geriatría
Un enigma llamado vejez
La ciencia ha logrado extender la expectativa de vida pero las personas todavía envejecen de la misma manera en que lo hicieron sus antepasados.
El ser humano vive hoy más que hace 100 años. Aunque esto implica inevitablemente volverse viejo, a la mayoría le tiene sin cuidado el tema hasta que la juventud empieza a desvanecerse y la persona ve en su propio cuerpo los signos inconfundibles del paso del tiempo: canas en el pelo, arrugas en la cara, senos caídos o el ángulo de la erección 10 grados más abajo. Es el punto de partida de una carrera por evitar esa realidad a punta de cirugías, tinturas, cremas y pastillas. Para la ciencia, más que el aspecto exterior lo importante es que la maquinaria interna se comporte como un reloj durante el máximo de tiempo posible y que la muerte llegue sin grandes períodos de enfermedad. Después de varias décadas de estudio serio sobre el tema esto es lo que se conoce sobre el envejecimiento.
Ya se sabe, por ejemplo, que es un proceso que involucra muchos eventos biológicos pero no se sabe aún cuándo el cuerpo comienza su cuenta regresiva. El calendario, aunque es la única medida que se encuentra a la mano, es un método imperfecto. "La edad es un simple trámite administrativo", explica Silvio Velásquez, geriatra de la Universidad Javeriana. Es posible ver gente que nació el mismo año con apariencias físicas diferentes. A unos les aparecen las canas a los 25 haciéndolos ver más viejos, mientras que otros conservan todo su pelo y del mismo color durante toda su vida, lo que los hace ver más jóvenes que sus contemporáneos. Para determinar a ciencia cierta este proceso se tienen marcadores biológicos como el nivel de insulina en la sangre o la actividad de los genes de una persona. "Una persona centenaria por lo general tiene una extraordinaria estabilidad de sus genes, es decir que sus actividad se mantiene estable", dice Robert Arking, investigador del envejecimiento de la Universidad de Wayne, en Detroit. Cuando estos se mantienen estables una persona vive muchos años y goza de una salud normal. pero si se activan o desactivan hay más riesgo de que ese proceso se acelere.
Lo ideal sería vivir toda una vida como si se tuvieran 35 años y que la muerte lo sorprendiera sin enfermedad. ¿Por qué es necesario pasar por ese deterioro físico para morir? Tom Kirkwood, de la Universidad de Newcastle Upon Tyne, en Gran Bretaña, planteó en 1977 una nueva teoría que retó la concepción de que el cuerpo venía programado para morir. No lo explica todo pero aún hoy sigue teniendo una gran validez. Según Kirkwood el cuerpo debe dividir la energía que recibe en tres procesos: mantenerse, reproducirse y repararse. Cuando se aumenta la energía en la reparación de las células del cuerpo se aumenta la expectativa de vida pero se reduce la reproducción y viceversa. Al definir el dilema el organismo, por cuestiones evolutivas, prefiere la reproducción y allí es donde invierte la mayor parte de su capital calórico. Por eso las células reproductivas son más robustas y menos propensas a dañarse que las que conforman los tejidos de los demás órganos. "Envejecer es la acumulación de daños en las células más vulnerables del cuerpo. Si descubrimos cómo ocurre ese daño podremos descifrar el secreto de una vida mas larga", dice.
Paradójicamente, lo que lentamente nos mata desde el primer instante de nuestra vida es el oxígeno, un elemento sin el cual no podría concebirse la vida como la conocemos. Del proceso por el cual la célula convierte la comida en energía queda un subproducto conocido como radicales libres, oxígenos inestables que dañan las células en el proceso denominado estrés oxidativo. El organismo tiene un sistema para contrarrestarlos y son las moléculas antioxidantes. "Ese proceso es muy eficiente pero al organismo se le escapan radicales libres", dice Felipe Sierra, director del programa de estrucutra y función celular del National Institute on Aging, en Bethesda.
Suma de factores
Además hay factores externos como el humo del cigarrillo o el exceso de sol que aumentan la producción de estos elementos dañinos. Con otro agravante: el oxígeno que se aspira va a las mitocondrias, que son las plantas eléctricas de las células donde se convierten todos los nutrientes en energía. Allí es donde hay más radicales libres porque es el lugar en que el oxígeno se procesa. Con el tiempo ese daño se va acumulando y causa una falla en el funcionamiento de la célula. "Una mitocondria herida por la acción de estos elementos funciona mal y sin esa energía de la mitocondria las otras células comienzan a fallar también y empiezan a envejecerse los tejidos", explica Arking.
Una mujer en 1900 vivía 48 años. Hoy su expectativa de vida es de 72 años en países como Colombia y hasta de 85 en otros como Japón. Pese al aumento de años de vida la gente sigue envejeciendo como siempre. Un señor de 65 en 1900 lucía igual a uno de 65 en 2000. Lo mismo sucede en el laboratorio. Arking y sus colegas estudiaron las mosquitas de la fruta y lograron extenderles el período de vida. Para el experimento seleccionaron las más longevas y dejaron que se reprodujeran. Luego compararon la vida de las moscas normales y las que vivían más. El promedio de vida era de 40 y 70 días, respectivamente. Después del experimento el máximo de vida pasó de 61 a 91 días. Los científicos notaron que se había doblado el tiempo de vida saludable pero el período de senilidad de todas las moscas se mantuvo en 30 días. Eso indica que no importa cuánto se viva, el período de vejez será el mismo. "La expectativa de vida se ha incrementado porque hemos mejorado el medio donde vivimos y esto ha disminuido el número y la intensidad de las amenazas contra la salud, dijo Arking a SEMANA. Pero -agregó- no hemos tocado el proceso de envejecimiento. Hoy envejecemos de la misma manera y en el mismo tiempo en que lo hicieron nuestros antepasados".
