Buenaventura, Valle del Cauca
Los secretos de Betty Garcés, la voz más bella de Buenaventura
La cantante lírica colombiana más reconocida en el mundo habló con SEMANA RURAL desde Alemania. Recordó su Pacífico y los primeros pasos musicales que dio el barrio El Trapiche, en Buenaventura. Su voz ha sonado en teatros de Madrid, Milán y Nueva York.
Está muy joven. Solo tiene 34 años, pero ya es una voz consagrada en el ‘bel canto’.
En cada actuación, los grandes de la música clásica como Puchini, Verdi, Wagner, Beethoven y Mozart se convierten en sus cómplices. Betty Garcés Bedoya, la cantante lírica colombiana más reconocida internacionalmente, confiesa que en su Buenaventura del alma nunca conoció una ópera. Pero eso sí, escuchaba y bailaba currulaos, abozaos y salsa, la música que encendía a su padre, el profe José Garcés.
Allá en el barrio El Trapiche fue dando sus primeros pasos musicales la que hoy es considerada una de las sopranos más importantes de América Latina. Con un talento fuera de lo común, dueña de una potente voz redonda y un timbre lleno de calidez, Betty ha recorrido los principales escenarios culturales de los cinco continentes.
SEMANA RURAL la contactó en Alemania, el país que se ha convertido en su segunda patria. Gracias a las enseñanzas de los maestros teutones, Betty ha llevado su canto a un nivel superior, alcanzando registros aplaudidos en teatros de Madrid, Milán, Nueva York y Berlín.
Sin embargo, siempre su corazón vuelve como las olas a los suyos. Colombia es su país y Buenaventura, su alma. “Cada vez que se me vienen a la mente los recuerdos más remotos de mi vida en el barrio El Trapiche, inmediatamente se me llena el corazón de luz, alegría y colorido. Los recuerdos de mi amado vecindario siempre lleno de alegría, frescura y amabilidad de la gente fluyen y me llenan de mucha nostalgia”, dice con esa sencillez tan propia de los habitantes del Pacífico.
Dueña de una particular sensibilidad, Betty dejó que sus remembranzas corrieran traviesas como esa brisa que tanto añora de su tierra natal. El agradecimiento a sus primeros maestros, su llegada a Cali y el viaje a Europa, que le cambió la vida, son momentos que completaron un cuadro de evocaciones que en medio de tantas correrías hacía mucho tiempo no expresaba.
Pero también su voz se quebró, como pocas veces suele suceder en público, para hablar de su padre fallecido, el profesor de matemáticas salsero; de su abuela materna, Eufemia Bedoya, la misma que fue su confidente y le tarareaba canciones, haciendo un esfuerzo inmenso porque era sorda. Esa querida matrona que se le fue muy temprano, a los nueve años, y por la que un día, con la tristeza a cuestas por su partida, se encerró en el ‘cuarto de san alejo’ a dejar salir su dolor. En medio de su pena, el llanto se apoderó de ella y de pronto desde su interior comenzaron a fluir unas melodías sin palabras, unos gemidos que se entrelazaban con su pequeña voz. A partir de ese instante, nunca más dejaría de cantar.
Así es Betty Garcés, la voz más bella de Buenaventura.
Betty Garcés en el Teatro Enrique Buenaventura en Cali. © BERNANRDO PEÑA | EL PAÍS
Maestra, remóntese a sus primeros años en su puerto natal, más exactamente en El Trapiche, su barrio. ¿Qué recuerda de la Buenaventura de su niñez?
Recuerdo a los muchachos sentados en el andén y a los niños corriendo para arriba y para abajo. Yo estudiaba los primeros años de mi vida en un colegio que se llama Gabriela Mistral. Luego cuando iba a cursar segundo grado me cambiaron de colegio a uno que se llamaba San Antonio de Padua. Allí recuerdo muy bien a la maestra Elena en el primero y a la maestra Irene en el segundo. Yo era una muy buena estudiante, en el colegio tenía momentos en los que era muy callada y había otros instantes en los que me unía al bullicio de los muchachos. Buenaventura siempre estaba llena de música por todos lados, en una casa salsa, en la otra currulaos, en una más fuerte que en la otra. Recuerdo muchísimo las procesiones y que cuando empezaban a sonar los tambores a lo lejos, sea donde fuera que estuviéramos, dejábamos todo tirado y corríamos a pararnos en el balcón a ver la procesión que tenía cantaoras y bailarines de currulao, estaban las chirimías sonando y era una fiesta que todos disfrutábamos muchísimo. Algunos de los vecinos siempre estaban sentados en la puerta de la casa riéndose, echando cuentos, otros trabajando con la soldadura, otros bebiendo y en mi casa, casi siempre hacia el final de la semana, se reunía mi papá con sus amigos a escuchar salsa a todo volumen. Él amaba la salsa y tenía una gran colección de Long Plays.
