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'Sharenting': 42% de los hijos siente vergüenza de lo que sus padres suben a internet
Un nuevo estudio muestra que casi la mitad de los hijos sienten vergüenza por los contenidos que sus padres suben a internet. Expertos analizan qué hay detrás y qué hacer para evitar peleas por esto.
A diario, millones de padres alrededor del mundo publican con orgullo fotos y actualizaciones de la vida de sus hijos en redes sociales. Van desde ecografías, fotos del bebé desnudo, hasta extensos y melosos mensajes de amor a su retoño. Antes de internet, los padres mostraban a sus amigos en privado el viejo álbum de fotos. Pero en la era digital este hábito, (del inglés sharenting, de share, compartir, y parenting, paternidad), se ha vuelto un fenómeno público y compulsivo, discutido por científicos, psicólogos y abogados.
Antes de internet, los padres mostraban a sus amigos en privado el viejo álbum de fotos.
Para no ir muy lejos, un estudio reciente, publicado por Microsoft muestra que muchos adolescentes están incómodos con las publicaciones que hacen sus padres sobre ellos en internet. Tras realizar más de 12.000 encuestas entre jóvenes de 13 y 17 años de 25 países, incluido Colombia, encontraron que el 42 por ciento reprobaba los hábitos digitales de sus progenitores. Uno de cada diez lo considera un gran problema en su vida y dos tercios dice sentirse preocupado por el riesgo para su seguridad.
Investigaciones respaldan la idea de que la moda está fuera de control. Según el informe de 2018 Who Knows What About Me? del Children’s Commissioner de Inglaterra, cuando un niño cumple 13 años, sus padres ya han publicado, en promedio, 1.300 fotos y videos de ellos en redes sociales. Y para Nancy Jo Salas, autora del libro ‘American Girls: Social Media and the Secret Life of Teenagers’, en Estados Unidos un 92 por ciento de los bebés ya tienen una identidad virtual a los dos años. Sus padres se han encargado de crearlos.
Como explica Leah Plunkett, autora del reciente libro Sharenthood: Why We Should Think Before We Talk About Our Kids Online, más allá de la buena intención de los padres, esta práctica expone a los menores en plataformas en las que podrían haber elegido no participar. “Les priva de la opción de nunca estar en las redes sociales”, explica Plunkett. Catherine Salamanca, psicóloga y magíster en salud mental, también cree que la queja de los jóvenes tiene sustento. “Los padres les construyen una identidad digital que no pidieron y que probablemente no aceptarán en un futuro”, dice. Así las cosas, la tensión es inevitable. En efecto, a partir de la pubertad y la adolescencia, cuando ya se han consolidado las nociones de pudor y de vergüenza, es natural sentir pena de verse desnudo en una foto, así fuera de bebé.
Hoy, en países como Francia e Italia los padres ya pueden recibir condenas de prisión o multas de hasta 45.000 euros.
Sin duda, la entrada a la adultez de los millennials y otras generaciones nativas digitales, ha puesto en evidencia esa tensión. Hoy, en países como Francia e Italia los padres ya pueden recibir condenas de prisión o multas de hasta 45.000 euros por publicar fotos íntimas de sus hijos tomadas sin su consentimiento. En 2016 ganó fama el caso de una adolescente austriaca de 18 años, llamada Carinthia, que demandó a sus padres por avergonzarla en Facebook. Entre 2009 y 2015 ambos habían colgado al menos 500 fotos donde ella aparecía retratada en prácticas íntimas como ir al baño o mientras le cambiaban los pañales. Cuando la joven tuvo conciencia de ellas y le pidió a sus padres borrarlas, estos se negaron. Pero la justicia le dio la razón y ordenó que por violar su privacidad debían borrarlas o pagar una multa entre 3.000 y 10.000 euros.
