La vacuna Cimavax ha sido estudiada en pacientes por más de diez años y ya cuenta con aliados estratégicos en Estados Unidos. | Foto: Pablo Andrés Monsalve

Salud

Cuba tiene una esperanza para combatir el cáncer de pulmón

En el Centro de Inmunología Molecular de La Habana se trabaja desde hace 25 años en una vacuna que inhibe el crecimiento de los tumores cancerígenos que aparecen en los pulmones. El medicamento está en Colombia.

11 de agosto de 2017

En el sistema de salud cubano, cuando alguien va al médico y le dice que siente una masa extraña en algún lado del cuerpo, o que no puede respirar, o que le duele el hígado, o que nada le alivia la gastritis y el médico avizora que en ese cuerpo que se queja puede haber un cáncer, de inmediato realiza un procedimiento que despeje dudas: un tac, una resonancia, un examen de sangre. Si se confirma la sospecha, el paciente es remitido al especialista, quien lo revisa a los tres días y debe descubrir prontamente la condición del tumor, en qué estado se encuentra y cuál es el tratamiento a seguir. Es un sistema rápido y sin dilaciones. Así se descubrió a mediados de los años noventa que el cáncer de pulmón era uno de los más frecuentes entre los cubanos y el que más muertos dejaba cada año. Fue así como desde el Centro de Inmunología Molecular (CIM) empezaron a investigar la enfermedad, a combatirla.

Agustín Lage es el director del CIM y una mañana veraniega de un viernes de julio atiende a un grupo de médicos colombianos que llegó a Cuba para conocer de qué se trata la vacuna. Lage es, según la revista estadounidense Americas Quarterly, uno de los cinco académicos latinoamericanos más importantes de la actualidad, y sin embargo puede explicar cómo funciona la llamada vacuna contra el cáncer de pulmón de una manera sencilla y sin la grandilocuencia de los términos técnicos. Viste con sencillez de monje: un pantalón negro, una camisa blanca, un delantal blanco que le da cierto revestimiento infantil, como si no fuera un científico sino un estudiante que pinta, que juega con plastilina. El delantal tiene botones de carey, como prestados de un saco. Lo primero que dice al grupo —todos vestidos impecables, como si estuvieran en un paseo en Miami— es que el medicamento, conocido como vacuna Cimavax, no es una vacuna en el sentido común de la palabra, pues no previene la enfermedad, sino que es una vacuna terapéutica porque inhibe el crecimiento de los tumores, impide su desarrollo, así se mantiene a raya a la enfermedad.  

Los médicos dan una vuelta por el Centro de Inmunología, que como muchas oficinas cubanas, parece sacado de una locación de la película Adiós a Lenín. Las marquesinas llevan nombres con letra vintage y son en madera, nada del reluciente metal que ahora abunda en los hospitales de las ciudades más modernas. En las paredes hay frases que Fidel Castro dijo en algún discurso. Recorriendo los pasillo se dice que Cimavax ha sido aplicada en más de 2.000 cubanos y de cada cinco pacientes, uno ha respondido bien, sobrepasando los cinco años de vida, una cifra nada despreciable teniendo en cuenta que este cáncer es la primera causa de muerte en el mundo, pues según la Organización Mundial de la Salud, más de 1.600.000 personas murieron por esta causa en 2015.   

El Hospital Hermanos Almeijiras es una torre de 20 pisos que se levanta al frente del malecón de La Habana, muy cerca de la ciudad vieja y del populoso sector conocido como El Vedado. Al entrar en el edificio lo que se ve no es un hospital sino un gran hall con un aviso luminoso. Hay sillas distribuidas por la gran recepción, como dispuestas no para esperar algún turno médico, o el resultado de un examen, sino un mojito, un cuba libre. En 1959, cuando triunfó la Revolución, del edificio solo estaban construidos los tres primeros pisos de lo que sería el Banco Central de Cuba, ideado por el presidente Fulgencio Batista, pero con el triunfo de la revolución el proyecto se echó por tierra y se acomodó el gran hospital cubano. Entre algunos cubanos se dice que de no haber triunfado la Revolución, Cuba sería Las Vegas y el malecón estaría repleto de casinos, y todo ese dinero se guardaría en las entrañas de lo que hoy es el Almeijiras.

En un pasillo del hospital está sentada Julia Monteagudo Delgado, tiene el pelo corto, un vestido azul como una gran manta y la cara de que no pasó una buena noche y eso tiene una explicación, ella vive en el oriente de la isla, a más de 12 horas de camino en bus y cada mes viaja para que le apliquen la vacuna. Mientras llegaba al hospital después de pasar una noche en casa de su hija se preparó mentalmente para la inyección que vendría, porque después de nueve años de inyectarse cada mes, el dolor se le ha hecho un poco insoportable, sobre todo por la artrosis que a veces la obliga a quedarse en la cama, hamacando el calor apenas con un ventilador. Tiene 76 años y cuando tenía 66 le descubrieron cáncer de pulmón. Julia fue una de las primeras pacientes con las que se empezó a probar Cimavax y de eso ya nueve años, su caso es único en el mundo.

“Un día tuve mucha tos y desgarré sangre, al principio creí que era alguna herida en la garganta, pero me volvió a suceder, así que decidí consultar, fue en ese momento cuando me dijeron que tenía cáncer de pulmón. Rápidamente empecé cincos sesiones de quimioterapia, con lo que se combatió un poco la enfermedad, pero nunca es suficiente, entonces me hablaron de la vacuna y yo sabía que no tenía muchas posibilidades y dije que sí, y aquí estoy nueve años después”. La vacuna es un poco dolorosa, dice, y se hace más dolorosa por la artrosis que empezó a sufrir con los años, es el único efecto secundario adverso que ha tenido con el medicamento. Monteagudo Delgado no es la única paciente exitosa, en el pasillo hay otras mujeres —porque este tipo de cáncer en Cuba ha ido creciendo entre las mujeres— que llevan cuatro, cinco, seis años de supervivencia. Ninguna tiene efectos adversos como la caída del pelo, la hinchazón, las náuseas, el vómito.

Cimavax ya ha llegado a varios países latinoamericanos y ahora es estudiado por el Instituto Neoyoquino del Cáncer Roswell Park, donde hace un par de meses empezaron un ensayo clínico y establecerán una empresa comercial con el CIM para hacer investigaciones, desarrollo, manufactura y comercialización de productos, pues en Cuba no solo se está desarrollando la vacuna contra el cáncer de pulmón, desde hace varios años se dedican a estudiar otros tipos de cáncer y el tratamiento de enfermedades como el vitíligo. En Colombia la vacuna ya tiene registro Invima y es distribuida, sin embargo ha encontrado algunos detractores que prefieren medicamentos desarrollados en Europa o Estados Unidos y que valen cinco o diez veces más que Cimavax.

En su reducido escritorio del Almeijeiras el doctor Jorge Luis Soriano, jefe de investigación de la institución, un hombre con sentido del humor profundo que ha aguantado el ultraje de algunos colegas que creen que Cuba no puede producir una vacuna de la calidad de Cimavax, que subestiman las investigaciones médicas de la isla, encuentra explicaciones para el desarrollo del medicamento que tiene vivos a muchos cubanos: “El bloqueo nos hizo buscar soluciones propias a nuestros problemas de salud, uno de ellos el cáncer de pulmón, fruto del tabaquismo tan extendido en Cuba. Esta es una esperanza para muchos en el mundo”.