Moda
Valentina Castro: la increíble historia de la tumaqueña que conquistó Louis Vuitton; la modelo cuenta su historia en SEMANA
La vida de Valentina Castro parece de película: hasta hace unos meses se ganaba la vida haciendo trenzas en su natal Tumaco, pero su belleza la dejó a los pies de una las marcas de moda más famosas del mundo.
La espigada figura de Valentina Castro Rojas se abrió paso, el pasado 6 de marzo, en la pasarela que Louis Vuitton organizó en el Museo de Orsay, en París. Lucía una chaqueta negra, plisada y de mangas anchas, sobre un vestido corto de fina pedrería que forma parte de la más reciente colección de la afamada marca francesa.
La mirada al frente, los pasos largos y precisos. Decenas de cámaras encandilando con sus luces. Y en medio de todo, una colombiana con su estilizada figura de maniquí y sus facciones perfectas de muñeca.
Todo sucedió tan rápido, dice ahora Valentina, que no le dio tiempo de entender en qué momento había dejado de ser únicamente la chica de risa encendida que aún no termina el bachillerato en la Institución Educativa Ciudadela Mixta Colombia –“en la nocturna”– y que es feliz con solo ver los atardeceres de Tumaco. De no ser por ese giro inesperado del destino, que ni el más creativo de los guionistas hubiera imaginado, y que a ella misma le cuesta creer aún, la joven habría estado en ese rincón del Pacífico colombiano, donde nació hace 18 años, haciendo una de las cosas que más disfruta en este mundo: las trenzas.
Un oficio que ella –junto a Vanessa, Ashley, Jenny y Roxana, sus cuatro hermanas– aprendió desde niña, de las manos sabias de doña María Darly, su mamá, que hoy se gana la vida ofreciendo perfumes por medio de ventas por catálogo. Con el tiempo, dice, hacer trenzas en la playa a extranjeras se fue convirtiendo, además, en un sustento económico adicional para la humilde familia.
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Todo esto lo cuenta, al otro lado del teléfono, desde Villa de las Lajas, el barrio de invasión en el que ha crecido y donde la vida se resuelve en medio del comercio bullicioso, la música de marimba y las calles inundadas cuando la furia de la naturaleza suelta uno de esos aguaceros bíblicos que suelen bañar a los pueblos del Pacífico. Hija de don Robinson Castro, un pescador de toda la vida, Valentina –tímida y amable– va narrando su historia y los pasos que espera dar desde ahora, mientras se gradúa del colegio y acaba de tramitar en Colombia los documentos que le permitan viajar sin problemas como modelo y, por qué no, radicarse fuera del país para seguir avanzando en su incipiente carrera.
El día en que todo cambió
Sucedió así: el 27 de noviembre pasado, Sebastián Bedoya, un cazatalentos de la agencia de Nileny Dippton, la contactó a través de Instagram, donde Valentina tiene una cuenta en la que solía compartir los peinados que hacía, sin más pretensiones que ofrecer sus servicios a las amigas y vecinas.
“A veces yo misma era la modelo de esas fotos. Siempre me han gustado y la gente me decía desde chiquita que era fotogénica. Y después de que me escribió esta persona interesada en mí, seguimos hablando por WhatsApp. Ese día me preguntó si me gustaría convertirme en modelo, y pues le dije que sí, porque era un sueño que siempre había tenido. Así comenzó todo”, recuerda la tumaqueña.
A pesar del miedo de que se tratara de un engaño, a los pocos meses, en febrero de este año, Valentina y su mamá estaban en un avión rumbo a República Dominicana, donde las esperaban representantes de las agencias IMG y Francina Models para comenzar una especie de inducción en la que la colombiana debía demostrar sus actitudes para el modelaje.
“Solo cuando llegamos y vimos que se trataba de algo serio nos sentimos tranquilas, siempre tuvimos ese miedo, por tantas cosas que uno escucha en las noticias”, relata Valentina.
