Neiva, Huila
Las mujeres que sientan en la misma mesa a excombatientes y víctimas del conflicto armado
La Asociación de Mujeres Huilenses Por La Paz trabaja por reincorporadas, víctimas, madres cabeza de familia, campesinas y desplazadas en la defensa de los derechos de la mujer. Su apuesta más grande es la reconciliación
En medio del espesor de la selva amazónica que cubre los límites entre Putumayo y Caquetá, Jhanira hacía las veces de mensajera en las tropas del sur a cargo de alias ‘Joaquín Gómez’. Un día cualquiera de 2004, cuando la tarde cayó y la oscuridad empezó a inundar el campamento, caminó cerca de 800 metros, un trayecto de veinte minutos, para llevar una carta al líder del cuartel vecino. Allí la esperaba su camarada ‘Jorge Briceño Suárez’, más conocido como ‘Mono Jojoy’, en un improvisado quiosco de hojas de palma.
Mientras leía a la luz de una vela, el ‘camarada Jorge’ escuchó a Jhanira hablar sobre la similitud del que era su lugar de descanso con los ranchos donde los indígenas toman yagé en los cabildos del Putumayo, lugares que ella frecuentaba antes de entrar a las filas de la guerrilla. Desde ese momento, Jhanira dejó de ser Jhanira. El entonces comandante del Bloque Oriental de las FARC la bautizó como ‘Cacica’. Así comenzó una amistad que perduró hasta la muerte del excomandante, en 2009.
En 2020, Jhanira sigue siendo la ‘Cacica Atahualpa’, pero ahora la lucha por sus ideales no está en las filas de la guerrilla, sino al lado de 124 mujeres huilenses que trabajan por la defensa y exigencia de los derechos de la mujer. En la asociación de Mujeres Huilenses Por La Paz, víctimas del conflicto, madres cabeza de familia, excombatientes, desplazadas y campesinas, le hacen la guerra a la desigualdad que supone ser mujer rural, más en medio de un ‘postconflicto’ con pocas garantías.
Junto a Cacica está Alba Palencia, una santandereana que lleva 36 años como líder sindical y defendiendo los derechos de los campesinos y las mujeres. Ha liderado procesos en Bucaramanga, Bogotá, Ibagué, El Guamo y ahora lo hace desde Neiva (Huila).
La vida de Alba se asemeja a las de tantos líderes sociales del país. Junto a la gratificación de ayudar a los demás, están las amenazas, desplazamientos y atentados que hacen parte de cuanto acarrea luchar por los derechos de una comunidad en Colombia. A pesar de todo, Cacica y Alba lograron lo impensado: sentar en la misma mesa a víctimas del conflicto y excombatientes para celebrar lo que realmente las une: la sororidad.
La asociación es liderada por mujeres en proceso de reincorporación y conformada por mujeres huilenses de distinta caracterización (jóvenes, víctimas, madres cabeza de familia, excombatientes, docentes, desplazadas, entre otras) todas identificadas con la implementación del acuerdo de paz | ©Cortesía: ASOMHUPAZ
En ASOMHUPAZ la principal apuesta es la reconciliación. Bajo el modelo de reincorporación comunitaria, trabajan en el proyecto “Achiras de paz”. Una de sus integrantes produce las achiras, las envía hasta la fundación, donde las mujeres diseñan los empaques y canastos tradicionales para comercializarlas. Con esto buscan obtener recursos para capacitar a sus integrantes. “Primero tenemos que prepararlas y capacitarlas porque ellas vienen de una vida diferente a la que tenemos nosotras en la ciudad, entonces las estamos preparando en temas de enfoque de género, reforma rural integral, derechos humanos y participación política”, dice Alba.
El objetivo es defender y fortalecer los derechos de las mujeres y garantizarles una vida digna. Así como asegurar su participación política y democrática en las deliberaciones y decisiones de la sociedad. “Así construimos Paz con Justicia Social, conforme a lo previsto en el Acuerdo Final de Paz y a la construcción colectiva de una sociedad menos machista que combate el sistema patriarcal”, añade Cacica.