Su padre era profesor y su madre pintora, era una familia especial, muy cultivada, artística...
Exactamente. Mi papá se llamaba José Garcés y mi mamá se llama Isabel Bedoya. Mi papá era matemático y experto en operaciones. Él era educador en varias instituciones en Buenaventura. Un hombre muy trabajador. Siempre tuvo una pasión por enseñar Y por ayudar a los jóvenes a encontrar un mejor camino. Él mismo tuvo una niñez y juventud bastante difíciles así que eso le llevaba a querer lo mejor para los muchachos. Mi madre pintaba y hacía muchas artesanías. Siempre ha sido una mujer muy creativa llena de un gusto especial por la estética y por los detalles. Yo no era muy amiga de las matemáticas, lastimosamente, pero al contrario cada vez que mi mamá estaba pintando, haciendo algún trabajo artesanal o esculpiendo yo estaba allí pegada a ella mirando y tratando de imitar lo que hacía. Tengo que decir que de ella aprendí muchísimas cosas referentes a la estética, las texturas, a amar los colores y a combinarlos.
«Cada vez que se me vienen a la mente los recuerdos más remotos de mi vida en el barrio El Trapiche, inmediatamente se me llena el corazón de luz, alegría y colorido. Los recuerdos de mi amado vecindario siempre lleno de alegría, frescura y de la amabilidad de la gente fluyen y me llenan de mucha nostalgia».
Betty Garcés en el Teatro Cristóbal Colón de Bogotá. © CRISTOBAL DE LA CUADRA
¿Cómo se produce su primer acercamiento con la música? Por personas cercanas a usted, supe que tuvo mucho que ver su abuela ya fallecida
Realmente mi primer acercamiento a la música se lo debo a mi entorno, pero sobre todo por un lado a mi papá y a su amor por la salsa y en cierto modo a las reuniones con sus amigos en la casa para escucharla, todo esto despertó en mí un interés inconsciente por la música. Yo era bastante tímida, así que me sentaba en mi rinconcito sola, muy tranquila pero siempre observando. En mi mente estaba siempre grabando, memorizando y tarareando los solos de los instrumentos y pienso que ese fue mi primer entrenamiento música, aun cuando yo no tenía en ningún momento la intención de dedicarme a la música. Debo decir que hubo momentos de mucha luz en mi niñez, en los qué disfruté muchísimo jugando con mis amiguitos del barrio y otros en los que el colegio era lo mejor. Luego vinieron situaciones en el hogar, en la relación con mis padres y mis hermanas que me afectaron muchísimo. El colegio se convirtió en una pesadilla. Comencé a sentir que no tenía la posibilidad de comunicarme con nadie en casa y de expresar mis emociones, me sentí sola y olvidada, poco a poco me fui encerrando en mi propio mundo.
Mi abuela materna, quien vivía en el primer piso de la casa, era la única persona con quien podía relacionarme en esa etapa difícil de mi vida. Ella era sorda, pero a pesar de su eso había una conexión especial entre las dos. No necesitábamos muchas palabras para saber lo mucho que nos amábamos, ella me cantaba canciones y me cargaba en sus brazos y nos sentábamos juntas a ver pasar lo carros. Yo le hablaba fuerte pensando que así me escucharía, pero lo que ella sabía hacer muy bien era leer los labios. Ella se convirtió en mi único referente de amor y aprobación.
