San Andrés
En San Andrés el manglar tiene una segunda oportunidad
Estuvo en peligro de desaparecer. Sin embargo, luego de que el archipiélago fuese declarado reserva por la Unesco, se inició un proceso de restauración natural que ha permitido que los manglares vuelvan a nacer y a poblar la isla.
El parque regional Old Point, ubicado al oriente de la isla, cuenta con 50 de las 149 hectáreas del manglar que tiene San Andrés. Se ha convertido en un sitio de restauración natural de este bosque, afectado gravemente por el desarrollo de la isla desde los años 80.
Junto al bosque se levantaba una planta de energía que, luego de captar el agua para refrigerar motores, la vertía sobre los manglares a una temperatura de 40 grados centígrados, causando la muerte de buena parte de este ecosistema, por lo que los mangles tuvieron el riesgo de desaparecer ya que se sumó las basuras que lanzaban en la zona y además de un fuerte incendio que sufrió el sector.
Senderos como este fueron construidos hace cinco años para incentivar el ecoturismo en la isla y ofrecer nuevas alternativas para los visitantes. © Leonardo Numpaque Moreno
Esta vegetación está asociada al agua salada, en la que sobrevive gracias a varias adaptaciones, como unas glándulas por las que “suda” los excesos de sal. Además, los manglares son un biofiltro que brinda protección a los arrecifes coralinos y los peces y ofrece alimento y refugio a distintas especies de aves.
Pensando en su cuidado, en 2001 la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Coralina) logró que 227 hectáreas compuestas por mangles, arrecifes coralinos y bosque seco tropical fueran declaradas parque regional.
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Después de 20 años de restaución natural, los frutos del trabajo son tangibles. © Leonardo Numpaque Moreno
Una segunda oportunidad
Antes de esa declaratoria, Coralina inició un programa piloto de restauración, se reubicó la planta de energía y se construyó un alcantarillado, eliminando así algunos de los tensores del parque. Así, en 1997, pudo emprenderse el proceso de reforestación con tan solo 345 hectáreas de mangle.
En el año 2000, la Unesco declaró al archipiélago reserva de la biosfera. Los esfuerzos dieron fruto en 2009, cuando se recuperaron 50 hectáreas de manglar y el bosque empezó sanar.
“Después de la declaratoria, este bosque se ha dejado quieto y por eso hemos tenido éxito en la restauración. Las plantas pequeñas ya están dando frutos”, dice Martha Inés García, bióloga marina, administradora del sistema de información ambiental de la reserva de biosfera Seaflower.
La adaptabilidad del manglar, lo hace uno de los ecosistemas más resistentes de la isla © Leonardo Numpaque Moreno
Marta explica que, si bien la robustez de los árboles no es la de sus hermanos del Pacífico, en San Andrés se puede encontrar manglar blanco, rojo, negro y botón. Y agrega que las plántulas que están naciendo en los árboles son vigorosas y saludables.
Durante varios años, al parque solo llegaban científicos, bien fuera para monitorear plantas y animales o para realizar investigaciones sobre capturas de carbono. “Esta zona de la isla la gente nativa y turistas la veían como un pantano lleno de monte”, dice Marta.
En 2014, Coralina y la gobernación de San Andrés le apostaron al parque como una alternativa de turismo en la isla. Entonces se ordenó la construcción de senderos de madera que atravesaran el mangle y tuvieran miradores. Este es el caso de Bahía Hooker, donde el azul del cielo se refleja en el agua turquesa que rodea el mangle. Cerca, los kayacs atraviesan el paisaje.
Con este parque se pretende que la gente cambie su percepción sobre el manglar cuando lo califican de "monte" © Leonardo Numpaque Moreno
El canto de las aves migratorias, que llegan del norte del continente en busca de climas más benignos, acompaña el recorrido por los senderos. El bosque también es hogar de serpientes, roedores, moluscos, entre otros.
“Aquí hay mucha tranquilidad. Se tiene un potencial muy grande para el avistamiento de aves. Hay más de 150 especies”, dice la bióloga de Coralina.
El recorrido, que puede tomar una hora y 45 minutos, es más aprovechado por turistas extranjeros que por los colombianos. Ellos llegan para practicar actividades como el senderismo, cuenta Patricia, administradora del parque, quien agrega que en promedio el lugar recibe unos diez visitantes diarios.
Al respecto, Marta García dice que uno de los objetivos de estos espacios es variar la perspectiva del turista que llega a la isla: “Hay que cambiar el chip del turismo, no solamente tenemos sol y playa, también existen otras cosas, como el ecoturismo”.