Noralba Moreno llegó el año pasado al internado Buenavista, donde lucha por encontrar el equilibrio entre la educación 'occidental' y el rescate de lo ancestral. | Foto: Estefania Palacios.

La primavera, Vichada

La música llanera también se canta en sikuani

Luz Marbelli Lara y Misael Rodríguez llegaron al colegio-internado Buenavista desde La llanura, una comunidad indígena de Vichada. Solo hablaban sikuani, pero los sonidos llaneros los conectaron con el español

8 de julio de 2019

 

Luz Marbelli Lara y Misael Rodríguez llegaron al colegio-internado Buenavista desde La llanura, una comunidad indígena de Vichada. Solo hablaban sikuani, pero los sonidos llaneros los conectaron con el español.

Por los huecos que hacen de ventanas en un salón del colegio-internado Buenavista, entran rayos de luz blanca. Allí, en el nororiente de Vichada, en el municipio La Primavera, Luz Marbelli Lara empieza a tocar el cuatro y Misael hace lo mismo con la bandola. Los dos están completamente absortos en las cuerdas que vibran entre sus dedos mientras Jenci Ortiz, el rector, los presenta como los más talentosos del lugar.

Las historias de Luz Marbelli, de 12 años, y de Misael, de 14, tienen mucho en común, además del talento musical. Ambos nacieron en La llanura, un resguardo de indígenas sikuani ubicado en La Primavera, municipio de Vichada; los árboles genealógicos de los dos tienen las raíces incrustadas en ese territorio y pocos familiares viven en otros lugares; y encontraron en la música llanera el canal para conectarse con el español, el idioma en la que enseñan en su escuela.


 


 

Luz Marbelli Lara y Misael Rodríguez aprendieron a hablar español hace un par de años, cuando entraron al colegio Buenavista. | © Estefania Palacios.

 

La música llanera como idioma


El papá de Luz Marbelli, Duver Darío, toca el cuatro desde joven. Ese instrumento, de la familia de la guitarra, nunca falta para interpretar música llanera, joropo o merengue, en Venezuela o en Colombia. En este lado de la frontera, especialmente en departamentos como Meta, Guainía y Vichada, el cuatro y la música llanera conectado culturas y pueblos, han acortado distancias.

Duver Darío, por ejemplo, reconoció y habló algo de español pues le gustaba la música llanera, que normalmente componen en español. Aunque no se considera bilingüe, Duver Darío creció en un hogar colmado de música llanera y se acostumbró a cantar en español. Él a veces canta en sikuani y acompaña el cuatro con palabras nativas, pero está acostumbrado a interpretar las canciones típicas de ese género en su idioma original.

De hecho, Luz Marbelli recuerda que en su infancia escuchaba español sobre todo cuando su papá o sus vecinos interpretaban ese género musical. Por eso, cuando Luz Marbelli llegó al colegio y sólo hablaba sikuani, la clase de música fue un espacio familiar, y el español le fluía más cuando estaba acompañado por notas llaneras.


 

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Y la experiencia de Misael es similar. Nadie habla español en su familia pero todos escuchan música llanera en ese idioma. Él sentía miedo de hablar en español cuando entró al colegio, pero en clase de música encontró un refugio en el que no tenía que conocer el significado de todas las palabras para desempeñarse bien.

Por eso, desde la primera clase de música, a Misael y a Luz Marbelli les encantó la sensación de olvidarlo todo por un momento para viajar por los sonidos llaneros del cuatro y la bandola, dos de la decena de instrumentos que permanecen bajo llave en el salón de música.

 

Misael toca la bandola y Luz Marbelli el cuatro, instrumentos que se utilizan en esa región del país al interpretar música llanera.  | © Estefania Palacios.



Un pueblo indígena evangélico pero musical


Muchos de los indígenas de La llanura se consideran evangélicos, un movimiento que hace parte del cristianismo. “Los evangélicos no bailamos, ni cantamos canciones mundanas, solo de Dios”, dice Luz Marbelli Lara. 

Esa tradición va en contravía de la música llanera, de sus letras agarradas en el territorio y en la divinidad del llano, pero alejadas de la concepción evangélica de lo divino. Sin embargo, en la comunidad no dejan de escuchar esa música, ni de cantar, ni de bailar.

Misael y Luz Marbelli dicen que en La llanura algunas personas encuentran un balance entre la religión y la música. Pero no todos piensan de esta forma. Esther, la madre de Marbelli, le pide que solo toque el cuatro si piensa en Dios, y espera que la pasión por ese instrumento acabe cuando Luz Marbelli salga del colegio. “Yo quiero ser evangélica como mi mamá, pero no quiero dejar de tocar música llanera”, responde Luz Marbelli.

 

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Los estudiantes de Buenavista van desde los 5 hasta los 15 años. El rango de edad a veces dificulta la enseñanza de la música, y normalmente los mayores son quienes aprenden a tocar instrumentos. |© Estefania Palacios.



Los padres de Misael, en cambio, encuentran en la música una posibilidad de distracción y de encuentro. Ninguno interpreta instrumentos o canta, pero le dicen a Misael que se sienten orgullosos de su talento, pues nadie más interpreta la bandola en el colegio.

Al cabo de unos meses de estar en el colegio Buenavista, a Misael y a Luz Marbelli les pareció fácil tocar bandola y cuatro, y la familiaridad que sentían en clase de música empezó a extenderse por todos los espacios que en un principio parecían extraños. Incluso, luego del primer año de escuela aprendieron español y entienden perfectamente una clase en ese idioma.

Al final, aunque muchos sikuani reprueban la música llanera, Luz Marbelli y Misael encontraron en ese género la vía para acercarse a un idioma extraño y la posibilidad de sentirse cómodos en una tierra alejada de su comunidad, pero surcada por los mismos ríos, la misma sabana desértica y la misma herencia musical.