Relaciones
“Siempre llega alguien que te hace comprar calzones nuevos”: habla en SEMANA Jorge Lozano, el influencer que aconseja a las mujeres
El mexicano se ha convertido en el consejero de miles de mujeres que desean espantar un mal amor y sanar su autoestima. Esa experiencia la recoge en el libro Estado civil: ingobernable.
A los malos amores que hacen sufrir a las mujeres, Jorge Lozano los llama ‘cucarachos’. Lo saben bien sus seguidores en redes sociales. Solo en su cuenta de TikTok suma 9,2 millones de fanáticos. En Instagram se acerca a los 4,8 millones. Casi todas mujeres, que ríen con las ocurrencias de este conferencista mexicano que se convirtió, sin quererlo, en uno de los hombres que más conoce el alma femenina.
Jorge cuenta que, en parte, todo se lo debe a su madre, a quien de niño vio no solo lidiando con un divorcio doloroso, sino con el reto enorme de sacar a sus hijos adelante.
Hoy dice que le hubiera encantado que esa madre contara en su momento con una voz que le aliviara los pesares y le diera uno de esos consejos que Jorge acostumbra dar a sus seguidoras: “Siempre llega alguien que te hace comprar calzones nuevos”.
De esa experiencia nació un show con el que viaja por todo el mundo –el año pasado estuvo en Colombia– y un libro, Estado civil: ingobernable (Grijalbo), en el que enseña cómo librarse de un mal de amor y cómo recuperar la autoestima rota.
Lo más leído
SEMANA: ¿Cómo llega un hombre a convertirse en un gurú de las redes sociales sobre relaciones sentimentales femeninas?
Jorge Lozano: Era un conferencista motivacional normal. Daba conferencias a organizaciones y tenía una sección en la televisión. Salía en el horario del noticiero local de mi ciudad. Y muchas mujeres que me veían me mandaban mensajes y me preguntaban cosas como: “¿Jorge, qué hago con un hombre que no me contesta los mensajes en toda la semana, pero me busca los sábados a las 2 de la mañana?”. Y un día decidí empezar a contestarles. Les decía: “Mamacita, ese no es un hombre, es un ‘cucaracho’. ¿Y qué es eso de que toda la semana te dejo en visto, pero el fin de semana te desvisto? ¡No, señor! Así no es”. Y empecé a tomar este papel de hermano para muchas mujeres, y las aconsejaba sobre cómo deshacerse de estos malos amores. Esto empezó a conectar con mi vida porque soy el hijo mayor de una madre que pasó por un divorcio difícil. La dejaron sola con cuatro hijos, y yo estuve en primera fila cuando la vi levantarse de ese divorcio y trabajar para sacarnos adelante. Eso me impactó tanto, que cuando empecé a recibir estos mensajes sentí que había una gran necesidad. Veo el rostro de mi madre en la vida de muchas de estas mujeres. Y hoy pienso que me hubiera gustado que alguien hubiera llegado ante ella y le hubiera dicho: “No es el fin del mundo, mamacita. Después de un ‘cucaracho’, siempre viene un buen muchacho. No le llores a un mal amor, no vale la pena”. Con este papel en redes sociales intento ayudar a muchas mujeres que pasan por lo mismo.
SEMANA: ¿Qué cree que está fallando? ¿A los hombres no se les está educando bien para tener relaciones más sanas?
J.L.: Es un tema generacional. Por eso, mi libro se llama Estado civil: ingobernable. Mucha gente piensa que es por ser ingobernable de los hombres o las relaciones. Pero no. Habla de ser ingobernable del pasado, de lo que hemos venido heredando de generación en generación. Lo que vemos en los hombres inestables, en los infieles o mentirosos es que son hombres heridos que han ido heredando heridas de generación en generación. A veces uno conoce a un hombre ‘cucaracho’, como yo les llamo, y ves que el padre es igualito, y el abuelo era peor. Descubres que es un comportamiento adquirido, y romper esa cadena generacional es tremendamente difícil.
SEMANA: ¿Por qué difícil?
