Tena, Cundinamarca
Pedro Palo, el tesoro místico de Tena
La laguna de Pedro Palo es una de las joyas ambientales de la cuenca baja del río Bogotá y fue un sitio de pagamento de los muiscas.
Tres leyendas permanecen vivas entre los recuerdos de los habitantes de la vereda Catalamonte en Tena sobre la historia de Pedro Palo, una laguna con 21,5 hectáreas de espejo de agua enclavada en las altas montañas del bosque de niebla.
Algunos aseguran que debe su nombre a una expedición de los jesuitas, cuando a Pedro, uno de los sacerdotes, cayó a las aguas congeladas de la laguna, pero su sotana quedó atrapada en un palo. Otros dicen que un campesino, de nombre Pedro, ingresó borracho a la laguna y terminó ahogándose; su cuerpo sin vida fue encontrado al lado de un palo a la orilla del cuerpo de agua.
El tercer cuento narra la historia del indígena Pedro, preso y aprisionado por gente de la zona para que revelara el secreto del oro que guardaba la laguna. Un día desapareció de su encierro sin dejar huella, y luego lo vieron parado en el espejo de agua sobre un palo.
En 1990, la CAR tomó la primera decisión clave de conservación: declaró 125 hectáreas como Reserva Forestal Protectora-Productora. Nicolás Acevedo.
Aunque puede tratarse de habladurías, lo que sí es cierto es que la laguna de Pedro Palo fue un sitio de pagamento para los muiscas, paso de la campaña libertadora de Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, parte de la expedición Botánica del Sabio José Celestino Mutis cuando descubrió el árbol de la quina y estuvo habitada por los jesuitas en 1600.
Divisarla desde las montañas que la rodean embruja la vista con lo espeso del verde de su agua y enamora los sentidos por los sonidos que emana desde su centro. Sin embargo, advierte silenciosamente que nadie tiene permitido ingresar, como si estuviera protegida bajo un hechizo milenario que muchos han intentado romper.
Vulnerable
Con el paso de los años, los predios aledaños a la laguna fueron comprados por colonos, la mayoría con intenciones de meterle ganado. “En 1913, mi bisabuelo les compró terrenos a varios campesinos, que luego heredó mi abuelo. Hacia 1970, muchos de los habitantes tumbaron bosque, ya que esa era la condición para lograr la titulación”, dice Roberto Sáenz, uno de los dueños de esos predios.
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Roberto Sáenz dice que las medidas adoptadas por la CAR no fueron suficientes. Que llegaron los caminantes con intenciones de acampar a las orillas de la laguna. Nicolás Acevedo.
En la década del 80, al percatarse de su potencial ambiental, la zona fue visitada por investigadores, quienes no alteraron su calma. En 1990, la CAR tomó la primera decisión para evitar su desangre: declaró 125 hectáreas como Reserva Forestal Protectora-Productora.
Pero según Sáenz, de 55 años, esta medida no la blindó de la depredación: llegaron los caminantes, con intenciones de acampar a las orillas de la laguna. “Aparecieron basuras, fogatas, paseos de olla y desorden. En esos años, siete personas murieron ahogadas por nadar en sus aguas, posiblemente por estar borrachos o por calambres”.
Lo peor estaba por llegar. En 1995, uno de los vecinos decidió apropiarse de un terreno de los curas, donde construyó una cabaña cerca al espejo de agua. En seguida empezó a cobrar por el ingreso, lo que generó más caos. “Siete años después, ese personaje fue alcalde de Tena”, asegura Sáenz.
Debido a los impactos contra el sitio sagrado de los muiscas, en 1998 la CAR la cerró al público y le ordenó a los habitantes sembrar árboles nativos del bosque de niebla en los 50 metros que rodeaban el espejo de agua. “Quedó prohibida la pesca y caza, turismo (exceptuando el científico y de investigación) y puso a un guardabosque. Ocho años después fue demolida la cabaña”.
«Aparecieron basuras, fogatas, paseos de olla y desorden. En esos años, siete personas murieron ahogadas por nadar en sus aguas, posiblemente por estar borrachos o por calambres».
Roberto Sáenz
Unión comunitaria
La decisión de la CAR le dio un nuevo respiro a la laguna, pero seguía vulnerable. En los inicios del 2000, algunas autoridades tenían la intención de comprar los predios privados para tener control de la zona, cuyos dueños, en su mayoría, eran primos de Sáenz. “A las reuniones iban mis primos y mi mamá, pero no decían mayor cosa. Entonces me empapé de la normatividad, y en 2005, mi hermano me dijo que las personas particulares tenían la opción de consolidar Reservas Naturales de la Sociedad Civil”.
Saénz logró convencer a sus demás primos y, después de un año, consolidaron ocho Reservas Naturales de la Sociedad Civil alrededor de Pedro Palo, todas con ese apellido: Poza Mansa, Tenasucá, La Cabaña, La Finca, Hostal, Kilimanjaro, La Granja y Altos de Pedro Palo.
Roberto es dueño de Tenasucá, una mancha de espeso verde que suma 42 hectáreas desde donde se aprecia la majestuosidad de la laguna. Allí construyó una casa de madera, donde está radicado hace dos años y medio. Las ocho reservas prestan servicios de turismo natural e investigación, pero nadie puede ir hasta el cuerpo de agua.
Roberto es dueño de Tenasucá, una mancha de espeso verde que suma 42 hectáreas desde donde se aprecia la majestuosidad de la laguna. Nicolás Acevedo
“Como dijo Jorge Bayona Posada en uno de sus escritos sobre la laguna: no es un sitio propicio para la vulgaridad, por lo cual debe seguir escondido”, comenta Roberto.
La zona cuenta con 341 especies de aves y es hogar de osos perezosos, ñeques, lapas, cusumbos, osos de anteojos, cuchas y un tigrillo carmelito. Entre sus bosques hay cedro, amarillo, encenillo, caucho, aliso, laurel, yarumo, cucharo y nogal.
“Cuenta la leyenda que la laguna tiene una profundidad de 30 metros, pero un pescador dijo que superaba los 700 metros. Pedro Palo es una formación de hace más de 40.000 años, en donde han encontrado presencia humana desde esa fecha”.