La Piragua es fruto de las vivencias de infancia de José Barros | Foto: Jhon Barros

El Banco, Magdalena

Mitos de una obra maestra

Hay muchas versiones acerca de la creación de 'La Piragua', uno de las canciones más exitosas de la cumbia colombiana. Conozca ¿Cuáles de estas historias son ciertas y cuáles no?

14 de agosto de 2019

Según Veruschka Barros, uno de los nueve hijos que tuvo el maestro, quien nació cuatro años después de la primera difusión de La Piragua en las radios nacionales, Benito Barros, como lo conocían en El Banco, le contó desde muy pequeña varias anécdotas, mitos e historias sobre esta obra maestra, casi todas sentados en el porche de la casa donde sacaba su mecedora cuando el sol bajaba la guardia.

Empieza desmintiendo lo que la mayoría de personas piensa sobre el inicio de la canción: ‘me contaron los abuelos que hace tiempo’. “A mi no me contaron nada mis abuelos, les decía a los cientos de periodistas que lo entrevistaban. Era una referencia para explicar un recuerdo de su niñez, cuando la conoció en esos chapuzones con sus amigos, que parecían patolluvios, y se embarcaban en la piragua escondidos para robarse las yucas y plátanos que iban desde El Banco hasta Chimichagua”

A Katiuska, la mayor de la última camada de hijos del maestro Barros, también le contó. “Que Fueron sus ojos los que quedaron atrapados por la embarcación que llegaba todos los días a llevar mercancías por los pueblos de la ribera del río. Mi papá me contaba que algunas veces se ganaba unos centavos llevando cosas de ahí al mercado. Fue una historia que siempre rondó en su cabeza, y que la convirtió muchos años después en una prosa romántica y poética que al comienzo fue rechazada por no ser guapachosa”

Muchos creen que La Piragua  fue fruto de la interpretación de un sueño caribeño o escrita totalmente en el caluroso Banco. “Todo lo que narra la canción fue cierto, y en sí es un relato fidedigno de su época de niño”, dice Veruschka. “Fue una canción que le tomó mucho tiempo, estuvo bastante relajado en su composición. Luego de ires y venires, la idea se materializó en los 60 cuando viajaba de Bogotá a El Banco para visitar a sus amigos y retroalimentarse. En esa época fue que, sentado en el muelle, tuvo el recuerdo más vívido de ‘La Piragua’ de Cubillos. Pero fue en un casetín en Bogotá, sobre la carrera séptima, donde terminó la canción”.

 


 

Te puede interesar: Cinco décadas de 'La Piragua'


 

‘La Piragua’ fue dedicado a la desaparición de esas chalupas y embarcaciones ancestrales por la llegada de los botes a motor, los johnson. © Jhon Barros



Ya radicado del todo en El Banco, a finales de los 60, y luego de que La Piragua se volviera viral en Colombia y en otros países del continente, José Benito Barros destinaba su tiempo a componer más canciones y a educar a sus últimos tres hijos: Katiuska, Veruschka y Boris. Su mamá decidió abandonar el nido familiar en busca de nuevos rumbos.

“Él fue papá y mamá al mismo tiempo. Todas las tardes, cuando regresaba de visitar a las Pisciotti, sacaba la mecedora al frente de la casa para conversar con sus amigos. Yo, con menos de seis años, me sentaba en sus piernas y le pedía que me cantara para dormir. La curiosidad de niña me llevó a preguntarle por el protagonista de La Piragua, canción que aprendí en casa. Así me percaté que la historia era real, que Guillermo Cubillos era un señor de estatura mediana que se vestía con sombrero y sastre blanco cerrado, dueño de una emblemática canoa. Yo crecí en medio de las historias de sus canciones, como ‘La Momposina’, pero ‘La Piragua’ era la que más me deleitaba”, narra Veruschka.

 


 

En esas charlas en la mecedora, que siguieron en la adolescencia y adultez, el maestro Barros le siguió revelando a su hija consentida, tal vez por ser la única que heredó la piel trigueña de su progenitor, más datos escondidos sobre la historia de La Piragua.


 

El temible Pedro Albundia, el auxiliar de Cubillos que tenía fama de buscar conflictos por todo lado, tampoco fue un personaje de fantasía. “Pero su apellido real no era Albundia, sino Arbórea. Ese cambio nació por el azar, ya que necesitaba que las palabras rimaran. Lo mismo pasó con los bogas o remadores, que no eran doce como dice la canción, sino seis u ocho. Pero para que tuviera cierto misticismo, mi papá puso a doce, como los doce apóstoles, remando y capoteando un vendaval”, anota Veruschka.

