El Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez tiene lugar en Cali, la ciudad con mayor población afro en Colombia. | Foto: Arcadia

Cali, Valle del Cauca

El Petronio, el festival que impulsó la cultura del Pacífico

El evento que nació en 1997 con una presentación tímida al aire libre llega a su vigésima tercera edición con los mismos compromisos con los que empezó: preservar las tradiciones de la región y acercar las ciudades a los saberes de la ruralidad

23 de julio de 2019

En agosto, durante cinco noches, la Unidad Deportiva Alberto Galindo de Cali se transforma. Mientras el resto de la ciudad sigue con su acelerada cotidianidad, en el coliseo El Pueblo el tiempo parece ser otro. Miles de personas acuden al Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez para vivir una experiencia cultural que incluye música, baile y gastronomía, que rememora las costumbres y tradiciones afro.

El Petronio ha crecido a su propio ritmo desde que nació en 1997. Aún mantiene la esencia ancestral del Pacífico, pero con espacios alternativos donde se mezcla lo urbano con los sonidos heredados. Después de 23 años el Festival todavía es gratuito, pero busca posicionarse en la industria musical del mundo.

El evento que empezó como un pequeño concierto de orquestas llegó para convertirse en el megáfono que les cuenta a los centros urbanos del mundo lo que pasa en el Pacífico colombiano y para recuperar los saberes que estaban amenazados.
 


 

 

Canción: Kilele

Artista: Grupo Bahía

En 1992 el maestro Hugo Candelario fundó el Grupo Bahía, que participó en la primera edición del Petronio. Kilele (2005) es uno de los himnos del festival.


 

El legado africano que se resiste a desaparecer

Las comunidades del Pacífico respiran música, llevan en su sangre la herencia de los africanos esclavizados que llegaron a la costa colombiana en el siglo XVI. Y aunque aún mantienen parte de este legado, muchas de las costumbres de los pueblos afro se transformaron y otras se perdieron.

Hugo Candelario, fundador del Grupo Bahía y uno de los líderes más importantes de la región, contó que en los años ochenta y noventa había festivales populares y tradicionales, como el del currulao, “donde la tradición se sentía en todo el ambiente -afirma-. Pero en las fiestas de los jóvenes no sonaba esa música, sino la música nueva de la radio”

Además, en las ciudades de la región, donde se concentraban las instituciones gubernamentales, las academias y el poder, pocos reconocían las tradiciones de la ruralidad Pacífica o luchaban por preservar los saberes de sus comunidades. De hecho, Hugo Candelario dijo que en 1987, diez años antes de que naciera el Petronio, él y otros artistas pasaban proyectos a la alcaldía de Cali con la intención de “hacer talleres e investigaciones sobre la música del Pacífico para luchar por preservarla, pero no nos tenían en cuenta”.
 

Finalmente, en 1995, las ciudades principales, en especial Cali, pusieron sus ojos sobre el litoral. Seguramente -como dice el antropólogo y periodista Ángel Perea- “por la Constitución de 1991, que reconoció que este era un país multiétnico, con lo que se extendió la vida de las expresiones que estaban en vilo”

De hecho, ese mismo año el gobernador del Valle, Germán Villegas, quiso conectar política y económicamente a Cali con el resto del Pacífico. Así que el gerente de cultura, Germán Patiño, un antropólogo que conocía a los pueblos del litoral, aprovechó el deseo de la gobernación y propuso crear un festival cultural que tendiera puentes entre las comunidades de Nariño, Cauca, Valle y Chocó. Con esa intención nació en 1997 el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez.

Luego de la primera edición, en la que se presentaron conjuntos populares y algunas orquestas de música tradicional, incluido el Grupo Bahía, Patiño y Villegas se dieron cuenta del potencial musical que tenía la región y advirtieron la tragedia de que las músicas heredadas de los ancestros afro agonizaban por el conflicto armado y la modernidad. 
 


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Ante ese panorama, Patiño y Villegas se unieron con varios artistas y líderes de la región y le dieron forma al festival. En la segunda edición las agrupaciones empezaron a competir en tres modalidades (chirimía, marimba y versión libre) para ganar una suma de dinero y la oportunidad de grabar canciones en un estudio, un privilegio que hasta ahora habían tenido muy pocas agrupaciones del Pacífico.

