Santa marta, Magdalena
¿Es suficiente cerrar el Tayrona por un mes para darle un respiro?
No está del todo claro si sea una buena idea cerrar entre enero y febrero uno de los tesoros naturales de Colombia. Consultamos con expertos sobre la verdadera carga a la que está expuesto este lugar y sobre lo que está en juego haya o no haya clausura
Justo cuando el Parque Nacional Tayrona, en Santa Marta, estaba en una de sus mejores rachas de recepción de turistas, anunció su cierre por un mes. Las opiniones sobre la decisión no encontraron consenso.. En los primeros 27 días del 2019 llegaron al parque 71.245 visitantes, una cifra histórica para la reserva natural, que en 2018 recibió un total de 446.299 turistas, para un promedio de 37.191 viajeros al mes.
El hecho es que el Tayrona también merecía “vacaciones”, y por eso Parques Nacionales Naturales cerró sus puertas al turismo del 28 de enero al 28 de febrero, con el argumento de “recuperar los ecosistemas y de atender la solicitud de cuatro pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta que necesitaban un mes para hacer actividades de desarrollo espiritual en medio del Tayrona, llamadas pagamentos”, explica Carlos Mario Tamayo, subdirector de sostenibilidad y negocios ambientales de Parques Nacionales Naturales.
El cierre también es una oportunidad para que algunas especies de animales salgan de sus escondites y recorran las 15 mil hectáreas de área protegidas del Tayrona. El pasado 13 de enero ese tema en específico se hizo viral porque un caimán aguja apareció en el sector de La Piscinita, justo cuando decenas de turistas estaban disfrutando de la playa. Por eso la medida de cierre, de acuerdo con Javier Gómez, director de la Corporación Turismo, Paz y Desarrollo, también“tiene un importante impacto en la recuperación de fauna y flora. Eso se evidencia en las fotos y videos que se capturan de los animales de la zona cuando no hay turistas en el parque”. Además, si el Tayrona estuviera abierto al público en febrero, los animales estarían en peligro porque es temporada seca y el recurso hídrico es limitado.
El Tayrona tiene 12 mil hectáreas terrestres y 3 mil marinas. Se caracteriza por ser una de las zonas con mayor diversidad de especies en toda Colombia y Suramérica. ©Juan Carlos Sierra
En el Parque Tayrona se encuentran especies como el jaguar, el tigrillo, zorros perros, mico de noche, mono aullador y ardillas. ©Juan Carlos Sierra
¿Qué pasa el resto del año?
Es bonito ver como el Tayrona respira y siente tranquilidad en el mes de febrero, pero en marzo será otra historia. Preocupa el regreso del ruido, los desechos y el probable uso inadecuado de los recursos en temporadas altas como Semana Santa. "La reapertura genera un efecto positivo en la economía local y en las divisas del país; son ingresos que permiten reinvertir en el mantenimiento del parque, pero lo que hay que entender es que el turismo debe tener una mirada integral y una perspectiva de sostenibilidad, eso implica considerar otras dimensiones y variables diferentes a lo económico”, advierte Germán Morales, director de la Escuela de Turismo de la Universidad Autónoma de Occidente.
Algunos turistas extranjeros y nacionales no tienen nociones de sostenibilidad y terminan impactando negativamente al parque con residuos sólidos, fogatas y hasta tráfico de especies locales. Para ello, expertos y ambientalistas recomiendan revisar la capacidad de carga del parque permanentemente, porque hoy se trabaja con la resolución 234 del 2004, que señala que pueden entrar máximo 6.900 personas por día. Quince años después el impacto puede ser mayor o menor. También, dar un adecuado manejo a las basuras e implementar modelos como el del Parque Nacional Natural Gorgona, en el pacífico, donde el turista debe devolverse con todo lo que lleva a la isla.
El director de Turismo del Magdalena, Fidel Vargas, asegura que las agencias de viajes, PNN y el departamento, forman y capacitan a los guías para que cuiden el parque de turistas que quieran botar basura o hacerle daño a algunas plantas. “Estamos trabajando por la conservación y el cierre del parque hace parte de esa labor”.
«En diciembre sacamos una circular en la que prohibimos el uso de bolsas plásticas y de pitillos en el Parque Tayrona, porque sabemos el impacto que ocasionan al área protegida y a los ecosistemas en general».
CARLOS MARIO TAMAYO, subdirector de sostenibilidad y negocios ambientales de Parques Nacionales Naturales.