Que los padres avergüencen a sus hijos, especialmente en público, puede resultar devastador para los adolescentes. Sin embargo, el sharenting va más allá. Está comprobado que también es la puerta de entrada a temas más graves como el bullying, el ciberacoso o la suplantación de identidad. Según la compañía de servicios financieros Barclays, compartir en exceso contenido de los hijos puede comprometer su seguridad financiera en un futuro. “Hace que sea mucho más fácil rastrearlos e incluso suplantar su identidad”, explican. De hecho, la empresa calcula que para 2030 el sharenting sería responsable de dos terceras partes de los fraudes en línea y le costaría a la banca más de 870 millones de dólares.
Pero lo más grave, dice Salamanca, es que según demostró BBC en una encuesta, la mayoría de los padres conocen estas consecuencias pero no están dispuestos a dejar de subir información de su hijos. La razón de fondo, explica, estaría relacionada con una necesidad de aprobación. “Muchos buscan demostrar qué tan buenos padres son al exhibir a sus hijos. También es una manifestación del sentimiento de soledad que a veces viene con la crianza”.
La vergüenza digital que dicen sentir los hijos no solo se limita a fotografías y videos jocosos.
En efecto, un estudio publicado en julio por la Universidad de Tennessee encontró una relación directa entre los sentimientos de vulnerabilidad de las mujeres que acababan de ser madres y la cantidad de publicaciones que hacían sobre sus hijos. Encontraron que publicar sus experiencias y compartir información de ellos les sirvió para encontrar apoyo social o aliviar el estrés, la ansiedad y la depresión. “Todas mencionaron la publicación de hitos que van desde el nacimiento, los cumpleaños y otros momentos lindos. Pero cuando los hijos crecieron encontraron esa afirmación en los ‘me gusta’ o comentarios”.
La vergüenza digital que dicen sentir los hijos no solo se limita a fotografías y videos jocosos. María José, una estudiante de literatura, dice que lo más penoso para ella son las cadenas falsas o religiosas en las que su familia la etiqueta. Otros como Rafael, detestan los mensajes amorosos o de motivación que su madre le comparte de vez en cuando en su muro como “lee esto, mi amor”. Y hay algunos como el joven arquitecto Nicolás Barón que desde su épocas de colegio optó por no aceptar a sus padres en Facebook y crear una cuenta alterna para que le publicaran allí y así no herir los sentimientos de sus padres.
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Al final, cada familia debe decidir si compartir o no contenido de los hijos. Pero de hacerlo, los expertos aconsejan estar atentos, ser discretos y no revelar demasiado. Esto incluye no escribir nombres completos, edades, fechas de nacimiento, ni domicilios. Para los investigadores habría que seguir una regla simple: “Si no le gustaría verlo colgado en un cartel en la vida real, no lo haga en internet”. Y tener presente siempre que al publicar sobre los hijos, es como si lo hiciera sobre sí mismo.
Los seis peores osos
Los jóvenes temen en particular algunas acciones de sus papás en las redes. Estas son algunas de ellas.
1. Comentar demasiado: publicar en el muro de su hijo de vez en cuando está bien. Pero hacerlo una vez al día los hará sentir incómodos.
2. Etiquetarlos en fotos vergonzosas: como padre, probablemente tenga toneladas de fotos de su hijo. Sin embargo, publicarlas sin criterio hará que se preocupen por lo que pensarán sus amigos, jefes o compañeros de trabajo en el futuro.
3. Publicar información demasiado personal: el ¡Te amo, mi príncipe! no es buena idea como tampoco recordarle por medio de un post que tiene una cita médica pues se sentirá cohibido.
4. Enviar solicitudes de amistad a sus amigos: los amigos de sus hijos no son los suyos y él probablemente se enterará si les envía solicitudes de amistad. Ellos podrían hacérselo saber de forma burlona. Deje que sus hijos tengan su propio círculo social.
5. Usar los comentarios públicos como medio de comunicación: preguntar a un hijo a qué hora es el partido de fútbol o quién es la joven con la que sale en la foto son preguntas razonables. Pero no hacerlas en Facebook. Pregúntelo en privado mediante mensajes internos y otras aplicaciones como WhatsApp.
6. Entrar a defenderlo en una pelea digital: pequeñas discusiones entre niños ocurren por las redes sociales como en el patio de recreo. Si no es grave, manténgase al margen. Si lo es, publicar por este medio no es la manera correcta de intervenir.