Barranquilla, Atlántico

La lenta muerte de los mangles de Barranquilla

La tala indiscriminada y el vertimiento de desechos están acabando con el ecosistema de 23 especies de anfibios y de 100 tipos de aves.

28 de febrero de 2018
Así se ve la ciénaga de Mallorquín en la actualidad: basuras, sin árboles y poca vegetación. | Foto: Iván Bernal

En silencio, machetazo a machetazo, están convirtiendo una de las mayores reservas de mangles del país en un bosque de esqueletos mutilados. Agreguen volquetadas de basura, escombros y arena, y tendrán un retrato de lo que está sucediendo en la ciénaga Los Manatíes y su hermana mayor, la de Mallorquín, en el oriente de Barranquilla.

La tala indiscriminada se extiende por unas tres hectáreas, según lo identificado en agosto de 2017 por las autoridades ambientales.
 


- “Están acabando el mangle y rellenando para después construir encima de eso”, dice un residente de la zona, que pide reserva de su nombre.

- ¿Y para construir qué?

- “Apartamentos, residenciales. Casas. O bodegas para los puertos que quieren hacer por aquí. A cualquier cosa le sacan más plata que al mangle”.



Es un secreto a voces, con denuncias que datan de 2013. Pero basta un sencillo recorrido para comprobar que la depredación continúa rampante. Lenta, pero sin pausa. Como si nada.

Mallorquín y su sistema lagunar están al costado occidental del tajamar de Bocas de Ceniza, una zona de Barranquilla donde se centran las expectativas de proyectos ambiciosos como el Superpuerto y la exploración de hidrocarburos off-shore (en el mar).

Desde la carretera que conduce de la ciudad a Puerto Colombia, el follaje verde que protege la línea costera parece intacto. Hay que sumergirse, caminar por las trochas, para descubrir el alcance del daño.
 

 


Por donde se mire hay marcas de troncos talados. Palos secos, ahuecados y ennegrecidos, se pudren en el fango. Cerros de bolsas, botellas, neumáticos y desperdicios quemados forman una costra pestilente en las raíces.
 


 

En largos tramos de la orilla ya no quedan sino ramas lánguidas, azotadas por la brisa.

Los mangles son una especie protegida, de importancia global. La ciénaga de los Manatíes está incluida en la declaratoria internacional de área Ramsar, es decir, como una reserva mundial de la biósfera.

 


 SOLÍA SER UN PARAÍSO 

 

Mallorquín y la ciénaga de Balboa conforman un ecosistema con cuatro tipos de mangle: salado, zaragoza, amarillo y rojo. Resguardo de 16 especies de mamíferos, entre ellos la nutria y el zorro chucho, catalogados como vulnerables. Hogar de 23 especies de anfibios y reptiles, 18 de peces y más de 100 tipos de aves; entre ellas tres endémicas: guacharaca, chamón caribeño y carpinterito castaño.


 


Los daños van mucho más allá del foco de talas indiscriminadas detectado ahora. Se extienden en total sobre un 30 por ciento del complejo manglar de la zona. Son 131 hectáreas críticamente golpeadas por la ganadería y la expansión urbana, entre otras situaciones. Sufren de un ‘significativo deterioro estructural’. Requieren labores urgentes de recuperación.

La Corporación Autónoma Regional del Atlántico (CRA) caracterizó 208 hectáreas de mangle para preservación y 110 hectáreas que se pueden destinar a ‘uso sostenible’.
 


Hay unas 476 personas que tradicionalmente han sostenido a sus familias extrayendo recursos de las ciénagas. No obstante, “el mangle no se puede cortar, de ninguna forma”. La Subdirección de Gestión Ambiental de la CRA advierte que “ni siquiera” se están tramitando autorizaciones. “La Corporación suspendió cualquier permiso que tenga que ver con mangle”.

 


“La Corporación suspendió cualquier permiso que tenga que ver con mangle”.


 

 

Los usos permitidos, de acuerdo a la CRA, son conservación, educación, ecoturismo, construcción de viveros para mangles, pesca y, como mucho, recolección de leña seca para uso doméstico. Todo lo demás está prohibido. Todos los cortes, todos los machetazos, son ilegales.
 


 


“Esta situación tiene una connotación social. La comunidad sabe quiénes hacen los rellenos pero no dice. Generalmente son personas que viven en predios contiguos a las ciénagas, para poder invadir y establecerse en esos lugares”

- afirma un vocero de la CRA.


 

 

Esta autoridad ambiental lleva procesos contra ocho presuntos infractores, tres en Los Manatíes y cinco más en Mallorquín. Se exponen a multas que podrían alcanzar los 2.000 millones de pesos, una vez se determine el impacto. Entre ellos está la empresa Seimar, dedicada a la limpieza y protección de superficies metálicas.
 


El Ministerio de Ambiente ha identificado otros actores determinantes en la muerte de las ciénagas.


“Propietarios privados han cercado el manglar con el propósito de apropiarse de los terrenos. Poseedores de títulos mineros propician a través de su actividad la destrucción y contaminación del ecosistema. Prestadores de servicios turísticos han favorecido el desecamiento de cuerpos de agua y el vertimiento de residuos sobre áreas de manglar” 
 

- señala la resolución 1478 de 2016, que aprueba y actualiza la zonificación los manglares de estas ciénagas.


 

El diagnóstico está claro desde hace años y, sin embargo, la enfermedad avanza día a día. Nadie ataja los machetazos o las volquetas. Nada parece poder evitar que el paraíso de mangles se transforme, lentamente, en un cadáver disecado en cemento.

 

 


 FOTOS: 
Iván Bernal Marín (@iBernalMarin)