El Banco, Magdalena
Homenaje a ‘La Piragua’
En El Banco, Magdalena se celebra la versión 35 del Festival Nacional de la Cumbia. Este año realizará un homenaje a los 50 años de 'La Piragua' canción insignia de este género musical

Entre el 15 y 18 de agosto, El Banco Magdalena realizará la versión número 35 del Festival Nacional de la Cumbia, creado por el mismo José Benito Barros Palomino al poco tiempo de su regreso al pueblo de sus inspiraciones.
Su hija Veruschka, quien hoy está al mando del festival, asegura que serán cuatro días dedicados a honrar La Piragua, una muestra del folclor colombiano que tiene como cuna a este municipio del Magdalena. “Más de 70 artistas de diversas compañías folclóricas harán una interpretación de lo que ha sido la evolución de la cumbia, desde su nacimiento hasta culminar con la obra más emblemática de los banqueños que es La Piragua”.
Uno de los espectáculos centrales del festival será La Piragua en vivo, una simulación de la embarcación con doce bogas y Guillermo Cubillos, navegando de noche por las aguas del río Magdalena hasta llegar al muelle de El Banco.
«Será una noche muy especial en torno a esa canción, una alborada con todos los músicos banqueños y grupos folclóricos que estarán en un escenario flotante sobre el Magdalena. En el desfile de los indígenas pocabuyanos sólo se escuchará La Piragua, mientras que los grupos que competirán con cumbiambas y comparsas, harán homenajes a esta composición. Las carrozas también plasmarán algo de la historia de la inmensa canoa, al igual que el concurso de canciones inéditas».
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El Festival de la Cumbia nació en 1968, antes de la publicación de La Piragua, cuando Jaime Villarreal Torres y otros banqueños quisieron rendirle un homenaje a la piña, cultivo típico de El Banco, y a José Barros. Fue llamado Festival de la Piña. “Esos señores decían que El Banco tenía una gran figura nacional, mi padre, y que sería bueno que las nuevas generaciones lo conocieran. Lamentablemente ese festival no siguió”, dice Veruschka.
Esta banqueña recuerda que Emiliano Robles, uno de los promotores de ese homenaje, contó que un año después del único Festival de la Piña, cuando José Barros llegó a radicarse del todo en El Banco, el pueblo convulsionó.
“Narró que parecía la llegada de un presidente. Medio pueblo apareció en el muelle para esperar su arribo en una chalupa. Le regalaron un gallo tuerto, al que le quitaron un ojo. Las otras chalupas de los pueblos vecinos lo rodearon haciéndole una calle de honor y lo cargaron en brazos. Cuando apareció en uno de los balcones del hotel Panorama, mi papá salió a agradece a la gente y dijo que iba va a hacer algo por recuperar la tradición del municipio”.
Al año siguiente, el 3 de febrero de 1970, José Barros organiza el primer Festival Nacional de la Cumbia, evento repleto de canciones cumbiamberas, grupos folclóricos e interpretaciones musicales. “Deberíamos estar celebrando los 49 años del festival, pero en realidad son 35, ya que ha tenido varios reveses”, apunta Veruschka.

