Vida Moderna
Señales de alerta del déficit de atención: ¿cómo saber si un niño o adolescente padece este trastorno?
Esta condición corresponde a un trastorno que afecta al menor de edad en su día a día, concretamente en sus actividades y relaciones sociales.
Cuando un menor de edad le cuesta prestar atención, se mueve constante en los momentos que no debe hacerlo, actúa impulsivamente o interrumpe a los demás, es probable que padezca déficit de atención.
Según el National Institute of Mental Health, este trastorno afecta las relaciones sociales y el rendimiento en las etapas de su desarrollo, tales como la primaria o bachillerato. Es por eso que los acudientes o padres deben estar atentos a los síntomas para poner en marcha un plan de prevención con antelación.
La definición médica de esta condición es un trastorno asociado con un patrón continuo de falta de atención, hiperactividad o impulsividad. Puede iniciar en la infancia, aunque se desarrolla con el paso de los años. En ese orden de ideas, las señales de alarma que presentan los pacientes con falta de atención son:
- No prestar atención a los detalles y cometer con frecuencia errores relacionados por el descuido a las responsabilidades en la escuela u otras actividades.
- Dificultad en mantener atención en actividades, como juegos o tareas, lo cual se agudiza en las conversaciones o acciones de larga duración.
- Problemas al escuchar atentamente cuando se le habla directamente.
- Dificultad en seguir instrucciones o terminar labores diarias, como lo son las tareas, quehaceres del hogar o mantener una actividad en secuencia.
- Evasión de tareas que requieran un esfuerzo mental sostenido. Esto puede tener una connotación negativa en el rendimiento escolar.
- Constancia en la pérdida de los objetos personales, como lo son los útiles, juguetes o gafas.
- Distraerse con facilidad en cuestión de poco tiempo.
- Ser olvidadizo durante la rutina, lo cual genera que no realice actividades comunes. Esto puede ser negativo, dado que implica la no presentación de tareas o no realizar las obligaciones de la casa.
Aparte de estos, hay otras señales para quienes padecer hiperactividad e impulsividad:
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- Se mueve cuando está sentado.
- Se levanta de la silla y se va a otro lado cuando no debería hacerlo.
- Corre, da vueltas o se trepa en los muebles en situaciones inapropiadas.
- Dificultad en participar en pasatiempos en silencio o actividades que no impliquen hablar.
- Temblar constantemente.
- Hablar o hacer ruidos sin descanso.
- Responder a las preguntas antes de que se las terminen de hacer.
- Acabar las oraciones que otras personas están diciendo.
- Dificultad para tener paciencia al esperar su turno en una fila.
- Interrumpir a otros o entrometerse en conversaciones o actividades ajenas.
Para recibir un diagnóstico médico, el paciente tiene que haber presentado las señales de alerta antes de cumplidos los 12 años. Máximo hasta los 16 se les diagnostica el trastorno si los síntomas son constantes. Además, estos deben presentarse en más de un entorno; es decir, además de la casa o la escuela.
La condición puede confundirse por consecuencias del estrés, trastorno del sueño, depresión u otras afectaciones. Es por ello que, para tener una lectura fidedigna, los profesionales de la salud realizan los siguientes exámenes:
- Analizar la salud mental del menor de edad a partir de su historia médica.
- Solicitar permiso para conversar con los miembros de la familia, maestros y otros actores que rodean su círculo social, para conocer el modo por el cual el niño o adolescente se comporta en diferentes escenarios.
- Usar escalas de calificación de comportamiento estandarizadas o listas de verificación de síntomas del trastorno de déficit de atención con hiperactividad para determinar si el niño o el adolescente cumple con los criterios de diagnóstico para este trastorno.
- Administrar pruebas psicológicas que analicen la memoria operativa, el funcionamiento ejecutivo (habilidades como la planificación y la toma de decisiones), las destrezas visuales y espaciales, o las habilidades de razonamiento. Estas pruebas pueden ayudar a detectar fortalezas y retos psicológicos o cognitivos, así como a identificar o descartar posibles discapacidades de aprendizaje.