El aumento de niños indígenas muertos en Risaralda se estaría dando por enfermedades diarreicas agudas, infecciones respiratorias y desnutrición | Foto: Santiago Wey

Pueblo rico, Risaralda

De espíritus y abandono: ¿qué hay detrás de las muertes de niños emberas en Risaralda?

El olvido del Estado y el rechazo de los indígenas a la medicina occidental hacen que sea más difícil resolver una situación a la que pocos prestan atención

11 de diciembre de 2018

La comunidad embera chamí de Risaralda se volvió noticia en septiembre cuando sus líderes denunciaron que sus niños estaban muriendo por desnutrición.

En lo que va del año, 19 menores de cinco años han muerto en el departamento por causas asociadas a la desnutrición, la mayoría de ellos de la comunidad embera, según la Secretaría de Salud.

Para buscarle salidas a esta crisis, el pasado 29 de octubre se reunieron en Pueblo Rico, Risaralda, los líderes indígenas con diferentes entidades del Gobierno.

El principal propósito era discutir la sentencia 187 que emitió el Juzgado Primero de Familia de Pereira como respuesta a una acción de tutela que busca proteger los derechos de estos niños, específicamente la salud, la seguridad social, la integridad física, la alimentación adecuada y la dignidad humana.

En la sentencia, las partes involucradas exponen diferentes razones detrás de estas muertes:

-El gobernador indígena asegura que se deben, por un lado, a la dificultad de acceder a servicios médicos a causa de la inseguridad y las vías en mal estado; a eso le suman que el Jaibaná (médico tradicional) no cuenta con la planta medicinal para curar el ‘mal de ojo’.

-Los médicos del hospital del municipio explican que cuando los niños llegan al centro de salud suele ser demasiado tarde, pues los padres prefieren acudir primero -durante tres ocuatro días- al Jaibaná.

-La EPS Indígena Pijaos Salud reclama que las autoridades indígenas han impedido el ingreso de equipos de salud a sus resguardos.  

 

Uno de los ‘tratamientos’ que las autoridades buscan abolir es el entierro de los niños hasta el cuello como medida de curación, el médico tradicional indígena niega que esta práctica todavía se vea en el resguardo. ©SANTIAGO WEY


 

Primero el Jaibaná

Juan Carlos Marín, gerente del Hospital San Rafael de Pueblo Rico, cuenta que en el último año se han atendido alrededor de 50 casos de niños Embera con desnutrición leve, moderada y severa en este centro médico. Según explica, estos pacientes llegan en malas condiciones, con desnutrición, enfermedad diarreica, infección respiratoria aguda y pérdida de masa muscular.

Para Marín, estos síntomas “evidencian que hay negligencia por parte de los cuidadores” y alertan el daño que puede estar ocasionando en estos pacientes una de las prácticas de los Jaibanás: el entierro de los niños hasta el cuello como medida de curación. “Es una práctica que estamos tratando de abolir en el municipio. Imagínese un niño desnutrido, con diarrea o con una infección respiratoria, en el frío de la tierra durante dos días. Llegan en muy malas condiciones al hospital”, dice Marín.

Para el gobernador Guasiruma, esto es “puro cuento chino”. El jaibaná Rodrigo Nacavera Guasiruma, quien además es consejero mayor del Consejo Regional Indígena de Risaralda (CRI), soporta esta versión: “Aquí en Risaralda no existe, nunca se ha hecho. Sí los enterramos, pero después de que fallecen”.

 

Algunos de los niños que son trasladados al centro médico, llegan después de haber sido ‘tratados’ por el médico tradicional del resguardo. ©SANTIAGO WEY


 

La madre

Martha Guasiruma, mujer embera de 58 años, con cinco hijos y un nieto desnutrido, cuenta que antes de llevar a un niño enfermo al hospital, sí acude a la medicina tradicional: “Cuando los niños se enferman, primero el Jaibana debe cantar el ‘Jai’ y, si no les vale, ahí si toca llevarlos al hospital”.

Así explica Guillermo Vasco, antropólogo de la Universidad Nacional y autor del libro ‘Jaibanás, los verdaderos hombres’, en qué consiste la práctica de ‘cantar el jai’: “(...) A través de ese canto, el jaibaná convoca a los espíritus de animales y plantas para consultarles el diagnóstico del paciente. Durante esa noche, viaja al lugar donde ocurrió la enfermedad para saber qué le ocurrió. Para ellos, cuando se enferma el espíritu, también se enferma el cuerpo”.

Vasco estuvo presente en un ‘canto de Jai’ y lo describió de esta manera:
 

Algunas madres de la comunidad embera prefieren esperar el efecto de la medicina tradicional antes de recurrir al hospital. ©SANTIAGO WEY


«Toma la hoja de bijao, la agita haciéndola vibrar con fuerza mientras silba como arriando un animal. Y comienza de nuevo el canto (…) Mientras canta no deja de mover la hoja en una y otra dirección. Ahora la dirige hacia el niño enfermo (ubicado a su derecha en brazos de una mujer) y la mueve hacia arriba y hacia abajo sobre su cabeza, mientras silba como espantando algo»


 

Los espíritus

Al preguntarle por las causas detrás de la desnutrición de su nieto, Martha especula con fenómenos que van desde lo biológico hasta lo sobrenatural:


«No sé pero cuando el niño estaba pequeñito, ella (la madre del niño) quedó en embarazo de dos gemelas, y eso pudo ser. O alguna enfermedad del Jai, espíritus de indígena malo, pues así como le alivia, le puede poner un espíritu malo, y ahí es cuando mueren».


 

El gobernador indígena manifiesta que se trata de la enfermedad del “mal de ojo”, y que no cuentan con la planta medicinal necesaria para que el Jaibaná pueda curarlos. La curación del mal de ojo se da mediante “unos rezos, unas plantas y una bebida que le dan al niño o la niña y luego se saca el mal”, según el Jaibaná Rodrigo Nacavera Guasiruma.

Martha relata la experiencia de su hijo con el“mal de ojo”:
 


«Eso es de muerte! A mi hijo le dio diarrea, no comía nada, le daba fiebre, se le hincharon los cacheticos y a lo último una señora me lo curó, me dijo que tenía ojo hinchador y ojo secador, porque el niño quedó flaco ¡En mero cuero! Y cachetón, así quedó, flaquito y cachetón».


Medicina tradicional vs. hospitales

El Gobernador Guasiruma confirma que efectivamente tienen resistencia a la entrada de la medicina occidental a sus resguardos, esto por razones culturales.

Además, los padres emberas tienen cierta resistencia al tratamiento que reciben sus hijos en los hospitales cuando deciden recorrer hasta ocho horas hasta el centro médico más cercano. 

"Uno lleva a los niños al hospital y solo le dan suero oral para la diarrea, y para la diarrea con sangre mandan Metronidazol en jarabe ¡Y eso no les quita nada!”critica Martha Guasiruma.

Ante la complejidad estos casos, que implican incluso percepciones radicalmente distintas sobre la enfermedad y sobre la vida misma, la justicia decidió convocar a una mesa interinstitucional para buscar soluciones que tengan en cuenta la alimentación y salud propias de los pueblos indígenas.


POR: Santiago Wey | Periodista
@santiagowey