Vida Moderna
Superalimento probiótico que ayuda a regenerar la flora intestinal y fortalecer las defensas
Este ingrediente fácil y versátil para preparar, contiene propiedades que ayudarán a mejorar la salud de adentro hacia fuera.
El kéfir es un alimento que ha sido consumido durante muchos años y su nombre proviene de la palabra turca “kef”, que significa “sabor agradable”. Se cree que los primeros en probarlo fueron los habitantes de las montañas del Cáucaso Norte de la Federación Rusa.
Este superalimento consiste en una leche fermentada rica en bacterias y levaduras probióticas que promueven la salud intestinal, facilitan la digestión y aumentan la inmunidad, ayudando a mantener la salud general del organismo. Además de eso, el kéfir es rico en proteínas, calcio, vitamina D y vitamina K2, nutrientes indispensables para mantener los huesos saludables, previniendo el desarrollo de la osteoporosis.
Las bacterias del kéfir pueden ser cultivadas en casa, y la producción de la bebida es fácil y se asemeja a la elaboración del yogur natural, ya que se puede hacer con cualquier tipo de leche o con agua, incluso con agua de coco.
Se denomina kéfir tanto a los gránulos con los que se fermenta la leche como al producto resultante. Se cree que es la responsable de la gran longevidad entre las personas, por lo que se considera un elixir de larga vida.
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Los gránulos o nódulos poseen una consistencia gelatinosa y se utilizan para fermentar la leche fresca o el agua con azúcar. El resultado, el kéfir de agua o de leche.
Propiedades del kéfir
Los valores nutricionales de este superalimento varían enormemente en función de su origen (de leche, de agua, etc.). Sin embargo, todos ellos tienen en común un potente contenido en probióticos que aumenta incluso cuando el kéfir es casero.
El kéfir de leche es rico, no solo en bacterias beneficiosas, en calcio, proteínas y vitaminas del grupo B, sino que además, esta bebida reduce el contenido en lactosa, transformándola en ácido láctico y evitando así intolerancias.
Además de su gran contenido en calcio, el kéfir es rico en vitamina K2, que se ha probado eficaz a la hora de absorber el mineral y convertirlo en masa ósea.
En menor medida, el kéfir también contiene vitaminas A y D, biotina y minerales como el potasio y el fósforo.
Por otro lado, los gránulos de kéfir contienen alrededor de 400 millones de microorganismos por gramo, de los que más o menos la mitad son bacterias de tipo Lactobacillus, que protegen al organismo de bacterias dañinas.
Una propiedad única del kéfir es que contiene un polisacárido insoluble llamado kefiran, un potente antimicrobiano natural.
Al mantener la flora intestinal equilibrada, el kéfir promueve el crecimiento de bacterias beneficiosas para la salud, y ayuda a mantener la piel saludable, previniendo problemas, como acné, psoriasis o eczema, por ejemplo.
Asimismo, los carbohidratos que se encuentran en el kéfir, conocidos como kefiran, mejoran la calidad de la cicatrización de las heridas de la piel y también pueden proteger el tejido conectivo.
Diferencias entre el kéfir y el yogur
En el proceso del yogur únicamente ocurre una fermentación láctica, mientras que el kéfir provoca una fermentación lacto-alcohólica y carbonatada de la leche.
El contenido de alcohol del kéfir no suele superar el 1 %, una cantidad insignificante (salvo que se tenga un problema grave de hígado y no se deba probar ni una gota).
El kéfir tiene mayor variedad de microorganismos probióticos, algunos de ellos compartidos con el yogur. Este último suele aportar solo un tipo de bacilos o bacterias.
El yogur es más suave que el kéfir, cuya acidez se puede aligerar dejando la leche menos tiempo en contacto con el kéfir.
Contraindicaciones del kéfir
Aunque es un alimento lleno de beneficios, existen algunas personas que deben moderar o evitar su consumo para evitar complicaciones en su estado de salud. Por eso es importante consultar a un médico o nutricionista todas aquellas personas que padezcan de las siguientes condiciones:
- Intolerantes a la lactosa: aunque durante la fermentación del kéfir se reduce notablemente, debe ser consumido con moderación para evitar molestias digestivas.
- Con sistema digestivo sensible o debilitado: si el kéfir está poco fermentado, puede llegar a producir malestar y diarrea.
- Inmunodeprimidas: bien sea por una enfermedad autoinmune, por el consumo de algún medicamento o a consecuencia de un procedimiento médico, la gran carga de bacterias presentes en este alimento puede suponer un riesgo potencial para la salud, en algunos casos de gravedad.
- Con daños en la mucosa intestinal: al igual que ocurre en el caso anterior, una mucosa intestinal debilitada o dañada (como puede ser un intestino permeable o colitis ulcerosa) puede favorecer la asimilación de bacterias dañinas para el organismo.
¿Cómo consumir el kéfir?
Para preparar kéfir en casa no se necesita más que cierta cantidad de nódulos de kéfir, tarros de cristal de boca ancha con sus respectivas tapaderas y una servilleta y una goma para cerrar el recipiente y que respire, leche fresca entera, desnatada o semidesnatada (saldrá más espeso si la leche es entera) un colador y un recipiente para recoger la leche kefirada.
Es importante extremar la limpieza de estos utensilios y, de ser posible, reservarlos exclusivamente para elaborar kéfir.
Conviene evitar utensilios de metal, incluido el colador, ya que los nódulos y la leche kefirada tienen un pH ácido y pueden reaccionar con los metales. La mejor opción es el plástico (cuchara, colador…) en este caso.
Para su elaboración, los tarros de cristal se llenan de leche fresca a temperatura ambiente (no fría), se incorporan los nódulos de kéfir; se cierra el tarro con una servilleta y una goma y se deja que el kéfir repose y crezca en un lugar oscuro, un cajón o despensa que no abramos.
Si se elabora al mediodía, al día siguiente a la noche ya se puede consumir. Al día siguiente, se cuela el kéfir, se reservan los nódulos en un recipiente de cristal y el tarro con leche kefirada se cierra herméticamente y se guarda en la nevera, como un yogur.
Lo recomendable es consumirlo sin azúcar, ni miel para preservar mejor sus bacterias beneficiosas.