Y es allí donde sufre su primera gran pérdida…
Yo tenía nueve años y cuando ella murió otra vez me encontré sola. Así que en medio del dolor y la tristeza y de no poder expresar tantas cosas, recuerdo que yo me encontraba en mi lugar favorito de la casa que era el ‘cuarto de San Alejo’ donde mi mamá guardaba sus pinturas y mi papá guardaba sus libros, allí yo tenía mis juguetes. Un día en medio de la tristeza simplemente comencé a llorar y de mi interior empezaron a fluir melodías sin palabras, en medio de gemidos y lágrimas estas melodías empezaron a salir desde lo profundo de mi corazón, expresando tantas cosas que no podía decir con palabras, que si hubiese Intentado hablar con alguien quizá no me hubiese podido comprender. Ese es el primer recuerdo que tengo de haber cantado conscientemente y a partir de ese momento no dejé de hacerlo. Pienso que a pesar de las dificultades de esa etapa de mi vida, Dios me regaló un nuevo lenguaje muy especial, no solamente para poder expresar lo que hay en mi corazón sino también a la vez poder compartirlo con las personas que están alrededor escuchando. Ese fue mi primer encuentro con el canto.
¿Cómo hizo para prepararse en Buenaventura y qué cantaba en el colegio?
En Buenaventura nunca recibí clases de música ni de canto. Recuerdo que mis papás me regalaron una guitarra cuando era pequeña, pero nunca la pude tocar de verdad porque no teníamos un profesor que me pudiera enseñar. Allí tampoco tuve nunca la oportunidad de escuchar a nadie cantar ópera y todo esto ocurrió cuando me fui a vivir a Cali.
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| Betty Garcés interpretando La Forza del Destino. de G. Verdi en el Teatro Enrique Buenaventura en Cali.
Entonces, ¿cómo es que en Cali comienza a entender que tenía una voz hermosa? ¿Qué recuerda de esa primera vez que usted dijo ‘esto es en serio’, a la gente le gusta como canto y de esto puedo vivir?
Ya viviendo en Cali recuerdo que un día mi hermana Adriana, quien estaba tomando clases de teatro en el instituto de Bellas Artes, llegó a la casa y me dijo que estaban haciendo exámenes de admisión para estudiar música en el Conservatorio, que por qué no me presentaba a ver si finalmente podía aprender a tocar la guitarra. Le hice caso, me inscribí y comencé a prepararme con una profesora ya que no tenía conocimientos acerca de las escalas y la teoría. Esa profesora me dijo que para ampliar las posibilidades de ganar un cupo para la carrera de música sería bueno inscribirme para más instrumentos, así que decidí inscribirme también para el examen de admisión de canto y la idea era cantar y acompañarme con la guitarra. Canté ‘Hijo de la luna’, de Mecano, y unas semanas después salieron los resultados y me dieron el cupo para canto y no para guitarra que era lo que quería estudiar. Eso fue muy gracioso y me sorprendió mucho, pero yo dije: ‘si tengo un cupo para el conservatorio lo voy a aprovechar y comencé a estudiar canto lírico sin tener la menor idea de qué se trataba’.
Cuando tenía las primeras reuniones con la profesora y los otros estudiantes que habían pasado era muy gracioso porque eran totalmente desenvueltos en el tema y me sentía como que estaba en el lugar equivocado, porque no podía cantar de la forma como ellos lo hacían. Pero un día la maestra que era Ivonne Giraldo me dijo: ‘tranquila miija que usted llega tímida, pero se va temida’. Ella comenzó a invitarme a su casa y me mostraba las colecciones que tenía. Recuerdo que me enseñó a la cantante afroamericana Jessie Norman interpretando unas canciones de Richard Wagner y me enamoré profundamente tanto de su voz como de lo que estaba cantando, a pesar de que no entendía nada porque estaba en alemán, pero hubo una conexión profunda con este repertorio.
¿Creyó en algún momento que podría ser una de las mejores sopranos del continente?
La verdad no creo aún haber alcanzado eso, pero en ese momento no tenía pensamientos grandes ni ambiciosos respecto llegar a ser una gran cantante de ópera. La verdad sí estaba muy contenta con mis estudios de canto, pero lo más alto que pensaba era llegar a hacer conciertos en Cali, quizás en el departamento del Valle del Cauca y llegar a ser profesora de canto, me sentía contenta pensando de esa manera.
¿Cómo es que comienza en Cali y rápidamente llega a Alemania?