Jaime Monsalve, periodista de Radio Nacional, recuerda que la música de la costa Pacífica tenía poca visibilidad en los años noventa y los artistas no grababan álbumes en estudio por “un desinterés marcado de las disqueras, que a su vez se reflejó en desinterés de las radios comerciales, pero a eso se le suma que muchas de las músicas del Pacífico colombiano se interpretaban en rituales y solo existían allí”.

 

Aires de Dominguillo y Bombo Negro, dos de las agrupaciones que ganaron en la vigesima segunda edición del Petronio.  |© Secretaría de Cultura de Cali.



La plataforma musical del Pacífico


Con el paso del tiempo el Petronio creció y se volvió un espacio multitudinario dedicado a la difusión de las tradiciones del Pacífico. Hugo Candelario asegura que luego de las primeras ediciones, “la competencia entre diferentes agrupaciones y el crecimiento del Festival impulsaron la música en el país y los jóvenes vieron en esto una alternativa de vida”.

Uno de los hitos que convirtió al Festival en un referente artístico para los jóvenes de Cauca, Valle, Chocó y Nariño fue el éxito de agrupaciones como Chocquibtown o Herencia de Timbiquí, que luego de participar en la edición de 2006 consiguieron reconocimiento mundial.
 


 


En 1974 Nidia Góngora y otros estudiantes de Timbiquí (Cauca) fundaron un grupo musical que más tarde bautizaron Canalón de Timbiquí. La agrupación se presentó en el festival Glastonbury de Inglaterra, en 2017, y la UNESCO la declaró como representante del ‘Patrimonio inmaterial de la humanidad a las músicas de marimba y los cantos del Pacífico sur’. Pero el caso de Canalón no es el de la mayoría  de los artistas en el Pacífico. Decenas de grupos aún buscan reconocimiento y apoyo.

 


 


Por esa misma época, las disqueras que antes ignoraban el talento del Pacífico empezaron a fijarse en la riqueza sonora de su música y en la profundidad que cargaban sus interpretaciones. Diego Gómez, fundador y productor musical de Llorona Records, una disquera de sonidos autóctonos fundada en 2007, dijo que en el Petronio descubrieron “un sonido único que cuenta la historia de una cultura que ha resistido y ha permanecido vibrante en su territorio”. Desde ahí les apuestan a proyectos como Canalón de Timbiquí, un grupo fundado por Nidia Gongora, líder del Pacífico.

El reconocimiento mundial de algunos grupos ayudó a convertir el festival local en una celebración inmensa, donde la gastronomía típica, los encuentros académicos y otras expresiones culturales también tomaron la palabra. Además de los conciertos de cada noche está ‘El quilombo’, un espacio donde líderes culturales comparten saberes y tradiciones, y el petronito, un semillero de folclor Pacífico en el que menores de 14 años se forman en la música de la región.

 



La Alcaldía también agregó dos categorías más en la competencia: violines caucanos y conjunto chirimía de flautas -incluido por primera vez en la edición de este año, entre el 15 y 19 de agosto-; la idea es que todos los ritmos del Pacífico sean reconocidos, y no solo los del litoral. 

Incluso, en el Festival hay espacio para los rituales ancestrales. Muchas agrupaciones combinan sus canciones con alabaos (rezos) y en los conocidos remates después del Petronio, se arman arrullos (cantos y alabanzas) al ritmo de la marimba de chonta en los barrios de la ciudad.

Para conocedores de los movimientos culturales del Pacífico, como Ángel Perea y Hugo Candelario, tal vez el aporte más importante del Petronio es que al acoger en un mismo escenario a músicas de Chocó, Cauca, Nariño y Valle, las comunidades afro e indígenas de las zonas rurales se reconocieron entre ellas.

Por eso, hoy en día es común encontrar marimberos en Chocó aunque sea un instrumento típico de la parte sur del Pacífico y a intérpretes de chirimía en el sur, a pesar de que el ritmo haya brotado en el norte.

El Festival logró el objetivo que tenía Germán Patiño de vincular culturalmente la ciudad con la ruralidad y cumplió el sueño de muchos artistas y líderes afro que pedían a gritos atención a su folclor. El Petronio Álvarez se conviritó en la celebración afro más grande del país.