El Banco, Magdalena
ESPECIAL | Cinco décadas de 'La Piragua'
La cumbia insignia de José Barros sonó por primera vez en 1969 pero empezó a gestarse desde cuando el compositor, a los 8 años, vio navegar por el Magdalena una enorme canoa al mando de un cachaco vestido de blanco. En su versión 35 este fin de semana, el Festival Nacional de la Cumbia en El Banco, Magdalena, le rinde un homenaje a esa joya musical.
No fueron sus abuelos los que le contaron que hace tiempo navegaba en el río Cesar una piragua, que partía de El Banco viejo puerto a las playas de amor en Chimichagua. Tampoco fue un sueño caribeño el que lo inspiró a componer una sencilla canción como homenaje a la vida de río de este municipio ubicado en el sur del Magdalena.
Guillermo Cubillos, protagonista de esta pieza de poesía caribeña, no fue un personaje ficticio producto de una imaginación cargada de magia y sentimiento. El temible Pedro Albundia en realidad no tenía ese apellido y el verdadero nombre de la canoa era Isabel Helena. Los bogas o remadores con la piel color majagua, encargados de arrancarle al río un melódico rugir de hermosa cumbia, no eran doce: el número no superaba los ocho.
La Piragua, la obra insignia y más conocida del maestro José Benito Barros Palomino, fue difundida por primera vez en las radios colombianas hace 50 años, cuando en 1969 el país quedó deleitado por una cumbia romántica, interpretada primero por el trío vallenato ‘Los Inseparables’ y meses después por el cantante Gabriel Romero. La prosa narraba la historia de una embarcación que en las noches desafiaba la tormenta, seguida por un ejército de estrellas que la tachoneaban de luz y de leyenda.
Sin embargo, la gesta de esta obra de arte empezó en la década 1920, cuando el hijo más querido de El Banco, nacido el 21 de marzo de 1915 y quien murió el 12 de mayo de 2007 en Santa Marta, era un intrépido niño que chapoteaba en las carmelitas aguas del encuentro de los ríos Magdalena y Cesar. En esa época vio por primera vez una inmensa chalupa que transportaba mercancía hasta el municipio de Chimichagua en el Cesar, liderada por un cachaco vestido de blanco que decidió echar raíces en tierras caribeñas.
“La Piragua es una historia bonita que hace parte de los recuerdos y vivencias de mi papá en su niñez”, comenta Veruschka Barros, uno de los nueve hijos que tuvo el maestro con sus tres parejas estables: Tulia Molano (con la única que se casó), Amelia Caraballo y Dora Manzano. “Él nos contaba que cuando tenía unos ocho o nueve años, junto con sus grandes amigos Nicanor Pérez Cogollo y Próspero Esparragosa, y su hermano menor Adriano Barros, se tiraban al río a nadar. Recordaba que en esos chapuzones llegaba un señor vestido de blanco y sombrero en una canoa inmensa. Ellos se subían a coger los plátanos y las piñas, casi en una forma de juego para llevarlos a la casa”.
El elegante personaje era Guillermo Cubillos, navegante y comerciante nacido en Chía (Cundinamarca) en 1863, que luego de transportar mercancías entre El Banco y La Dorada decidió radicarse del todo en Chimichagua, donde formó su familia. En 1919, el cachaco inició la construcción de una embarcación en madera con más de diez metros de largo y tres de ancho, con el fin de llevar productos entre El Banco viejo puerto y las playas de amor en Chimichagua.
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La pieza musical empezó a crearse cuando el maestro Barros, a sus 8 años, veía pasar una imponente embarcación con un señor vestido de blanco y sombrero. Archivo Veruschka Barros
Guillermo Cubillos, protagonista de esta pieza de poesía caribeña, no fue un personaje ficticio producto de una imaginación cargada de magia y sentimiento.
Decidió bautizarla Isabel Helena, en honor a dos de sus hijas, pero en esa época no era típico marcar los nombres en los costados de las embarcaciones. José Barros conoció la historia de Cubillos a los 15 años, cuando charló con él en varias ocasiones.
Katiuska Barros, la hija mayor de la última unión amorosa del maestro y hermana de Veruschka, dice que La Piragua nace porque José Barros pensaba que su pueblo natal no tenía una canción que lo identificara. “Y nada mejor que plasmar esos recuerdos de niñez sobre esa embarcación que llegaba desde Honda por el Magdalena hasta El Banco llevando mercancía. Cubillos le contó toda su historia como navegante, como que se enamoró en Chimichagua, se casó y construyó una nueva chalupa para transportar productos entre ambos pueblos”.