J.L.: Por ser generacional. La frase más importante de este libro es: “Las batallas que usted se rehúse a pelear, son batallas que sus hijos tendrán que aprender a librar”. Entonces, lo más importante es enfrentar eso que venimos heredando de familia. Muchas mujeres también vienen de un padre o de una madre herida, traen esa autoestima herida y por eso muchas mujeres dicen: “Pues como yo vengo herida, no encuentro valor en mí”. Y dicen además: “Necesito emoción en mi vida, emociones fuertes, dopamina”. Por eso ves que muchas mujeres tranquilitas y buenas que se terminan enamorando del peor ‘cucaracho’, del chacal. Como dicen ustedes en Colombia: mujeres a las que les encanta rehabilitar gamines.
SEMANA: ¿Pero qué se puede hacer con las nuevas generaciones para que construyan relaciones más provechosas?
J.L.: En este libro hablo de las diferentes formas en las que uno puede romper esas cadenas. En el caso de los hijos, una de las cosas importantes es hablarles del sufrimiento de frente. A veces los padres tenemos la tendencia a ocultarlo frente a ellos. Pero, es mejor hablar con la verdad, como cuando los padres se separan, por ejemplo. Frente a los hijos hay que desmitificar muchas cosas. El gran problema de muchos niños y adolescentes es que crecen pensando que mamá y papá son santos. Y por eso todo lo que hagan son patrones que heredan automáticamente. Entonces, cuando desmitificamos la figura de mamá y papá, les mostramos que como padres también cometemos errores. Esas conversaciones incómodas son necesarias para que ese hijo entienda por qué, por ejemplo, mamá siempre está enojada. El niño crece pensando que mamá tiene un carácter terrible, pero ignora que ella es la única que se encarga de los hijos, que tuvo que salir adelante y hasta perdonar una infidelidad. Hay que aprender a sanar las heridas del pasado, porque, insisto, las batallas que nosotros nos negamos a luchar son las que nuestros hijos tendrán que librar.
SEMANA: ¿Por qué hombres y mujeres caemos tan fácilmente en relaciones tóxicas?
J.L.: Hay varios culpables. Uno de ellos es la dopamina. Somos una generación extremadamente ‘dopaminada’. Nos tocó la creación de las redes sociales, que nos roban la atención todo el tiempo. Eso ha hecho que a muchos hombres y mujeres la estabilidad les aburra, se enamoran del malo, del desgraciado. Todos tenemos a una amiga que dice: ‘Yo a ese hombre lo voy a cambiar, a rescatar. Ese es el propósito de mi vida’. Y se quedan sin nada porque su propósito de vida lo depositaron en alguien más. Las malas relaciones terminan generando la misma ansiedad que las redes sociales.
SEMANA: ¿A quiénes les dan más duro los malos amores: a los hombres o a las mujeres?
J.L.: Lo que me dice la evidencia de miles de seguidoras es que las mujeres sienten en diferentes planos, multifactorialmente. Claro, un hombre siente, sufre. Algunos pasan por depresiones profundas, pero la mente del hombre no está tan interconectada. Y puede aislar ese problema y es más fácil que quizá pueda resurgir y rehacer su vida o distraerse profesionalmente, y que eso lo mantenga estimulado. Pero para la mujer, sus relaciones, el amor, el amor propio, todo está tejido e interconectado más profundamente. Por eso, cuando una mujer sufre una tusa y está saliendo de una mala relación, el resto de áreas de su vida se complican. Pero lo que les digo a muchas es que lo más importante es deshacerse de las etiquetas y no comprar la idea de la soledad y que después de una tusa ya no tendrán a nadie. No, señor. Yo les digo: “Mientras usted no tenga un compromiso, usted puede seguirle meneando a cualquier guiso”. Mientras no vea un anillo en su dedo, diga: “Al pueblo, me debo y al pueblo me entrego”. Salga, florezca, experimente, equivóquese y vuelva a levantar.
SEMANA: ¿Cómo hace para que lo tomen en serio cuando todos sus consejos los entrega con humor?
J.L.: Por dos razones: la primera, tengo la filosofía de que la gente no recuerda lo que le dices, recuerda lo que siente cuando se lo dices. Entonces, escogí disfrazar mi mensaje en emoción para que sea más efectivo. Por ejemplo, tú puedes decirle a una mujer: “Mamacita, vas a superar ese mal amor. Nunca pierdas la esperanza, ni renuncies a tus sueños”. Pero el mensaje le va a llegar distinto si le dices: “Siempre llega alguien que te hace comprar calzones nuevos”. El segundo factor que yo encuentro en la comedia es que se convierte en un lubricante emocional, permite que las emociones resbalen, y no hay nada más hermoso que eso.