Así comenzó ese nuevo capítulo de su vida que lo cambió todo: ahora se pone en pie todos los días desde las cinco de la mañana para comenzar con las rutinas de entrenamiento físico y de yoga, las clases de pasarela –en las que debe utilizar zapatos de una talla menos para aprender más rápido– y una dieta en la que están prohibidos los jugos y los postres porque su alimentación estricta debe estar compuesta solo de verduras, proteínas y agua.
“Yo siempre he sido buena para las ensaladas, pero esto es otra cosa. No puedo comer arroz, lentejas, fríjoles, lo normal que se come en Colombia, o los mariscos y pescados que desde siempre comemos en Tumaco. Debo cuidar siempre el peso”, asegura la joven modelo. Y cuenta que nunca se había preocupado “por dietas y esas cosas porque siempre he sido muy delgada. No sabía que el modelaje era así de duro, que los entrenamientos eran así de exigentes, son casi nueve horas cada día. Pero sí sé que lo bueno en la vida nunca es fácil, y siempre me fui con esa mentalidad”, se le escucha decir.
En la meca de la moda
La tumaqueña, de 1,75 metros, creía que estar fichada por una agencia de modelaje internacional era ya, de lejos, un sueño cumplido, desde los días en que ganaba en los reinados que improvisaban en el colegio y en el barrio. Pero entonces le contaron que todo ese entrenamiento buscaba abrirle un espacio en las grandes ligas de la moda: el desfile que Louis Vuitton tenía previsto en marzo, durante la Semana de la Moda de París, la más importante del mundo.
Y hasta allá llegó Valentina, sin saber una gota de inglés o de francés, y conquistó a los agentes de la marca luego de presentar su casting. Es que ella se las arreglaba como podía para seguir las instrucciones que le daban a través de señas, porque muy pocos hablaban español. “Es difícil, yo sabía que decían cosas lindas de mí porque en medio de tantas palabras les entendía ‘biutiful, biutiful’. Entonces pensaba que algo estaba haciendo bien”, dice entre risas.
No la tuvo fácil, en todo caso: “Ese día me pusieron un traje que era un poco complicado porque no podía mover mucho los brazos. Un vestido con chaqueta acampanada y el reto era que no se moviera mucho al caminar, por las fotos y esas cosas. Entonces no podía mover los brazos. Tuve que practicar mucho para eso, pero lo logré”.
Dueña de una madurez que sorprende para su edad, deja claro que la vida, de ahora en adelante, la escribirá a punta de retos: “Toda mi vida fue en sandalias y solo ahora es que manejo los tacones, fue algo difícil, pero no sé, en la agencia me enseñaron de una manera que se me hizo tan fácil y aprendí rápido, ahora cualquier zapato que me ponga yo lo manejo; y los retos de la vida es como pararte y caminar en tacones, así de difíciles”.
En París, Valentina conoció a varios modelos de Europa y de Asia, tan jóvenes como ella, todos separados por su lengua, pero con el mismo sueño: convertirse en modelos oficiales de grandes marcas.
“Y esa experiencia es muy bonita. Yo no hablaba el idioma de ellos, ni ellos el mío, pero les mostraba fotos de Tumaco para que vieran de dónde venía. Yo sé que Tumaco no es lo más famoso que tiene Colombia, pero les contaba a mi manera cómo es mi pueblo”, asegura la modelo.
Su debut fue tan destacado, que incluso la reconocida editora de moda Kika Rocha, que se ha desempeñado como jurado en Colombia’s Next Top Model, llevó su hazaña a las páginas de la revista People.
Pero a Valentina no le trasnocha la fama. Ese 6 de marzo, cuando las luces se apagaron y el desfile terminó, cayó en cuenta de que justo a esa hora, al otro lado del océano, en Tumaco, ya estaba amaneciendo. “Y pues la gente dice que los amaneceres son iguales en todos lados. Yo digo que no, que los más lindos son los de Tumaco. Y extrañé no estar allá, en la playa, en el Morro, haciendo trenzas, comiendo mariscos. Es que uno puede ser feliz con muy poco y sin tacones”.