Y con el nombre de una de las canciones que entonaban las mujeres en la guerrilla, está su segunda iniciativa: “Selva Adentro”, un proyecto que busca recoger todos los productos que venden los reincorporados, víctimas del conflicto, desplazados y mujeres cabeza de familia de todo el territorio nacional, en un establecimiento físico y virtual para comercializarlos. “Con esto queremos aportar en la construcción de tejido social al crear un espacio de visibilización del compromiso de paz y reincorporación de los firmantes del acuerdo, de reconciliación con las víctimas del conflicto armado y de compromiso con la verdad y justicia que tanto anhela la sociedad colombiana”, explica Alba.
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| ©Cortesía: ASOMHUPAZ
En el proceso de reincorporación derivado de los acuerdos de paz de La Habana, se han invertido $46.687 millones en proyectos productivos según el Consejo Nacional de Reincorporación (CNR). Esa inversión permitiría el desarrollo total de 1.507 proyectos productivos colectivos e individuales y vincularía 4.604 excombatientes. Sin embargo, muchos proyectos, como los de ASOMHUPAZ, siguen en espera. “Hay proyectos en los ETCR andando por autogestión o por ayuda internacional. Pero que el gobierno se haya puesto la camiseta para apostarle a eso, no”, comenta Cacica, quien además es el enlace territorial de reincorporación de las Farc en el Huila.
En la asociación enumeran varios obstáculos que impiden consolidar la vinculación económica de las personas beneficiarias de este proceso. “La oferta institucional es ineficiente frente a la generación de verdaderas iniciativas que permitan la estabilización económica de las excombatientes, y en general, las mujeres que de una forma u otra fueron víctimas del conflicto armado -explican las líderes-. También, como consecuencia de la emergencia sanitaria, estas condiciones de desigualdad social y económica se han incrementado”.
No tener espacios territoriales en Huila, aseguran, es una carta que les juega en contra. Aunque hacen parte de las más de seis nuevas áreas de reincorporación (NAR) del departamento, Cacica explica que las ayudas que llegan hasta estas zonas no son las mismas de los ETCR y son insuficientes. “El tema de abastecimiento, lo que les compete a los adultos mayores y niños no llegan, hay una cantidad de beneficios que llegan a otros territorios pero que a nosotros, más de 500 personas de las nuevas NAR en el Huila, no nos ha llegado”
La falta de garantías de seguridad es un tema que las atormenta. A la fecha, cerca de 136 desmovilizados han sido asesinados tras la firma del acuerdo de paz. Las masacres a líderes sociales y excombatientes han vuelto a ser panorama en el país. Ellas alzaron su voz para rechazar estos actos. Cacica viajó hasta Bogotá en la Peregrinación por la Paz y la Vida en representación de las 124 mujeres de ASOMHUPAZ. Llegó hasta la Plaza de Bolívar para exigir el respeto por la vida de los excombatientes y demostrar que sí están compliendo en los procesos de reincorporación.
“Si no hay vida, no hay nada. Por eso pedimos garantías de seguridad para nuestro personal en proceso de reincorporación y también para nuestras familias. A los líderes sociales, defensores de derechos humanos, líderes campesinos e indígenas, medidas de seguridad para poder incorporarse de manera digna en la sociedad civil”, dice Cacica.
Tanto ella como Alba y su grupo de mujeres son fervientes creyentes de la paz. Resaltan, casi en coro, que el acuerdo no solo se firmó para beneficiar a los reincorporados, sino para todo el pueblo colombiano. Su lucha no se detiene, ni se limita a las 124 mujeres de la asociación. La ‘pelea’ es también por las mujeres del cabildo indígena en el que se crió Cacica, las madres que perdieron sus hijos, las jóvenes que llegan a los territorios, las víctimas de algún tipo de violencia, las excombatientes, y en general, por todas las mujeres rurales de Colombia.
Los retos que trae la implementación del Acuerdo de Paz en lugares alejados y complejos son unos de los temas que se tratará en la II GRAN CUMBRE COLOMBIA RURAL “Le llegó la hora al campo”. No se pierda los conversatorios sobre cómo avanza la paz en los territorios el martes 10 de noviembre desde las 8:00 a.m. hasta las 4:00 p.m. Más información en SemanaRural.com