Toribío, Cauca
Dumar Mestizo, el muralista al que las balas no lo dejaron seguir pintando
El pasado viernes fue asesinado en zona rural de Toribío un artista y profesor de pintura del resguardo indígena de Jambaló. La situación en el norte del Cauca cada vez se vuelve más convulsa y en medio están las comunidades que luchan por la paz y el territorio.
Al ver el cuerpo de Dumar salpicado de disparos, Harold Secué revivió la misma escena trágica de diez años atrás. El viernes pasado Dumar Mestizo se dirigía de La Despensa, en la zona rural de Toribío, a su casa en Jambaló, cuando hombres en motocicleta le dispararon. Intentó escapar pero unos metros más adelante lo remataron.
Ese viernes Harold revivió en su mente el día en el que asesinaron a Marino Mestizo, el papá de Dumar. Fue uno de los primeros en llegar a una zona rural de Caloto donde estaba el cuerpo sin vida.
Una de las fotografías que le hacen honor a Dumar Mestizo lo muestran a él con un grupo de amigos. De fondo se ve un mural que él pintó de su padre.
Dumar formaba parte del Movimiento Juvenil Álvaro Ulcúe Chocué, una organización que se fundó en 1980 cuya misión ha sido formar a los indígenas en diferentes saberes de las artes. Dumar era muralista, intervenía grandes paredes en las que plasmaba sus mensajes de paz y resistencia.
Hizo parte del programa de Jóvenes del Resguardo de Jambaló y de la estrategia Generaciones étnicas, con bienestar como promotor de derechos. Fue líder en la campaña contra el reclutamiento de jóvenes por parte de los grupos armados en la zona, y ayudó a fortalecer los semilleros de autoridad en instituciones educativas.
Una de las obras de Dumar Mestizo
Una luna tierna con hojas y ramas, naranjas y azules, cuelga de un cielo gris que se vuelve blanco cuando toca los picos de las montañas puntiagudas, donde parece que los diferentes verdes y azules de ellas mostraran las capas de la tierra, colores que se aprecian cuando la montaña ha sido maltratada.
Otro de sus murales, un colibrí detrás de un paisaje verde es interrumpido por manchones rebeldes de pintura, diálogos a la abstracción y al amor por la línea fortuita, por el error gratificante. Detrás aparece el maíz envuelto en sus hojas, de donde nacen los seres humanos según la cosmología de los pueblos originarios de Latinoamérica y cuyo símbolo ha forjado la resistencia. Son algunos de los murales que dejó Dumar, y que se espera que permanezcan como recuerdo de su paso por este mundo.
Dumar era jóven, de pelo respingado como un erizo, nariz y labios anchos que no se inmutaban mucho cuando sonreía en las fotografías, tenía dos pepas oscuras en el iris de sus ojos y era un apasionado profesor de diseño y dibujo. “Recuerdo que estaba en un evento cultural y Dumar se estaba tomando sus tragos. Me invitó una copa y me dijo '¿Harold, no sabes quién soy yo?'. Yo en realidad no me acordaba de él hasta que me dijo que era hijo de Marino. Desde ahí volvimos a estar conectados”, cuenta Harold.
Uno de sus murales más famosos muestra un paisaje nocturno con destellos de luces sobre las montañas. “Fue una reflexión sobre la oscuridad del norte del Cauca y ahí mostraba cómo el cultivo de marihuana había permeado los territorios y mostraba la destrucción y la oscuridad del territorio pero en el mismo dibujo mostraba la esperanza, mostraba un territorio verde lleno de casas”, recuerda uno de sus amigos cercanos.
Tendencias
Dumar junto al mural que le pintó a su padre Marino y en sus actividades con el Movimiento Juvenil
“Rechazamos rotundamente, el cobarde asesinato del joven Dumar Mestizo integrante del Grupo Juvenil Álvaro Ulcué, en horas de la tarde del 4 de octubre del presente año, en el sector de la Despensa Municipio de Toribío. Dumar era residente en la vereda la Esperanza del resguardo de Jambaló”, rechazó el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) en un comunicado.
Según esa organización, durante el ataque, Dumar acompañaba al programa de Generaciones Étnicas de su resguardo. Horas antes de que hombres armados le quitaran la vida al artista, unos panfletos aparecieron en el barrio La Mesa de Belelcázar, justo al frente de la casa donde se hospeda el mayor del CRIC, Hermes Pete Vivas.
El papel, firmado por una disidencia de las Farc, le exige al CRIC no reactivar la guardia indígena y desistir de actividades que promuevan la resistencia de los pueblos originarios. En el norte del Cauca existe una lucha por el territorio, los cultivos ilícitos y otras economías ilegales donde convergen la disidencia del sexto frente de las Farc, el ELN y más recientemente el grupo narcotraficante del EPL, más conocido como Los Pelusos.
Pie de foto
En tan solo dos semanas han sido asesinadas seis personas, entre ellas cuatro indígenas en el norte del Cauca. La escalada de la violencia ha sido tan crítica que Antonio Guterres, secretario General de la ONU, pidió medidas inmediatas al gobierno nacional.
Hace 15 días fue la semana del muralismo en el colegio Marden Arnulfo Betancur, el primer indígena que fue alcalde de Toribío y que también asesinaron. Dumar propuso hacerle un mural, un trabajo arduo de varios días. Le dijo al rector que volvería, creyendo que la muerte todavía estaba lejos y que regresaría para terminarlo. Pero no fue así. Los niños que pertenecían al programa de Generaciones Étnicas no pudieron contener las lágrimas cuando le dijeron que su profesor había muerto y que él no ayudaría a terminar la obra que comenzó.
“Para nosotros los nasa no morimos del todo, este lunes sembraremos el cuerpo de Dumar, y volverá a la tierra”.