Así se vive la cosecha de café más esperada en años

En los últimos meses la carga del grano alcanzó precios nunca antes vistos. Los cultivadores esperan que el 2020 sea histórico. ¿Cómo va la gran cosecha en los cafetales del país?

25 de septiembre de 2020
El café sigue siendo el primer producto de exportación no petrolero ni minero en Colombia. | Foto: ©Cristiam Cubillos

Mientras la economía mundial sufre un colapso histórico, José Eliécer Sierra espera que el 2020 sea “el año de la redención”. La gran cosecha ha comenzado. En su finca, aferrada a las colinas de Pueblo Rico (Antioquia), los árboles están cargados de frutos rojos y se agitan al paso de los 25 recolectores que, con buen ojo y manos diestras, seleccionan los granos maduros. Como cientos de agricultores, José Eliécer se acostumbró a los reveses de un cultivo que exige el fervor de un enamorado. En sus 25 años como productor “ha habido momentos buenos, regulares y pésimos”, como en 2019, cuando la carga se pagó a $500 mil, una cifra tan desagradable como un tinto recalentado. Hoy la historia es distinta. En el último semestre el precio del café se ha mantenido por encima del millón de pesos y los cultivadores aguardan con ansias que la cosecha de fin de año, que representa el 70 por ciento de la producción, sea la mejor de los últimos tiempos.

 

Cuando se trata de predecir los precios del café, el economista y la pitonisa tienen las mismas posibilidades de acertar. Frágiles y volubles, los precios suben y bajan con una pasmosa facilidad. Se trata de una problemática histórica. Ya en 1888 el caudillo liberal Rafael Uribe, quien gerenció la empresa más grande de café de Cundinamarca, dijo en un discurso contra el gravamen al grano: “los caficultores viven en un ambiente más azaroso y arriesgado que el de los engordadores de ganado o los productores de papa. Mientras levantan la plantación y recolectan la primera cosecha, puede cambiar radicalmente el panorama de los precios”. 

 

Más de 130 años después, en febrero de 2019, José Eliécer advertía en una declaración a medios de que la brecha entre los costos de producción y los precios de venta era cada vez mayor: “Producir una carga de café se acerca a los 800 mil pesos y estamos vendiendo por debajo 700 mil. Es una pérdida de unos cien mil pesos por carga. Esos precios nos podrían llevar a la ruina”.  

 

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Un recolector promedio selecciona 120 kilos a diario. Los más hábiles, llamados recolectores 'bomba', llegan a los 300 kilos.

©Cristiam Cubillos

 

Hoy, lejos de pensar en la ruina, los cultivadores esperan que este año el café produzca ganancias cercanas a los 9 billones de pesos, una cifra nunca antes alcanzada. Según Álvaro Jaramillo, director ejecutivo del Comité de Cafeteros de Antioquia, se estima que por sexto año consecutivo la producción del país supere con creces los 14 millones de sacos.

 

Para analizar el precio del café, es necesario mirar siempre al sur, hacia Brasil, el primer productor del mundo. De los avatares del cultivo en ese país depende en gran medida el precio del grano colombiano. Acaban de anunciar una cosecha histórica de 65 millones de sacos, lo cual no es bueno para nosotros—dice Jaramillo—. Pero por otro lado se dice que la sequía en ese país podría dañar la próxima cosecha, entonces se compensa. Este año, la carga de café ha llegado a rondar el millón 250 mil pesos. Para Jaramillo, a final de 2020 el precio cerrará en un millón de pesos, una tarifa que garantiza una buena ganancia. 

 

La gran cosecha se da en unas circunstancias especiales, mediadas por una pandemia mundial sin precedentes que ha influido en los precios del café. En primer lugar, el alto precio del dólar frente al peso beneficia a los exportadores del grano. A esto se suma un aumento del 22 por ciento en el consumo de la bebida en el mundo, según datos de la Organización Internacional del Café. En Colombia, por su parte, el consumo interno creció el 3 por ciento. 

