 2040 en ese país los ancianos conformarán el 34 por ciento del total. Y tiene los viejos más viejos, mayores de 80 años ubicados en esa nueva categoría, pues tienen necesidades diferentes a la del adulto mayor típico. Los ojos del mundo están puestos en ese país porque tendrá que atender el problema antes que ningún otro. Un reciente artículo de la revista The Economist plantea tres alternativas para sobrellevar una sociedad de centenarios como la japonesa: postergar la edad de jubilación, convencer a las mujeres de ingresar a la fuerza laboral y acoger inmigrantes.

Pero una cosa sucede en un país industrializado como Japón y otra en Colombia, que envejece rápidamente sin haber alcanzado el desarrollo pleno. El 30 por ciento de los ingresos de los hogares en los deciles más bajos provienen de trabajadores independientes, que en su mayoría poco contribuyen a la seguridad social y probablemente reciben subsidios del Estado. En estos deciles, por lo tanto, muchos no se pensionarán y eso significa que cuando dejen de trabajar quedarán a merced de los subsidios o de sus hijos. La ley los obliga a asumir el cuidado de los padres en caso de que lo requieran, pero “una gran parte de los viejos hoy están solos”, dice Sandra Girón, epidemióloga del Ministerio de Salud. Para Juan Daniel Oviedo, director del Dane, “Lo peor que le puede pasar a un país es envejecer siendo pobre”. Porque sin adultos jóvenes no contará con suficiente fuerza de trabajo para sostener el desarrollo. Además, muchos más viejos demandarán atención por estas enfermedades con sistemas de salud de escasos recursos.

La diabetes y la hipertensión ilustran claramente el desafío de salud de los países de ingreso medio y bajo, los más afectados con las enfermedades crónicas. Un estudio de Atun sobre esta condición en 29 de estos países, con una muestra de un millón de personas, reveló que por cada 100 individuos solo a un tercio les detectan diabetes, pero de esos solo 48 reciben un diagnóstico formal, y de esos solo 45 por ciento buscan tratamiento. Finalmente, el sistema de salud apenas controla el 30 por ciento del total. “Para manejarlos no se necesita ciencia de cohetes”, dice Atun, pero no detectarlos, diagnosticarlos ni controlarlos sí resulta muy costoso. En efecto, cuando la diabetes progresa puede ocasionar ceguera, neuropatías, amputaciones, falla renal, derrame y problemas del corazón, complicaciones que requieren de muchos recursos del sistema de salud y generan mucha incapacidad. Según el experto, en 2015 la diabetes en el mundo costó un total de 1,3 billones de dólares.

La hipertensión, crónica y silenciosa también implica un factor de riesgo para muchas enfermedades crónicas, y se comporta de manera similar a la diabetes. En el país los mayores de 60 años representan el 55 por ciento de los hipertensos. Pero los expertos aclaran que la cifra se queda corta debido a que buena parte de ellos no ha sido diagnosticado por diversas razones. La más importante: la gente no se hace chequeos periódicos ni consulta al médico, pese a que la cobertura del sistema de salud en Colombia llega al 93 por ciento. Un hipertenso que no lo sabe corre un riesgo para él y la sociedad porque dicha condición puede conducir a muchas enfermedades cardiovasculares, como la insuficiencia cardiaca.

La obesidad, la hipertensión, el aumento de la glucosa y los lípidos en la sangre son factores metabólicos de riesgo. Pero aparecen, según la OMS, por consumir dietas poco saludables y por no hacer ejercicio, es decir, por seguir hábitos malsanos. En ese aspecto el panorama del país tampoco pinta bien. Según datos recientes de la encuesta nacional de salud y tabaquismo en escolares, este grupo presenta 25 por ciento de sobrepeso y obesidad. Además, el 87 por ciento de los jóvenes de 13 a 17 no incluye en su dieta suficientes frutas y verduras, mientras que el 80 por ciento consume bebidas azucaradas. El 9 por ciento de los menores fuma cigarrillos, el 40 por ciento ha consumido alcohol y el 80 por ciento pasa más de dos o tres horas frente al televisor. Si se tiene en cuenta la cifra de sobrepeso y obesidad en mayores de 18 años, de 56 por ciento, “Estamos acumulando suficientes factores de riesgo importantes para padecer de estas enfermedades en la vejez”, dice Girón. “Vamos a doblarlas si no hacemos algo”, agrega.