La esperanza
Los expertos han logrado demorar la llegada de la senilidad sólo en animales de laboratorio a través de la restricción calórica. El primero en descubrir este mecanismo fue Clive McCay en 1934, al reducir el 40 por ciento de las calorías que tomaban los ratones y dejando los demás nutrientes en niveles normales. El resultado fueron ratoncitos longevos y saludables. Esta misma experiencia se ha replicado en lombrices y moscas, y se adelantan estudios en primates. Aún no se sabe cómo funciona este mecanismo pero hay una hipótesis. Al recibir menos calorías las células deben trabajar menos y el organismo puede centrar su foco de atención no sólo en crecimiento y reproducción sino también en la reparación y el mantenimiento del cuerpo. Los animales estudiados envejecieron más despacio y sus tejidos permanecieron en buen estado hasta bien entrada la vejez. También tenían menos patología relacionada con la edad, pero eran menos fértiles y resistentes a las amenazas del medio ambiente. No obstante, con la epidemia de obesidad en el mundo y la dificultad que existe para sostener una dieta prolongada, aun si esto funcionara en seres humanos, sería muy poco probable que tuviera acogida.
La esperanza es encontrar una droga que consiga los mismos resultados sin necesidad de hacer esa dieta tan sacrificada. Esto se puede lograr modificando un receptor conocido como IGF-1R, el cual decide dónde colocar la energía en el organismo. Controlar este mecanismo a través de mutaciones genéticas permitiría darle más energía a la reparación de las células somáticas. Esto ya se ha logrado en lombrices, moscas y ratones.
Otra vía podría ser aumentar los mecanismos de defensa contra los radicales libres, también por manipulación genética, o activando genes que reparan proteínas dañadas por estos oxígenos. Los investigadores Clare O'Connor y David Chavous, del Boston College, consiguieron hace un par de años que ciertas mosquitas vivieran más manipulando los genes que activan la producción de una enzima reparadora de proteínas en su organismo. Las células madre también pueden ofrecer una solución. El número de este tipo de células disminuye con el paso del tiempo y cuando hay un daño, en lugar de reparar el tejido afectado se vuelven células de grasa. La terapia consistiría en inyectar células madre a un individuo para que los tejidos se regeneren mejor. Hay ejemplos de este mecanismo en ratones de laboratorio.
Si todo esto funcionara, ¿cuánto más viviría una persona? No se sabe. Debe haber un límite como existe en todas las especies, pero para los seres humanos no se conoce aún. "Hace 100 años se pensaba que ser longevo era llegar a los 75. Hoy es llegar a 124", dice Sierra.
Al aumentar la expectativa de vida la ciencia podría vivir dos posibles escenarios. Primero, que el período de vejez se aumente en forma paralela, es decir que se viva más tiempo sano pero también más tiempo viejo y achacoso. La segunda opción es la ideal y es que se aumente la expectativa de vida y se postergue unos años el período de vejez. Así los achaques no comenzarían a partir de los 55 sino a los 80 años. Es probable que esto se logre en un futuro próximo pero por ahora este no sería, como sucede en las historias de ciencia ficción, un mundo con hombres de 300 años de edad. "Se le podría añadir 25 años a la expectativa de vida actual a lo sumo", dice Arking. Para ese entonces alguien de 55 será un adulto con toda una vida por delante.
Valorar los años
Mientras esto sucede no queda mucho por hacer para evitar el envejecimiento. Los expertos consultados coinciden en que los antioxidantes y otros remedios milagrosos sólo venden una ilusión. "Ningún estudio científico ha podido probar el beneficio de estos productos", afirma Victoria Arango, médica gerontóloga. Aún más, pueden ser contraproducentes, según explica Sierra, pues al consumir antioxidantes como la vitamina C y E el cuerpo se vuelve perezoso y deja de producir las que le corresponden. Lo más recomendable es comer frutas y verduras y hacer ejercicio (ver recuadro).
Un cambio que quizás es más probable es el de la actitud de la sociedad frente a la vejez. Cada vez se le rinde más culto a la juventud y la belleza y se dejan de lado las personas adultas jóvenes. "Uno ve anuncios de trabajo en los que se buscan jóvenes menores de 30 con amplia experiencia. Es un contrasentido", dice Velásquez, pues por lo general la verdadera experiencia la tienen quienes han vivido trabajando hasta después de los 60 ó los 70 años. En ese contexto no es raro encontrar que en una encuesta reciente hecha por la Sociedad de Gerontología la mayoría haya respondido que se siente viejo a los 40 años.
Una de las propuestas es que en lugar de negar el paso del tiempo se empiece a valorar la vejez como una etapa más de la vida, con sus cosas buenas y malas; que se les enseñe a los niños desde el comienzo a valorar a los viejos como personajes que portan una gran sabiduría, como sucede hoy tanto en Japón como entre los koguis, y que estas personas se sientan útiles mucho más tiempo. Por ese motivo es importante retrasar el momento de jubilación o al menos que el retiro sea una opción del trabajador y no una obligación. "Las personas mayores tienen experiencia, son más responsables y tienen muy buena capacidad de resolución de conflictos", afirma Arango.
El otro camino es, como lo dice Sierra, tener una mente positiva, aprender algo nuevo cada día y reír y sonreír hasta el final de los tiempos.