Cuando me encontraba a la mitad de mis estudios en el Conservatorio en Cali llegó el maestro Francisco Vergara, él es un cantante lírico caleño que trabajó por más de 30 años en la obra de Colonia en Alemania y llegaba hacerse cargo del taller de ópera del Conservatorio, más adelante se hizo cargo de la decanatura de música. Pero en ese momento él venía a trabajar con nosotros en el taller de ópera, así que la profesora Ivonne organizó una pequeña audición para que él nos escuchara y nos conociera y cada uno de los estudiantes cantó una canción o un aria de ópera. Recuerdo que canté un aria de Cleopatra, de la ópera Giulio Cesare, y al finalizar la audición la maestra me dijo que necesitaba hablar conmigo. Me contó que al Maestro Francisco le había gustado mi voz, que consideraba que tenía que talento y un buen material para pensar en la posibilidad de irme a preparar en el exterior y quizá realizar una carrera. En ese momento se abrió un panorama muy amplio delante de mí porque realmente hasta ese momento nunca había pensado ni siquiera la posibilidad de seguirme especializando.
Esos eran sueños mucho más grandes de los que estaba acostumbrada a tener, así que el maestro Francisco habló con la maestra Ivonne y después de conocer un poco mi situación financiera supo que no tenía las posibilidades de cubrir el viaje a Alemania, así que él decidió tomárselo de manera personal y decidió hacer una colecta entre sus amigos. La exministra de Cultura Mariana Garcés, algunas instituciones de Cali y personas que asistían a nuestros recitales académicos nos apoyaron. El maestro Francisco y la doctora Mariana han seguido apoyándome y creyendo en mí hasta el día de hoy. Creo que simplemente Dios puso en el corazón de estas personas impulsarme.
La soprano de Buenaventura se encuentra actualmente en Alemania. © CRISTOBAL DE LA CUADRA
«Fue, ha sido y sigue siendo una gran aventura para mí desde el momento en el que empecé a soñar con la posibilidad de continuar con mis estudios en el extranjero. Cuando me subí al avión, salí de Colombia y pisé tierras alemanas, ha sido una aventura indescriptible y continúa siéndolo. Pienso que simplemente ese era el comienzo de muchas cosas que estaban reservadas para que ocurrieran en mi vida y ha sido una aventura llena de momentos muy gratificantes, incontables enseñanzas, alegrías, lágrimas, momentos de extrañar muchísimo a mi familia, de grandes sacrificios, pero siempre acompañada de Dios y con la convicción de que estaba en el lugar donde debía estar en el momento preciso de mi vida».
A propósito, ¿qué es lo que más extraña de su tierra, de su Buenaventura del alma?
De mi Buenaventura extraño infinitamente las tardes lluviosas, el aguacero cálido. Recuerdo que cuando era pequeña teníamos en la casa una terraza muy grande sin techo, y nos bañamos allí con mis hermanas a escondidas de mi mamá y de mi papá cuando llovía y ya luego cuando éramos más grandecitas si podíamos correr por la calle jugando bajo el aguacero y la verdad que era increíble. Esa brisa cálida, las tardes en Buenaventura, los atardeceres son muy nostálgicos. Hablan de tantas cosas, cuentan historias, son mágicos. También extraño mucho el calor de la gente de ese entonces cuando aún era una niña y salí de Buenaventura para ir a Cali.
Ha regresado, ¿sueña con ayudar a que aparezcan otras voces, quizás?
Sí, desde que regresé a Colombia por primera vez tuve la oportunidad de pasar por mi Buenaventura amada, pero fue hasta el 2015 cuando tuve la oportunidad de realizar mi primer concierto allí, en el puerto lindo que me vio nacer, que me vio partir con mis maletas en busca de mi camino, escribir de la mano de Dios mi propia historia. Colombia es un país lleno de gente pujante y Buenaventura es una tierra llena de héroes cotidianos luchando todo el tiempo para cambiar su propia historia. Tengo muchos sueños y planes para poder verter en Buenaventura y en mi gente todo esto que Dios me ha permitido aprender y vivir en estos últimos diez años. Con el tiempo, con la ayuda y equipos que Dios ponga en mi camino se irán cristalizando estos proyectos y se irán convirtiendo en sueños realizados. Cuando sea el tiempo comenzarán a verse y a florecer. Sueño con que esto que me ha ocurrido a mí pueda pasarle a muchas otras personas como yo que en ese momento tenía una vida común y corriente.