Ante esta nueva realidad, los colombianos tendrán que hacer ajustes en su estilo de vida y tomar acción desde muy pequeños

Bloom cree posible hacer algo para cambiar la trayectoria planteada por esas cifras. Para él y otros expertos, hay que desplazar el foco de los sistemas de salud para promover una vida saludable y prevenir la enfermedad antes que tratarla. A fin de lograrlo no solo es necesario involucrar a las familias, que fijan las pautas de alimentación de los hijos, sino a instituciones como los colegios, que deben ofrecer alimentación sana, fresca y baja en sodio y en grasas, sin paquetes, fritos ni bebidas azucaradas.

Oviedo señala también la necesidad de convencer a la sociedad de la importancia de formalizar el trabajo. La misma encuesta de salud reveló que en la zona urbana una de cada tres personas tiene pensión, es decir, el 33 por ciento, mientras que en la rural apenas el 12 por ciento. De no hacerlo, señala el funcionario, los más pobres demandarán mecanismos de ayuda y entonces habrá que preguntarse de dónde va a salir la plata. Esa preparación debe empezar mucho antes, dice Augusto Galán, del Observatorio Así Vamos en Salud. “Estas enfermedades presionan el sistema de salud porque cuestan más. Por eso, es importante envejecer bien para disminuir los costos para la sociedad y para que el país tenga un población productiva que no se convierta en una carga”, dice.

Al final, cada individuo tiene el reto de cómo asumir su vida y su vejez. De la muerte no se salva nadie, dice Galán, y seguramente muchos van a morir de una de esas enfermedades no transmisibles. Pero desde la niñez la gente se cuida, puede retrasar su aparición y tener un organismo en mejores condiciones para enfrentarlas. “No es lo mismo una persona a la que le encuentran hipertensión a los 65 años, sin otro factor de riesgo, que hace ejercicio y come bien y es delgada, a aquella diagnosticada más temprano porque ha sido obesa, come demasiada sal, fuma y lleva una vida sedentaria”. Ante esta nueva realidad, los colombianos tendrán que hacer ajustes en su estilo de vida y tomar acción desde muy pequeños. 

Los cuatro jinetes

En la medida en que la gente vive más, aumentan los casos de enfermedades crónicas no transmisibles. Estas cuatro causan el 80 por ciento de las muertes prematuras.

Enfermedades cardiovasculares: esta categoría agrupa condiciones que afectan el corazón y la circulación como la enfermedad coronaria, el derrame, el infarto. Son la principal causa de muerte en Colombia y América Latina. El mejor tratamiento es la prevención. Aunque algunos heredan condiciones cardiacas, la mayoría de casos se presentan por un estilo de vida poco saludable. Los expertos recomiendan llevar una dieta balanceada, ejercicio, consumir alcohol moderadamente y no fumar.

Puede leer:Los jóvenes de hoy: más solitarios que los viejos

Cáncer: el diagnóstico aumenta después de los 50 años, aunque puede aparecer en cualquier grupo de edad. Según cifras de Gran Bretaña, el 55 por ciento de los casos nuevos llegan entre los 50 y 74 años. Aunque la mayor parte aparece por azar, los expertos calculan que al menos 4 de 10 pacientes podrían haberlo evitado con cambios en su estilo de vida, curiosamente los mismos que protegen el corazón.

Enfermedades respiratorias: se presentan en las vías aéreas y otras estructuras del pulmón, como la epoc y la hipertensión pulmonar. El tabaquismo y la contaminación del aire pueden causarlas.

Diabetes: hay dos tipos; la tipo 1, cuando el sistema inmune destruye las células que producen insulina, y la tipo 2, que aparece cuando el organismo pierde la sensibilidad a la insulina o este deja de producirla con el tiempo. La primera aparece en la infancia y no hay mucho que hacer para prevenirla porque tiene causas genéticas. Pero en cuanto a la tipo 2, los estudios señalan que las personas pueden evitar o al menos retrasar tres de cada cinco casos con hábitos como mantener un peso adecuado, hacer actividad física regularmente y seguir una dieta saludable.