En medio del coronavirus, nace el primer Festival del Bocadillo
En una crisis sin antecedentes, Paola Pineda inventó un festival que devolvió la esperanza a 6 mil productores. Esta es la historia del dulce despertar del bocadillo veleño en Boyacá y Santander.
A mediados de marzo, Pilar Martínez salía sonriente de su fábrica de bocadillos, en Vélez (Santander). Las ventas venían subiendo desde 2019 y la producción funcionaba sin pausa. Cuando llegó a su casa, encendió el televisor para ver la alocución del Presidente Duque sobre el avance del coronavirus. El primer caso se había registrado una semana antes. A pesar de que la situación en Europa era difícil, en Colombia el virus aún se sentía como algo lejano.
Todo cambió cuando el presidente dijo: “En desarrollo del Estado de Emergencia, aplicaremos un Aislamiento Preventivo Obligatorio para todos los colombianos, desde el próximo martes 24 de marzo hasta el lunes 13 de abril”. Desde ese momento, cada semana el aislamiento se prolongó, una y otra vez.
Pilar dejó de sonreír. Su fábrica dejó de funcionar casi por completo. Varios pedidos, listos para despachar a los proveedores, se perdieron. El panorama era gris. La situación se mantuvo de esa forma durante casi todo el aislamiento. Varias fábricas de Vélez trabajaban a media máquina y algunas estaban frenadas.
Con las empresas sin producir, los productores de guayaba hacían números para pagar las cuentas. En las provincias de Vélez (Santander) y Ricaurte (Boyacá), 4.300 familias dependen del cultivo de esta fruta. Así mismo, los productores de hojas de bijao, que recubren los bocadillos veleños, no tenían a quién ofrecer su producto. Toda la cadena estaba parada.
“Nos tocó empezar a creer más. Yo me aferraba a Dios para que saliéramos adelante. Empecé a hacer cuentas. Le teníamos que responder a muchas personas, estar al tanto de lo que estaba pasando. Nadie estaba preparado”, dice Pilar.
El verdadero bocadillo veleño es hecho con guayaba roja y blanca, de la región de Vélez y es empacado en hoja de bijao
©Cedida por Paola Pineda
Mientras tanto, en Moniquirá, a Paola Pineda las cuentas no le daban. Tenía bajo su responsabilidad la fábrica de sus abuelos, fundada en 1963, y a todo el gremio. Como representante legal de Fedeveleños, la asociación de productores de guayaba, bijao y bocadillo, debía diseñar estrategias para sobrevivir al golpe de la pandemia.
Su mente no dejaba de trabajar. Pasaba noches en vela, pues debía cuidar un legado. “Mi cuna siempre estuvo al lado de las salas de bocadillo. Mi papás me cuentan que cuando me aprendí a parar en el corral, les metía las manos a las tablas y encontraban a los bocadillos llenos de huequitos”, cuenta Paola.
Ese recuerdo hoy le da fortaleza. Su familia ha producido bocadillos veleños desde hace varias décadas. Su abuelo fundó La Selección en 1963, después en 1982 pasó a manos de su padre. Hasta que en 2014 Paola volvió a Moniquirá. Todavía recuerda el instante en que le avisó a su jefe que iba a renunciar. “Esto es mi vida, yo me pude haber quedado detrás de un escritorio en Bogotá pero mi provincia y mi familia me necesitaban”, dice Paola.
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En Moniquirá empezó a ganarse un espacio en la fábrica. Como es un negocio familiar, todos los Pineda hacen parte de la producción. Su abuelo, con 87 años, supervisa todos los días el corte de los bocadillos y su cocción. Su padre también se asegura de que cada producto tenga la mejor calidad. Paola, entre tanto, se ha dedicado a encontrarle una salida a todos los bocadillos en medio de la incertidumbre de la pandemia.
