Vinos salinos y minerales

Viñedos frente al mar

La próxima vez que compre un vino no deje pasar de largo detalles como su cercanía o lejanía de la costa, ya que para ciertas variedades de uva esta influencia es fundamental.

José Rafael Arango
29 de marzo de 2011

En días pasados tuve la oportunidad de probar algunos sauvignon blanc bastante notables, y caí en cuenta del cambio de estilo que viene sufriendo este tipo de vino: anteriormente, sus ejemplares se consideraban abundantes de fruta tropical y notas vegetales, hasta el punto de resultar sosos y aburridos. Ahora hablamos de vinos punzantes, cítricos y minerales, con notas salinas y a espárragos, considerados inolvidables y luminosos. 

Curiosamente, por esos mismos días escribí un artículo sobre Nueva Zelanda como gran potencia vinícola –no por cantidad sino por calidad–, y quedé pasmado al enterarme que su viticultura, a pesar de tener una tradición de siglo y medio, fue conocida ante el mundo apenas en 1973, cuando fue lanzado un sauvignon blanc impetuoso y similar a los que probé recientemente.  

Fue así como me di cuenta de la importancia y la influencia que tiene el mar sobre algunos viñedos y algunas zonas vitivinícolas del mundo, el cual aporta una personalidad especial que da como resultado vinos únicos y espectaculares.  

Consulté a tres enólogos: José Ignacio Maturana, de la viña Casa Silva, y Rafael Urrejola, de Undurraga, en Chile; y Carles Taurel, del Grupo Olivada, ubicado en cataluña.  

Bautizado por mí como el ‘enfant terrible’ de los vinos gracias a su búsqueda frenética e incesante de los mejores terroirs de Chile, Urrejola desarrolló su línea TH al apostarle a un terroir ubicado a escasos cuatro kilómetros del océano, conocido como Lo Abarca. Allí descubrió un microclima único, con fuerte influencia marítima, prolongadas neblinas matinales y tardes soleadas, que permiten un óptimo desarrollo de la uva. El resultado fue ser considerado el mejor sauvignon blanc del mundo en 2009, según la revista inglesa Decanter.  

Cerca al océano  
Países como Chile, Estados Unidos o Sudáfrica poseen en su geografía reconocidos valles vinícolas cerca al mar, que a su vez reciben la influencia de corrientes marinas heladas provenientes de los polos, las cuales permiten regular las temperaturas entre el día y la noche. Tanto Chile como Estados Unidos son territorios influenciados por la fría corriente de Humboldt, la cual asciende por todo el Pacífico y refresca los inclementes climas que se presentan en la costa. Lo mismo se puede decir de Sudáfrica, región aliviada por las aguas de la corriente de Benguela, que modera el ardiente terroir africano.  

Por otra parte, para el enólogo José Ignacio Tirado existen variedades de uva de ciclo corto, es decir, que maduran más temprano que las demás uvas. En este universo no solo se encuentra sauvignon blanc sino pinot noir. Tal comportamiento de las uvas lo ha llevado –tanto a él como a sus colegas– a buscar climas más fríos bajo la influencia de suaves brisas marinas, con el fin de facilitar el correcto desarrollo de las vides. Como consecuencia, en Chile han nacido terroirs como Casablanca, Limarí, San Antonio, Lo Abarca o Leyda.  

El viñedo Casa Silva, ubicado en el soleado valle de Colchagua, es un ejemplo de la manera como José Ignacio buscó sectores más frescos y le apostó al viñedo de Paredones, ubicado a siete kilómetros de la línea costera del Pacífico. Los resultados pronto se podrán valorar en el país gracias a la llegada de un pinot noir y un sauvignon blanc que darán mucho de qué hablar.  

Ahora bien, Carles Laurel (productor de unos fantásticos cavas), cuenta que la zona de Empordà, localizada en el extremo nororiental de Cataluña, presenta un paisaje de contrastes cuyos límites naturales son los Pirineos y el mar Mediterráneo al norte, y la espectacular Costa Brava al este, lo que convierte a este terruño en un lugar extraordinario entre mar y montaña marcado por la presencia del viento del norte (conocido como ‘la tramontana’). 

El efecto regulador de temperaturas sobre el aumento de humedad relativa, junto a la provocación de rocío y neblinas, crea diferenciales térmicos entre el día y la noche. Carles asegura que las viñas que están al pie del mar se caracterizan por una humedad relativa muy alta, por el efecto de la salinidad y por ser más castigadas por los vientos, lo que da como resultado una salubridad notable pues evita la formación de hongos y enfermedades fitosanitarias.  

Finalmente, este enólogo catalán asevera que la mezcla del clima mediterráneo, la influencia marítima, los suelos pizarroso o granítico y la buena orientación de pendiente, certifican las condiciones óptimas de madurez para variedades tintas tradicionales mediterráneas como garnacha, cariñena y syrah.