Totó la Momposina es participante habitual del Festival Nacional de la Cumbia e intérprete de algunas de las composiciones de José Barros. © Archivo Particular Veruschka Barros
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“Cuando la edad empezó a apoderarse de sus fuerzas, mi papá tuvo que dejar en las manos de las administraciones la organización del evento, quienes no lo realizaron durante varios años en las décadas de los 80, 90 y comienzos del nuevo milenio. En 2006, la Fundación José Barros decide tomar las riendas de este legado, desarrollando las últimas 13 versiones sin interrupciones”, enfatiza la hija del maestro, presidenta ejecutiva de la fundación.
En 2013, el Festival de la Cumbia fue declarado patrimonio cultural e inmaterial de la nación, la expresión más tradicional y autóctona del país que tiene como objetivo salvaguardar la identidad nacional de la cumbia y otras representaciones folclóricas del río Grande de la Magdalena.
Veruschka puntualiza que sacar el festival a flote ha sido una lucha diaria. “Jamás pensé estar en medio de una batalla tan difícil para hacer este encuentro, pero acá en Colombia es muy complicado hacer cultura. Además, hay una pérdida de identidad nacional por el folclor. No es que a la juventud no le guste, sino que no lo escucha porque no lo transmiten. Mientras el Estado, las emisoras y casas discográficas no se preocupen por mantener nuestras raíces musicales vivas, todo seguirá igual”, concluye esta banqueña.
En las emisoras no ponen música colombiana, remata Katiuska, quien nació el mismo año que fue publicada La Piragua. “A los jóvenes les parece aburrida y pasada de moda, y eso es algo que tiene que ver con la educación en las escuelas y hogares. Los actos cívicos en los colegios son danzas con reguetón. Hay que enseñarle a los jóvenes de dónde vienen y sus raíces. No hay nada más valioso para un país que su folclor, por eso las emisoras deberían estar obligadas a pasar música autóctona”.
Para la hija mayor del último clan de José Barros, el legado más grande que dejó su padre fue el Festival de la Cumbia. “Es un encuentro que preserva la cultura del río. Afortunadamente, en nuestro municipio los niños y jóvenes tienen claro lo que es la cumbia, y participan en las comparsas y bailes del festival. Pero el sueño es crear una escuela de formación de música y folclor, el cual necesita de más recursos por parte del Estado”.

Este año el Festival de la Cumbia hace un homenaje a los 50 años de 'La Piragua'. ©Festicumbia
Así componía el maestro
Los compositores tienen varios rituales en el momento de escribir las letras de sus canciones y plasmar las notas musicales en un pentagrama. Algunos se aíslan de todo contacto o ruido, otros prefieren perderse en los paisajes llenos de naturaleza o escuchar sonidos de antaño.
José Barros era bastante peculiar al momento de convertir sus ideas en piezas musicales. “Tenía una genialidad única como creador, músico y compositor. Podíamos estar en una reunión llena de personas hablando y él siempre golpeaba con sus dedos la silla; ahí estaba haciendo una canción. Tenía la capacidad de abstraerse de tal modo que no necesitaba encerrarse ni apoyo de nadie para hacer su magia”, asegura Veruschka.
Su hija afirma que fue un autodidacta, ya que nunca estudió música. “Cogía los blogs de papel y con una regla armaba su partida. Sus colegas más allegados le dieron consejos para hacer sus primeros arreglos, algo que aprendió de inmediato. Para él hacer música era muy fácil, todo le brotaba en bloque. Trazaba las líneas del pentagrama y arriba escribía la letra. Cuando grababa las canciones para enviar a las disqueras, les daba instrucciones precisas de lo que debía hacer la orquesta. Era muy meticuloso”.
En su casa de El Banco Magdalena, donde hoy vive Veruschka, el maestro tenía un estudio con un gran ventanal que daba a la calle.
«La gente que pasaba lo veía en su mecedora con un lapicero en mano escribiendo canciones en su cuaderno. Ese fue su trabajo: escribir música, una fortuna que muchos genios y creadores no alcanzaron».

Luego de desayunar el maestro José Barros se la pasaba leyendo y escribirendo. Dejo varios cuentos y novelas inéditos. © Archivo Particular Veruschka Barros
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El maestro insignia de la cumbia se levantaba muy temprano. Luego de hacerles el desayuno y alistar a sus tres hijos para que fueran al colegio, se quedaba en casa acompañado sólo por sus ideas musicales. “Se la pasaba escribiendo y leyendo, ya que era un gran lector. Escribir y leer era su pasión y trabajo diario”, afirma Veruschka.
Su hermana Katiuska dice que esa pasión por la escritura jamás paró. Recuerda que hasta en sus últimos años de vida creaba melodías y letras. “A lo último escribió varios cuentos y dos o tres novelas, que las tiene mi hermana en la casa paterna y las cuales algún día esperamos publicar”.