Caloto, Cauca

Voces a prueba de balas: Nelson Pacué, defensor de la madre tierra

Este líder indígena, que fue gobernador de su resguardo, cuenta cómo ha arriesgado hasta la vida para velar por el derecho que tienen las comunidades a permanecer en su territorio

27 de diciembre de 2018
Nelson Pacué fue gobernador del resguardo Huellas, en Caloto, entre 2016 y 2017. | Foto: Somos Defensores

Nelson Pacué tiene 40 años y ha vivido 10 de ellos en medio de amenazas. Los armados en su territorio lo reconocen como un líder que no les conviene y lo tienen en la mira, sin importar si se desempeña como docente, comunal o gobernador indígena.

El último atentado que recibió fue en marzo. Desde entonces, los ataques a los líderes de la comunidad Nasa en el norte del Cauca no han parado: el sucesor de Nelson en el cargo de gobernador del Resguardo de Huellas, en Caloto, fue asesinado a principios de diciembre.

Esta es la segunda entrega de Voces a prueba de balas, una campaña del programa Somos Defensores para proteger a los líderes sociales a través de la difusión de sus historias.


 

Nelson Pacue

En un minuto, Nelson Pacué cuenta cuáles son las causas que defiende y por las que vive bajo constantes amenazas.


 

«Mi nombre es Nelson Pacué. Soy líder indígena de Caloto, norte del Cauca. Encabezo procesos de defensa del territorio, bajo los mandatos de la comunidad, en busca de una vida mejor para las siguientes generaciones. Esta labor nos ha convertido, a mí y a mi familia, en blanco de persecuciones por parte de los grupos armados durante años.

En 2008, cuando era docente en la escuela de la vereda Loma Pelada en el Resguardo de Huellas, de Caloto, llegaron personas de afuera a cultivar marihuana. La comunidad, reunida en asamblea, emitió una resolución que lo prohibía y eso generó amenazas en mi contra. Creían que yo, como líder, promovía las medidas.

El sexto frente de las Farc se asentó en la vereda un año más tarde
, en una clara afrenta contra la autonomía y el control territorial que ejercen las autoridades indígenas. La decisión de la comunidad por medio de la Junta de Acción Comunal (JAC) fue exigir a los guerrilleros que salieran del territorio. Como el plazo fue incumplido, la comunidad los desalojó y les quemó todo el material de guerra. Esto desató nuevas amenazas contra mí y mi esposa, pues formábamos parte de la JAC.

 


 La historia de Nelson forma parte de la iniciativa Voces a prueba de balas, del programa Somos Defensores.


 

 

Continué trabajando desde un perfil más bajo y relativamente en calma, hasta que en 2016 me eligieron como gobernador del Resguardo de Huellas.

Desde ahí lideré acciones contra la minería ilegal y luchas para restituir territorios que han ocupado ancestralmente los pueblos indígenas, en especial la finca La Emperatriz. A fin de cuentas eran procesos para liberar la madre tierra.

Ese año mi nombre volvió a aparecer, junto a los de otros líderes, en dos panfletos. Las Águilas Negras ofrecían dinero por el asesinato de quienes salíamos en el papel.

En 2017 me reeligieron como gobernador y apareció un nuevo mensaje: “Si se posesiona como autoridad tendrá que atenerse a las consecuencias”. Decidí posesionarme y seguir exigiéndole al Estado respuestas más contundentes frente a las agresiones de los grupos armados que nos rodeaban: disidencias de las Farc, EPL, ELN, Águilas Negras y delincuencia común.

 

 

El proceso de liberación de la madre tierra se consolidó en el resguardo: fortalecimos el control territorial y el gobierno propio. Disminuyeron las extorsiones, el ingreso de extraños y el robo de motos y carros. Las amenazas hacia mi familia siguieron, en comunicados, llamadas y mensajes de texto.

El 22 de diciembre de 2017 entregué el cargo al nuevo gobernador. En enero retomé el trabajo comunitario como director del Centro Educativo del Resguardo, que abarca las veredas Guataba, Loma Pelada, El Arrayán y El Chocho.

El más fuerte de los atentados llegó en marzo de este año, a las 8:40 de la noche. Estaba entrando a mi casa en Caloto cuando un hombre me disparó dos veces en la espalda. Estuve hospitalizado seis días en Cali y ocho en Santander de Quilichao, donde recibí una llamada intimidante. Por eso, hoy mi esposa, mis tres hijos y yo estamos desplazados».

 


Una iniciativa del programa Somos Defensores