 

Los buenos precios han llenado de optimismo a los caficultores. Desde mediados de septiembre, hay movimiento en las fincas. Los recolectores andariegos, que atraviesan el país siguiendo las cosechas, están llegando a las terminales desde Sucre, Bolívar, Nariño y otros lugares donde no se recoge café en esta época. Según la finca, los caficultores les pagan entre $400 y $600 por cada kilo acopiado. Cada trabajador selecciona en promedio 120 kilos. Los más expertos, a quienes llaman recolectores ‘bomba’, son capaces de recolectar 300 kilos de café en un solo día.  Los recolectores duermen en las fincas, que les cobran entre $8.000 y $16.000 por la dormida y las tres comidas. 

 

Este año, por la Covid-19, en los campamentos se han dispuesto normas de bioseguridad, como la instalación de lavamanos y mangueras, el distanciamiento social y estrictos registros a la entrada de cada finca.

 

A pesar del auge de la cosecha, las realidades son distintas en las regiones de Colombia. En Antioquia, el Comité de Cafeteros anunció que necesita 43.000 trabajadores para recolectar el grano durante la cosecha. Según Jaramillo, el déficit de mano de obra es una realidad en el suroeste del departamento desde hace cinco años. “No es un llamado de urgencia: que si los 43 mil no llegan este lunes, se cae la cosecha cafetera en Antioquia. Lo que necesitamos es que, progresivamente, conforme se coseche, vayan llegando los recolectores, de a poquitos. Todos los años hacemos el mismo cálculo”.

 


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La tierra de Antioquia está tapizada de café. De los 125 municipios, en orden alfabético de Abejorral en adelante, 95 lo cultivan. La producción de este departamento es la segunda en importancia después de Huila que, a diferencia de otras regiones, tiene dos cosechas del mismo volumen por año.

 

En las montañas de Caldas la cosecha también avanza. Allí, en el municipio de Chinchiná, se hallan los cultivos de La Meseta, la mayor productora de café de Colombia. En sus más de 800 hectáreas crecen unos 4 millones de árboles de café. En el pico de la cosecha, la empresa emplea a 1.500 recolectores. Contrario a lo que ocurre en Antioquia, el déficit de mano de obra de todos los años es de apenas 100 o 200 trabajadores, pues la vecindad con Risaralda y Quindío, además de otros municipios de Caldas, garantiza que la oferta se llene.
 

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En 2019 la producción de café fue de 14,8 millones de sacos de 60 kilos. 
©Cristiam Cubillos

 

Lejos de la zona cafetera, en Moniquirá (Boyacá), Sven Erik Alarik cultiva su marca, Bentos Kaffe, en una finca llamada Mariala. Hasta ese pueblo llegó en la década de 1970 su padre, un sueco que se enamoró de una caldense y se quedó en esta tierra para siempre. Los productos de Sven, ganador al mejor café de Boyacá en 2018, se agrupan dentro de la categoría de cafés especiales. 

 

Boyacá es tierra de pequeños cultivadores, al igual que el 96 por ciento de los cafeteros del país, los cuales tienen en promedio 1,3 hectáreas. Sven ha advertido el fenómeno del desempleo en su región. Todas las semanas recibe llamadas de campesinos preguntando por empleo en el cultivo. “En los cascos urbanos de la región hay muchas personas desempleadas y buscan hacer lo que sea en el campo”, dice. Junto a otro cultivador, Sven hizo el trato de que los recolectores trabajen en ambas fincas para garantizarles más trabajo.

 

A pesar de los golpes, de precios bajos y de plagas, el café sigue siendo un símbolo de Colombia. Hoy más de 540 mil familias viven de este cultivo, que abarca 853 mil hectáreas de 23 departamentos. José Eliécer sigue creyendo en el café, tanto como cuando era un adolescente y gastaba los zapatos del colegio cosechando cultivos ajenos. Cuando se le pregunta si en los momentos difíciles ha pensado en renunciar, responde: “Nunca. Uno siente este trabajo como un compromiso. Cada finca cafetera que se acaba significa que mucha gente ya no podrá volver a trabajar”.

 

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Hoy, lejos de pensar en la ruina, los cultivadores esperan que este año el café produzca ganancias cercanas a los 9 billones de pesos, una cifra nunca antes alcanzada.
©Cristiam Cubillos