Salud
Síndrome de Asia, el mal que ha impulsado a miles de mujeres a quitarse sus implantes mamarios
El llamado síndrome de Asia lleva a miles de mujeres a retirarse sus implantes mamarios debido a los graves problemas de salud que ocasionan. Crece la tendencia entre las famosas hacia los senos naturales.
De repente, Johanna Rubiano comenzó a sentir un agotamiento inusual. A veces también la agobiaba un fuerte dolor en el cuerpo. Levantarse cada día era una suerte de proeza: sentía que no había descansado lo suficiente y la aquejaban las migrañas, la ansiedad, el insomnio, la pérdida de memoria y hasta una visión borrosa.
Durante años fue diagnosticada con fibromialgia, fatiga crónica y no faltaron los médicos que la enviaban a casa a descansar bajo el argumento de que la razón de su desaliento era el exceso de trabajo.
Sin embargo, como ella misma contó en sus redes sociales, tomó varios descansos y hasta cambió sus hábitos alimenticios, pero “nada me servía, mis síntomas se incrementaban de manera asombrosa, a tal punto que mi mesa de noche era una droguería, vivía medicada para tolerar un día normal en mi vida”.
Las visitas a médicos y especialistas de distinto tipo se convirtieron en parte de su cotidianidad. Y, en algún momento, la exitosa diseñadora se vio sin fuerzas para seguir luchando, pues sentía que la ciencia no hallaba la razón real de sus quebrantos.
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Pasarían muchos días antes de que descubriera que la causa de sus malestares no era otra que los implantes mamarios.
Hoy la diseñadora, que se dio a conocer en el mundo de la moda desde el año 2000 en Bogotá, sabe bien de qué se trataba todo: como miles de mujeres en el mundo, padeció el síndrome de Asia.
La enfermedad se expresa en la reacción autoinmune o inflamatoria del cuerpo humano, atribuida a una sustancia extraña al organismo.
Este es el caso de los implantes mamarios que Rubiano se puso por primera vez dos décadas atrás, pero que cambiaba con regularidad siguiendo las indicaciones médicas.
El fin de su sufrimiento se dio por un par de compradores que llegaron a su tienda buscando una chaqueta. Un médico internista y su esposa. Sería este especialista quien le hablaría por primera vez de la posibilidad de que padeciera el síndrome de Asia.
Una historia parecida vivió la actriz Angeline Moncayo, quien se ha destacado en producciones internacionales como Sin tetas no hay paraíso, Más sabe el diablo, Flor salvaje y Corazón valiente.
En 2020 la artista decidió retirarse los implantes mamarios después de una larga pesadilla de salud y los fuertes síntomas que le producía el síndrome de Asia.
“Los síntomas aparecieron –narra la actriz– desde la primera vez que me operé. A los 18 años. El primer síntoma importante fue el síndrome de Hashimoto, que afecta a la tiroides. Y de ahí en adelante fueron síntomas muy distantes unos de otros. Y luego todo colapsa con el parto porque el cuerpo está trabajando a millón por traer esa nueva vida y luego definitivamente no me pude recuperar”.
Moncayo pasó por múltiples señales en su organismo. “Me tuvieron que operar de la columna, sufrí vértigos, migrañas, se me olvidaban las cosas, nódulos, inflamaciones. En mi caso, fueron casi 30 síntomas debido al síndrome de Asia”.
Su dolorosa experiencia la plasmó en el documental Tetas Grandes, que compartió en YouTube, como una forma no solo de narrar su viacrucis, sino de alertar a muchas mujeres que podrían estar viviendo una situación similar.
Moncayo llevó el tema incluso más allá de lo médico. Lo convirtió en una suerte de llamado a la autoestima de las mujeres para no permitir que los estereotipos impongan un solo tipo de cuerpo que privilegia los senos grandes por encima de la salud.
De hecho, en su cuenta de Instagram se hizo viral un video en el que, sosteniendo un par de próstesis mamarias, les comenta a sus seguidores: “Esto es tuyo, te lo devuelvo, nunca me perteneció, por más que pagué por ellos. Me hiciste creer que hacían parte de mí, que gracias a ellos tendría un valor extra, que seguir los estándares que tú me vendiste era la forma correcta de hacer las cosas y era valor agregado para alcanzar mis sueños. (…) Esto es tuyo, querida sociedad. El precio que he pagado ha sido mucho mayor de lo que me costó ponérmelos y quitármelos”.
Ahora, una corriente sopla con fuerza en la industria de la moda y el entretenimiento e invita a las mujeres a privilegiar sus senos naturales, lejos del auge que una década atrás sedujo a muchas a recurrir al implante de silicona para mejorar su figura.
De la extensa lista de famosas que se han sumado a esta corriente forman parte la modelo Ana Sofía Henao, quien también vivió la pesadilla del síndrome de Asia; Carla Giraldo, Sara Corrales, Marilyn Patiño, Mónica Fonseca, Claudia Bahamón y Sara Uribe.
Un enemigo silencioso
“Jamás se me hubiera pasado por la cabeza que todos los síntomas que viví eran producto de los implantes”, cuenta Angeline Moncayo.
Como Rubiano y Moncayo, la Organización Mundial de la Salud estima que en el mundo cerca de nueve millones de personas han sido diagnosticadas con el síndrome autoinmune inducido por adyuvantes (Asia), descrito por primera vez en Europa en 2011.
Es el resultado de una reacción del sistema inmunológico e inflamatorio frente a la presencia de adyuvantes en el cuerpo humano. En otras palabras, las personas que presentan la serie de síntomas y signos se han visto en contacto con metales pesados, vacunas o dispositivos con silicona.
Estos pacientes comienzan a generar procesos inflamatorios en diferentes áreas del cuerpo. Y, de acuerdo con Alan González, especialista en cirugía plástica y salud estética, “sus síntomas dependen del sistema que estén comprometiendo y, asimismo, van a manifestarse”.
Se trata en todo caso de una enfermedad relativamente nueva, por lo que “muy pocos especialistas tienen clara la enfermedad e, incluso, algunos dudan que exista”, asegura González, quien completa cerca de cinco años tratándola.
Los síntomas son múltiples. Una paciente con síndrome de Asia puede experimentar malestares musculares y articulares (afectación del sistema óseo-articular); dolores de cabeza persistentes, migraña, insomnio, depresión, fatiga crónica o sensación de cansancio (afectación del sistema nervioso central); alteraciones de la memoria, dispersión mental, disminución de la capacidad de concentración, entre otros.