¿Algo que la transporte a su tierra?
Cuando escucho la canción Mi Buenaventura, por supuesto, pero también cuando escucho:
“Que sepan en Puerto Rico, que es la tierra del jibarito,
a Nueva York hoy mi canto, perdonen que no les dedico,
a Panamá, Venezuela, a todos, todos hermanitos,
el Grupo Niche pide disculpas pues no es nuestra culpa
que en la Costa del Pacífico hay un pueblo que lo llevamos
en el alma se nos pegaron y con otros lo comparamos,
allá hay cariño, ternura, ambiente de sabrosura,
los cueros van en la sangre del pequeño
hasta el más grande.
Son niches como nosotros, de alegría siempre en el rostro.
A ti mi Buenaventura con amor te lo dedicamos. . .
. . .“Mi Buenaventuuuuuuraaaa, Buenaventura y Caney
«Me encanta la idea de ir por el camino que me ha sido encomendado y pisar los escenarios que Dios me permite llevando el perfume de ser lo que soy y de venir de donde vengo, de mostrar mis raíces ancestrales africanas Y todas las otras raíces que tengo, de hablarle a la gente de dónde nací, de mi gente y mostrarles las cosas tan bonitas que también tenemos para ofrecer. Le agradezco mucho a Dios por la historia de mis antepasados, que a pesar de todo el dolor y sufrimiento hoy podemos seguir adelante a través del perdón, no olvidándolo, sino abrazando y levantándonos con más fuerza. Con la frente en alto y el corazón abierto para ofrecer el amor y todo lo que hay en nosotros para brindar y compartir en todos los rincones del mundo».
Entre las casas de ópera que ha recorrido se encuentran Berlín, Milán y Madrid. © CRISTOBAL DE LA CUADRA
Hay mucha calidad en el Pacífico, pero sin duda lo artístico es muy fuerte. El Festival de Petronio, las cantaoras, los grandes intérpretes de marimbas, es demasiado el talento en su tierra…
Exactamente, hay muchísimo talento, más de lo que nos imaginamos. Simplemente están allí escondidos esperando ser descubiertos, que alguien los empuje y los apoye. Sé que en muchos casos se trata de levantarse y creer en uno mismo, pero hay situaciones en nuestra sociedad tan desigual y tan llena de faltantes y de oportunidades para la mayoría, donde para muchos no es posible creer en sí mismos, necesitan un empujón, una voz sincera que les diga: ‘Hey, ¡tú tienes un gran talento! Que les diga: ¡tú eres capaz de esto, vé por ello! Que les haga salir de la comodidad o incomodidad de su entorno y les ayude a soñar con cosas más grandes de las que están acostumbrados a ver o a vivir. Necesitan gente que crea en ellos, que desee lo mejor para ellos y que les ayude, les impulse y les inspire a creer en sí mismos y en lo que Dios les ha dado.
Un mensaje final para su gente del Pacífico y también para quienes en el resto de Colombia la admiran por su historia, su lucha, talento y humildad.
No es que yo haya sido algo especial, lo que quiero con mi vida, con mi historia para Buenaventura y para la gente que se sienta identificada, es que recuerden que Dios ha puesto en cada uno de nosotros grandes talentos, cualidades y potencial. Que más allá del entorno en el que hemos nacido, en el que hemos crecido, o el que nos rodea, en este mismo instante hay un potencial inmenso puesto dentro de nosotros con la capacidad de transformarlo y de cambiar nuestras vidas. De afectar de manera positiva nuestra realidad y de levantar una bandera en medio de esta sociedad y de nuestra propia creencia que nos grita que no podemos, que no somos suficiente, que no tenemos las herramientas o que no tenemos derecho, y decirle y decirnos a nosotros mismos: ¡Sí se puede! Sí tenemos con qué. Sí somos suficiente para transformar nuestra sociedad. Una de las bonitas enseñanzas que me dejó mi amado padre, el profe José Garcés Portocarrero era que él decía: “Si puedes soñar con algo que cambie una mala situación, entonces con toda seguridad puedes lograr ese cambio. ¿Qué esperas? ¿Qué te detiene?”.