Casi medio siglo rondando en su cabeza
José Barros pasó su niñez y adolescencia viendo pasar la chalupa de Cubillos por las aguas del Magdalena y el Cesar, impulsada por varias bogas o remadores. Su padre, José María Barros, de sangre portuguesa, y su madre, Eustacia Palomino, descendiente de indígenas pocabuyes, tuvieron cinco hijos. El progenitor falleció cuando el maestro era muy pequeño, por lo cual empezó a trabajar en diferentes oficios para llevar centavos a la casa.
Solo pudo estudiar hasta cuarto de primaria. Fue embolador, vendedor de almojábanas y pescador, y les cantaba a los más pudientes del pueblo en el parque central, conocido como Telecom. Poco a poco, de forma empírica, aprendió a tocar las cuerdas de la guitarra. Compuso su primera canción a los 12 años: ‘La nena’, dedicada a un amor de niñez.
El maestro Barros le dijo a la disquera que tenía una cumbia muy bonita. Al poco tiempo se la devolvieron. El gerente de la editora dijo que la canción era muy poética y romántica, que querían algo más pachanguero.
A los 17 años partió de El Banco rumbo a Santa Marta, a prestar el servicio militar. Luego regresó a su terruño, pero su alma de aventurero le ganó a sus raíces caribeñas y emprendió un largo viaje. Empezó en Segovia (Antioquia), donde fue minero, y un año después llegó a Medellín, atraído por el tango. Allí fue ganador de un concurso musical con la canción ‘El minero’. También estuvo en Cali y Barrancabermeja.
En la década de 1940, acompañado sólo por su guitarra, llegó a países como Argentina, Perú, México, Chile y Brasil. Las tabernas y prostíbulos eran sus sitios de trabajo, donde cantaba sus composiciones. Luego eligió como hogar a Bogotá, donde se percató que la música caribeña de su añorado Banco tenía acogida.
Iba y venía a la Costa para inspirarse en sus paisajes, ríos, mujeres y personajes cotidianos. Así nacieron joyas musicales como El gallo tuerto, Las pilanderas, La llorona loca, Navidad negra y El pescador, grandes triunfos interpretados por cantantes del momento que fueron éxito en Latinoamérica.
La embarcación de Guillermo Cubillos siempre rondaba su mente. La empezó a escribir a finales de los 40, pero no la culminó, tal vez por una premonición oculta que indicaba que no era el momento indicado.
Tuvieron que pasar casi dos décadas para terminarla, en 1967. “Me contó que una tarde, cuando estaba sentado en el muelle fluvial de El Banco, recordó con fuerza a Guillermo Cubillos y su piragua. Entonces decidió culminar la escritura y partitura. Eso la hace más especial, ya que no nació como sus demás composiciones. Fui testigo de su magia creadora: le bastaba con sentarse y empezar a crear con una rapidez casi que inmediata la letra y música de sus canciones. Con La Piragua fue distinto, le rondó la cabeza desde niño y pasaron más de 40 años para que la terminara”, dice Veruschka.
'La Piragua' se convirtió en el ícono de lo cumbia no solo en Magdalena, sino en todo el país. Archivo Veruschka Barros
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Esta banqueña, la hija del medio de los tres que tuvo el maestro Barros con su tercera y última pareja fija, Dora Manzano (los otros dos son Katiuska y Boris), recuerda que su padre le contaba a los medios de comunicación que en 1967, una disquera le solicitó una cumbia, música escuchada con fuerza en el interior del país, por lo cual decidió entregarle La Piragua.
“Mi papá le dice a la disquera que tenía una cumbia muy bonita. Pero al poco tiempo se la devuelven. El gerente de la editora le respondió que la canción era muy poética y romántica, y lo que querían era algo más pachanguero. Entonces le contestó que no era el tiempo de su canción y que sería en otra oportunidad”.
La Piragua siguió dormitando por un par de años más, hasta que en 1969, hace 50 años, es grabada por primera vez por el trío de vallenatos Los Inseparables, pieza musical que no le gustó a su compositor. “Él imaginaba a la canción de su niñez interpretada por una gran orquesta. A los pocos meses, llega a manos del gerente de otra disquera, Hernán Restrepo, quien le dijo que sería un éxito mundial. El cantante Gabriel Romero fue el encargado de darle su voz, y dejó totalmente satisfecho a mi papá. Siempre dijo que ésta fue su versión favorita”, aclara Veruschka.
Vea las notas anexas del especial Cinco décadas de 'La Piragua'