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¿Sentirse infeliz y solo envejece más que fumar? La ciencia cree que sí
Ser un ermitaño y sentirse desesperanzado acelera el envejecimiento y aumenta hasta en 1,65 años la edad biológica.
Si algo demostró la reciente pandemia del covid-19 es que la falta de interacción social puede llegar a enfermar físicamente: aumenta el riesgo de enfermedad cardiaca en cerca de un 30% y el riesgo de accidente cerebrovascular en un 32 %.
Ahora, científicos chinos y estadounidenses descubrieron que la soledad y la infelicidad también aceleran el envejecimiento y aumentan hasta en 1,65 años la edad biológica.
Las conclusiones de esta investigación aparecieron en un artículo de Aging-US, una revista especializada en gerontología, e indican que la falta de motivación diaria y la soledad prolongada pueden envejecer más que fumar.
Para dicha investigación se trabajó con el análisis de sangre y datos biométricos de casi 12.000 adultos chinos en proceso de envejecimiento.
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Los científicos detectaron que la aceleración del envejecimiento ocurría en personas con antecedentes médicos de ictus, enfermedades de hígado y pulmón, accidentes cerebrovasculares, así como en fumadores y, lo que resultó más llamativo, en aquellos con un estado mental vulnerable.
Otros factores relacionados con la aceleración del envejecimiento incluyen ser hombre, estar soltero o vivir en una zona rural; esto último debido a la baja disponibilidad de servicios médicos.
Los riesgos de la soledad
Es que cuando una persona se siente aislada, el cuerpo acelera la producción de la hormona cortisol, conocida coloquialmente como la “hormona del estrés”, que puede elevar la presión arterial, causar insomnio y generar o potencializar los síntomas de la depresión, entre otras reacciones.
El aislamiento social es, además, uno de los principales factores de riesgo de la distimia, una enfermedad caracterizada por la baja autoestima, la autocrítica, el sentirse incapaz o inútil, las dificultades para concentrarse y tomar decisiones y una disminución considerable de la productividad.
En los casos más graves, la soledad puede desencadenar pérdida de las facultades sociales tan importantes como el habla.
Emocionalmente hablando, la soledad influye en un cambio en el humor de las personas, hasta el punto en que se puede llegar a perder el ánimo y las ganas de socializar e interactuar con otros.
Se ha comprobado que cuando alguien se siente aislado, le cuesta desenvolverse por sí mismo, puede tornarse agresivo o retraído, y hasta desarrollar actitudes hurañas. Esto hace más difícil que sean tratados si tienen problemas de salud pues no sienten deseos de cuidarse y velar por su bienestar.
En el caso de las personas de muy avanzada edad, las pone incluso en riesgo de presentar demencia y otras enfermedades neurodegenerativas como Alzheimer y Parkinson.
A cuidar la salud mental
Así las cosas, para tener una buena vejez no basta solo con tener una buena salud física. También es necesario cuidar la salud mental.
Por ello, los expertos aconsejan a los adultos mayores mantener y conservar sus relaciones sociales, ya sea con visitas de amistades o familiares, u otras interacciones en espacios como grupos artísticos.
También se recomienda la práctica de actividad física, como caminar o ejercitarse, en espacios abiertos como parques pues esto propicia la interacción social permanente.
Otras herramientas para ‘combatir’ la soledad en esta etapa de la vida es la práctica de actividades mentales, como leer o realizar crucigramas o sopas de letras. Llevar buenos hábitos de sueño también contribuye a encarar la vida con felicidad.
Cuando las familias no pueden prestar la atención que necesitan los abuelos, los cuidados a domicilio pueden ayudar a paliar ese sentimiento de soledad.
Para los expertos, la peor de la soledad a la que se enfrentan los adultos mayores es aquella que se conoce como la soledad no deseada.
Esta se da cuando una persona de edad avanzada deja de ser visitada constantemente o se le va para siempre alguien muy cercano, como su pareja, sus hijos y sus amigos. Estos casos son los que más requieren acompañamiento profesional y, sobre todo, familiar.