SALUD
¿Y cuándo los hijos no llegan? El testimonio de una madre adoptiva
Marisa Lacouture cuenta en el libro en “En tu amor encontré mi hogar” la historia de su deseo por construir una familia, a pesar de no poder concebir biológicamente, y de cómo sus hijos, después de mucho buscarlos por distintos caminos, llegaron por fin a llenar de color sus vidas.
Mi nombre es Marisa, apodo de María Isabel, y soy madre adoptiva. Fui la primera hija y nieta de la familia de mi madre, y me bautizaron así en honor a mi abuela. Siguiendo la tradición, le puse el mismo nombre a nuestra tan anhelada primera hija.
Desde pequeña tengo alma de escritora. Recuerdo haberme ganado mis primeros diez pesos a los doce años: me los pagó mi abuelo materno, a quien amé entrañablemente, por la primera novela de amor que escribí para él. Era algo que yo hacía feliz: recortaba fotos de personalidades de la revista Vanidades y los volvía protagonistas de las historias que escribía, que luego él me hacía leerle en voz alta. Mi abuelo y su amor por mi abuela eran mi inspiración, al igual que la relación de mis padres. No eran perfectos, pero se amaban.
Más tarde, durante la adolescencia, nunca faltaron mis diarios, escritos que aún hoy conservo. Son recuerdos imborrables de una etapa feliz: en ellos reposa la historia de mis amores juveniles.
En parte por amor a ese padre que aún extraño estudié su misma carrera, Odontología, y trabajé con él por quince años. Pero durante todo ese tiempo muchas veces sentí que esa tal vez no era mi verdadera vocación.
Tendencias
Mi felicidad la tengo hoy como esposa y como madre de María Isabel y de Fernando Andrés, a quienes adoptamos cuando eran bebés. Este libro es la historia de nuestro deseo por construir una familia, a pesar de no poder concebir biológicamente, y de cómo nuestros hijos, después de mucho buscarlos por distintos caminos, llegaron por fin a llenar de color nuestras vidas.
Varias cosas me motivaron a escribir mi historia. Tomé la decisión de plasmarla al redescubrir mi amor por las letras en un taller de escritura al que asistí por casualidad. Empecé a escribir este libro sin saber siquiera exactamente qué quería contarle al mundo a través de él. En mi interior, solo sabía que quería escribir y que, de hacerlo, sería acerca de la adopción de mis dos hijos. Además, así me lo habían sugerido años atrás dos personas muy importantes para mí: ambos eran psiquiatras y tenían mucha curiosidad por saber qué manejo le habíamos dado al tema, debido a la naturalidad con la cual nuestros hijos asumían su historia.
Por otro lado, mientras mis hijos crecían para mí fue difícil encontrar en Colombia bibliografía sobre estos temas. El único libro escrito por una madre o padre adoptivo que encontré en el país fue Y cuando no llegan los hijos…, de Ilva Alfonso. Esta es una excelente guía, muy didáctica, que explica los pasos a seguir para llevar a cabo una adopción en Colombia; sin embargo, se quedaba corta ante el sinfín de preguntas que cada día nos surgían como padres que ya habían adoptado. También logré conseguir algunos en el exterior, sobre todo en los Estados Unidos, en las librerías que visitábamos cuando viajábamos, pero estos eran, en su mayoría, libros infantiles para explicarles a los niños la adopción. Así que, ante la falta de un testimonio de este tipo, cuya necesidad comprobé con mi experiencia, quise escribir el mío.
Otra motivación para compartir mis experiencias, además de que estas les sean útiles a los padres y madres adoptivos, es persuadir con ellas a nuevas familias para que tomen, o al menos consideren, este camino.
Lamentablemente, las cifras de violencia contra nuestros niños, niñas y adolescentes nos ponen en el penoso tercer puesto entre 175 países de homicidios de niños y niñas, según cifras de la ONG Save The Children. Solo en 2017, en Colombia fueron asesinados 715 niños, niñas y adolescentes indefensos. Las cifras siguen en aumento, por lo cual la preocupación es inmensa. En 2018, fueron 673 homicidios, y en 2019, 708 niños fueron víctimas de este flagelo.
En el caso de violencia sexual, para 2020 14.200 niños, niñas y adolescentes víctimas de este flagelo fueron atendidos en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. A septiembre 30 del 2021, la cifra iba en 9.900. Además, los niños también sufren de abuso físico y psicológico, trato negligente, abandono o descuido, y, a veces, explotación comercial o de otro tipo.
Por otro lado, el porcentaje de embarazo adolescente en América Latina y el Caribe se mantiene igual, a diferencia de otras regiones del mundo, en donde ha bajado considerablemente.
En Colombia la tasa de embarazo adolescente se redujo en 4,17 puntos entre 2019 y 2020; sin embargo, el porcentaje sigue siendo muy alto. Esto quiere decir que en 2019 hubo 115.176 embarazos con madres en ese rango de edad, frente a 106.957 en 2020, con una reducción de 8.219.
Está comprobado que, en el entorno familiar, el espacio en donde deberían estar más seguros, se comete la mayor parte de la violencia contra niños, niñas y adolescentes. El embarazo adolescente y no deseado es un factor que incide bastante en la violencia intrafamiliar: niños y niñas que llegan a madres u hogares que no están preparados ni emocional ni económicamente para acogerlos con amor están en altísimo riesgo de ser víctimas. Por eso es tan importante la adopción.
Estoy convencida de que un solo adulto que apoye y ame incondicionalmente a un niño será suficiente para cambiar su vida para bien. Ningún niño debería jamás crecer sin una familia o en un entorno violento, en una casa de adopción u orfanato. Nadie que quiera formar una familia debería renunciar a ella por no poder concebir naturalmente. Nadie que quiera adoptar debería dejar de cumplir ese deseo por falta de información o por temor a lo desconocido. Y si una madre o padre biológicos no pueden ofrecerle a su hijo o hija la vida que merecen y necesitan, deberían poder considerar siempre la adopción. Espero que la lectura de estas líneas despierte en muchas personas el deseo de darle la oportunidad a un bebé o niño de tener una familia, independientemente de si ya tienen hijos biológicos o no. ¡Ese es mi sueño!
Haber sido testigo durante todos estos años de la felicidad de nuestros hijos y haber estado junto a ellos mientras cumplen sus sueños, así como sentir lo fuertes e indisolubles que son los lazos que hemos creado, me inspiraron a transmitir cómo fue posible crear esta familia sin que exista ningún lazo o vínculo de sangre entre ninguno de los cuatro, y de esta manera intentar motivar a otras personas a tomar esta decisión. A veces se nos olvida que con nuestra pareja tampoco existen vínculos genéticos, y eso nunca lo hemos visto como un obstáculo para crear una familia.
Personalmente, me sentiré realizada cuando en nuestro país y en el mundo se empiecen a llevar a cabo muchísimas más adopciones, y mi mayor anhelo es que nunca más un niño crezca en un orfanato. Sé que es un sueño ambicioso, pero con que a través de estas páginas logre cambiarle la vida a un solo niño, me sentiré más que feliz.
Hace varios años, Ferni, mi hijo menor, subió a Instagram una foto en donde yo lo tengo en mis brazos siendo un bebé. Como leyenda escribió: “En tu amor encontré mi hogar”.
En esa frase, en el amor que siento por ellos, es donde encuentro la fuerza para escribir este libro, el de nuestra historia.