Si se quiere conservar esta área protegida, es necesario pasar de las charlas ambientales obligatorias a verdaderas actividades de conciencia. Se trata de hacerle ver al turista que el Tayrona va más allá de una noche de camping y un día de playa, porque estas actividades no están del todo controladas: fogatas sin supervisión, desechos de residuos y consumo de estupefacientes, son algunas de las denuncias de las autoridades del territorio.
Expertos aseguran que el 80 por ciento de los visitantes del Tayrona son turistas de sol y playa. ©Juan Carlos Sierra
En un mes, el cambio en los procesos evolutivos de las plantas y los animales no es drásticos por lo que más que el cierre se le debe apostar al turista amigable con el medio ambiente. “Es necesario que el Tayrona se piense los 365 días del año y que se desarrollen programas para que el viajero se integre con el área protegida, valore y entienda los recursos naturales y culturales que tiene a su alrededor”, recomienda Javier Gómez, director de la Corporación Turismo, Paz y Desarrollo. El plan de Parques Naturales es exigirles a los operadores registrados buenas prácticas ambientales y actividades reglamentadas.
El cierre de la discordia
Al cierre del Tayrona reaccionaron expertos del gremio como la exministra de Comercio, Industria y Turismo de Colombia y directora ejecutiva de la Cámara Colombo Americana de Comercio, AmCham, María Claudia Lacouture, para ella "si hubiera planeación, seguimiento y autoridad para hacer cumplir las leyes, no tendríamos que cerrar nuestros destinos turísticos”. Este también es un sentir de algunos pequeños comerciantes, hoteles y agencias operadoras que con el cierre del Tayrona ven afectada su economía.
Para Gómez, más que una desventaja es la oportunidad para que operadores turísticos trabajen por mejorar sus programas e infraestructuras. “Tal vez si se le diera un mejor tratamiento al parque no habría que cerrarlo, pero quedaría en vilo la solicitud de las comunidades indígenas, por lo que es mejor que las empresas lo tomen como un tema de responsabilidad social. Es hacer el ejercicio de que, si dejan de recibir 100 pesos, eso es lo que le aportan a la restauración del parque, atrayendo a turistas interesados en prácticas como estas”.
Las zonas rurales de Santa Marta también tienen la oportunidad de mostrar el potencial del sector. Cuando el parque cierra, la periferia del municipio comienza a tener más movimiento. El río Don Diego, en la carretera Santa Marta – Riohacha, es un ejemplo. Este sitio, atendido por jóvenes entre los 15 y los 20 años, que pasaron de cultivar coca a prestar servicios de ecoturismo en la cuenca del río, se ha potencializado con el respiro del parque.
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Así es un tour en el río Don Diego, una cuenca cerca al hotel Taironaka, otro espacio turístico y cultural de Santa Marta.
Sobre la afectación de los operadores del Tayrona, Parques Naturales asegura que se “ha socializado el cierre con los prestadores de servicios ecoturísticos y han entendido la importancia de hacerlo, pues en la medida que podamos conservar estos iconos en relación con el turismo de naturaleza habrá mayor sostenibilidad y conservación de los recursos hídricos, los bosques y manglares”, comenta el funcionario de Parques Nacionales Naturales.
La solicitud del cierre del parque Tayrona fue hecha por las comunidades kogui, wiwa, arhuaco y kankuamo. ©Guillermo Torres
Un modelo que quiere replicarse
Parques Naturales está evaluando la posibilidad de cerrar temporalmente zonas y parques en las que el turismo está desbordado. Consideran que lugares como Playa Blanca, en Barú, además de controlar el ingreso de turistas al lugar, también deberían tener al menos un mes de respiro para contribuir a la renovación de su ecosistema.
Según Germán Morales, "es necesario que en el marco de un escenario de cultura turística sostenible, todos entiendan que los atractivos de naturaleza son ecosistemas estratégicos y se deben salvaguardar, por eso es necesario que ante potenciales momentos críticos que lo pongan en riesgo, el cierre sea la medida para conservarlo”.
Después de tres años de cierres, se espera que los operadores del Tayrona sigan respetando la capacidad de carga conocida del territorio, que aún no se ha sobrepasado, y se lleve el turismo del parque a lo especializado. Atraer más viajeros interesados en hacer senderismo, avistamiento de aves y conexión con las comunidades indígenas del parque deja mayores ganancias a los destinos y ayuda más a formar conciencia sobre la conservación.
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