El nombre de la embarcación es otro mito que pocos conocen. Según Veruschka, Cubillos no la llamaba La Piragua, sino Isabel Helena, unión de los nombres de dos de sus hijas. “Pero mi papá decidió nombrarla distinto para recuperar una palabra sumergida en el olvido. En la Costa, a las embarcaciones las llamamos canoas, chalupas o johnson, pero en esa época nadie les decía piraguas, un término que él encontró entre los libros y documentos que tanto leía. Mi padre hizo un gran aporte para rescatar ese término del lenguaje”.

A nivel internacional, su hija menor se enteró de otra anécdota en esas conversaciones a la sombra de un frondoso árbol. “Una orquesta llevaba un demo de La Piragua en un avión, pero fue secuestrado y aterrizó en Cuba. Allí terminan repartiendo todos los acetatos en las calles de La Habana, donde gustó tanto que una plaza de la ciudad fue bautizada con el nombre de la canción”.

 


 

Te puede interesar:  Homenaje a 'La Piragua'


 

Uno de los versos más bonitos de La Piragua fue dedicado a la desaparición de esas chalupas y embarcaciones ancestrales por la llegada de los botes a motor, los johnson. ‘Doce sombras ahora viejas ya no reman, ya no cruje el maderamen en el agua, solo quedan los recuerdos en la arena donde yace dormitando La Piragua’

Eso le ocurrió a La Piragua de Cubillos y a todas esas canoas que necesitaban de fuertes bogas para remar en las aguas de los ríos colombianos. La llegada de los johnson impulsados con motores, sepultó al tradicional medio de transporte. Para Veruschka, lo que hizo su papá fue un homenaje nostálgico de la antigua vida de los pueblos ribereños como El Banco para que nadie la olvidara.

 

El maestro José Barros recibiendo el Disco de Platino por la ventas de La Piragua. © Archivo particular: Veruschka Barros


No tenía preferencias


En sus 92 años de vida, José Barros compuso más de 800 canciones, entre cumbias, tangos, pasillos, bambucos y vallenatos, repertorio que ha sido interpretado por diversos cantantes de la talla de Celia Cruz, Matilde Díaz, Julio Jaramillo, Leonor González Mina, la Sonora Matancera, la orquesta de Lucho Bermúdez y Totó La Momposina. Sin embargo, su pieza universal es La Piragua, canción de su natal Banco Magdalena a la que nunca reconoció como su favorita y que recientemente inundó las redes sociales cuando el coro Cervantes de Shanghai en la China, la cantó maravillosamente.

“Lo que yo le escuchaba decir a mi papá es que su canción preferida era la que acababa de escribir. Entonces La Piragua debió serlo en la época en que la terminó. Lo que sí reconocía es que era una de sus mejores composiciones y que quedó profundamente enamorado de la interpretación de Gabriel Romero, el cumbiambero mayor nacido en Sabanagrande Atlántico, segundo en cantarla después del trío vallenato”, recuerda Veruschka.

José Barros, según la penúltima de sus nueve hijos, consideraba que Gabriel Romero le imprimió la fuerza y dicción exactas para transmitir el mensaje de ‘La Piragua’. “Para mi papá, un gran cantante tenía que dejar muy claro el mensaje con una pronunciación perfecta y darle la entonación digna en los momentos exactos y precisos. Para él, Romero era el mejor en cumbia, y por su magnífica interpretación de La Piragua decidió entregarle otras canciones como ‘Violencia’, ‘Mango chupa’, ‘El minero’, ‘Caminito de luna’ y muchas más”.

Katiuska, quien le dio una nieta a José Barros, que alcanzó a cargar en sus piernas, del total de 14 que procrearon sus nueve hijos, complementa la historia de su hermana.

 


 

«Él decía que le gustaban todas sus canciones. Pero admitió que La Piragua sí era una de las más bonitas por el recuerdo de su niñez y sus amigos. Le tenía mucho cariño. Mi papá fue uno de los pocos compositores que tenía una gran habilidad para crear todo tipo de ritmos, como boleros, cumbias, merengues y tangos. La música le llegaba como por arte de magia. Yo sí tengo mi favorita: ‘El pescador’, una obra tan diciente y real de las personas que nos criamos cerca al río». 

 


 

Afirma que José Barros nunca pensó que La Piragua llegaría a convertirse en un éxito mundial. “Es más, considero que nunca imaginó que sus canciones iban a ser parte de la historia de la música nacional, y la verdad nunca pensaba en eso. Él escribía por pasión y amor, y no con la mentalidad de permanecer vigente o ganar más plata. Era un artista y un poeta. Nunca estuvo a la expectativa de reconocimientos. Disfrutaba lo que hacía y se dio el lujo de vivir de eso. Nos dio educación a los tres: yo me gradué en licenciatura de filosofía, Veruschka en hotelería y turismo e idiomas, y Boris en comunicación social”.