Ella carga con un legado de familia y de siglos atrás. Se habla de que la primera dulcería de Vélez, fundada en 1603, ya producía bocadillos. Desde épocas de la independencia, el General Francisco de Paula Santander, quien nombra el departamento, disfrutaba comer bocadillos. “Muy pocas cosas me hacen tanta falta aquí como el sabor de los veleños”, escribió el prócer desde su exilio en Europa.
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Durante el festival las fábricas de la región fábricaron 3.000 kits con diferentes tipos de bocadillo.
©Las Dalias
Hoy el bocadillo veleño es uno de los pocos productos en el país con denominación de origen. Este galardón, entregado en 2017 por la Superintendencia de Industria y Comercio, reconoce a productos cuya historia, saber hacer, y ubicación geográfica juegan una parte clave en su producción.
“Fue un reconocimiento a la labor de toda una vida, sentirnos orgullos de un producto que ni nosotros le damos el valor que tiene. Una denominación de origen no se crea, se reconoce”, dice Paola. Este sello abarca más de 10.000 familias de productores de guayaba roja y blanca, hojas de bijao y de bocadillo de seis municipios: Vélez, Barbosa, Puente Nacional, Guavatá, Jesús María y Moniquirá. Hoy son los encargados de defender la tradición.
Su empeño por preservar esta tradición, llevó a Paola a crear en plena pandemia el primer Festival del Bocadillo, una fiesta en homenaje a la historia del producto y la cultura del municipio donde todo empezó. Era la oportunidad de vender de nuevo y prender los hornos.
Fueron varios meses de planeación. Tenían que diseñar la programación del festival, la divulgación y la forma de comercializar los productos por Internet, sin la cercanía al consumidor. Crearon tres kits para ventas, cada uno con un precio de 30.000 pesos, que contaba con productos como herpos, bocadillos de frutas, veleños y hasta panelitas.
En el festival además de exaltar el bocadillo, también se habló de otras prácticas culturales de la región, como los bailes y los vestidos.
©Cedida por Paola Pineda
Al principio tenían miedo. Pilar Martínez, cuya fábrica Las Dalias funcionaba al 40 por ciento, no olvida el momento en que tuvo que regalar casi toda la producción de bocadillos que había sacado en marzo. Estaba muy nerviosa de que volviera a pasar lo mismo. Jamás habían vendido un veleño por internet y miles de familias dependían de las ventas en el festival. Pero a Paola no le tembló la mano. “Nos dijo que sacaramos 3.000 unidades entre todos … ¡3.000! Yo al principio estaba muy escéptica, tenía miedo de que no nos compraran”, dice Pilar.
Ese miedo duró poco. El festival, que terminaría el 28 de septiembre, se alargó hasta el 4 de octubre por el alto volumen de ventas. Vendieron bocadillos a todo el país. “Llegamos a muchos lugares de Colombia donde seguro hace mucho no se comían un bocadillo. Tuvimos pedidos de Pasto, de Cali, de San José del Guaviare, de miles de personas que hace años no se comían un veleño y nos escribían felices”, cuenta Paola.
Fue una oportunidad de reactivar las ventas, apoyar a 6.000 familias del gremio que participaron en la iniciativa y además darse a conocer. También, mostrar que los productores de bocadillo tradicional están luchando por el gremio, por cada pequeño bloque de guayaba blanca y roja, recubierto con un poco de azúcar. “Se preserva la historia, las prácticas culturales, es mostrarle al mundo todo lo que somos, todo lo que nos identifica como región” dice Pilar.
El festival abre las puertas a un futuro distinto para los productores. Familias como la de Pilar Martínez y Paola Pineda, que venden bocadillos hace más de 70 años, así como las de miles de productores de guayaba de la región y de hojas de bijao, hoy reconocen que su producto es valorado en todo el país. Que para los paladares de los colombianos, no hay mejor matrimonio que el de un buen trozo de bocadillo y un queso campesino.
Durante el festival las empresas producieron todos tipo de bocadillos, no solo veleos, para que las personas conocieran más sobre la riqueza del producto.
©Las Dalias
Si quiere adquirir su kit de bocadillos puede hacerlo a través de este enlace y en el celular: 321 3278659
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