MEDELLÍN/SEGUNDA DE ABONO
Castella y Bolívar: Más allá de cuatro orejas y dos puertas grandes
El mano a mano entre el torero francés y el colombiano se saldó con un éxito compartido. No hubo vencedor ni vencido, y el público disfrutó de una rivalidad. Notables dos toros de La Carolina.
Como casi siempre, los últimos fueron los primeros. De hecho, la corrida podría resumirse en ese instante final, el de la puerta grande. Pero atrás quedaba, quizás no en el olvido pero sí en segundo plano, ese entonces lejano inicio de la tarde, en el que hubo esencia, antes que figuración.
Esencia del primero de la corrida, un toro que, de salida, fue a un burladero y sacó chispas, mientras preguntaba por los carnés de la cuadrilla de Sebastián Castella. Y sin dejar de lado el temperamento, que no siempre es malo, fue a buscar el capote, mientras metía el morro en la arena.
A simple vista, tenía poca fuerza, y por eso el francés lo dejó crudo en el caballo. La receta pareció funcionar, porque en el quite, el toro mostró toda su calidad sin derrumbarse. Y las dudas terminaron en esa primera tanda de muletazos, de los que a lo mejor el maestro Fernando Botero, a quien se lo había brindado, guardó en su sabia memoria el molde de una exquisita trinchera de Sebastián.
Lo que vino enseguida fue lo mejor de la tarde: el de La Carolina embistiendo como para otra escultura, pero siempre con la emoción en la punta de los pitones. Ese avión que iba y volvía con vuelos rasantes, exigía firmeza y mucho temple. Castella aguantó el temporal de bravura, más allá de algunos enganchotes que la parroquia reclamó. Tras los doblones del de Beziers, el toro se dejó llegar para que la espada entrara, pero el sueño se hizo pesadilla con un intento que cayó bajo. Palmas a los dos. El duro precio de ser el de abrir la tarde.
Y antes que se fuera esa primera mitad, también hubo otro largo trago de bravura: la del tercero. Señores, las hechuras son las hechuras. Que lo diga éste, el más bonito del encierro. Con ellas, y con lo que llevaba por dentro, anunció un turno grande en las verónicas de Castella, bendito hasta ese momento con la suerte del sorteo.
Tras un muletazo de la firma, el francés hizo dos cosas: acompañar mucho al toro con la muleta y darle la distancia que exigía, en particular sobre el pitón izquierdo. Por eso, los naturales tocaron el fondo del sentimiento, fueron largos y mandones. Un circular encendió la plaza, pero no había campo para las exageraciones: estocadón y dos orejas, más ovación en el arrastre.
A esa altura, a Luis Bolívar, en cambio, la suerte le pintaba gris. El segundo de la tarde, primero suyo, no pudo mantener el buen tranco de salida y terminó haciéndose del rogar. Luis le dejó la muleta en la cara y le arrancó muletazos de mérito, obligándolo mucho. Eso, por el derecho, porque por el izquierdo sacó dificultades. La espada cayó tendida y alguna petición se apagó pronto. Saludo desde el tercio.
Y el cuarto, que tuvo un buen capítulo de vara con Clovis Velásquez, pasó de tardear a ponerse violento, e incluso miró con avidez a los tableros. Su carácter basto pudo más y por eso la gente lo despidió con pitos, mientras Bolívar escuchaba desde el tercio el reconocimiento de la afición.
Quedaba la última oportunidad, tras ese quinto en el que Castella también encontró ordinariez del ejemplar a la hora de salir de los engaños. Y Luis pidió lugar en ese sexto para salvar lo suyo. El toro no prometió mucho al comienzo y el capote de Bolívar tuvo más línea de brega que de lucimiento para enseñar quién mandaba.
Pero como la tauromaquia es dinámica, quien sabe si tanto como la política, el toro aceptó ir de largo y de esos metros a la vista surgieron los tiempos y los espacios para ver cuatro derechazos templados, que Luis supo abrochar con un cambio de mano clásico y un pellizco de esos que dejan huella.
Fue un momento, ni largo ni corto, en el que el toro de La Carolina permitió que la faena subiera hasta los tendidos. Con ese eco, Luis buscó su lugar en la historia de la corrida y lo encontró, así el toro, al final, volviera a su estado natural de ayudar poco. Gran estocada y dos orejas, empujadas por un público que quería ver eso, la fotografía del final.
Ficha de la corrida
Medellín, plaza de toros La Macarena
Sábado 29 de enero de 2011
Segunda corrida de abono
Casi tres cuartos del aforo
Se lidiaron seis toros de La Carolina, bien presentados y desiguales de juego. Bravo y encastado el primero, con calidad el tercero. Ovacionados ambos en el arrastre. El segundo descastado. Cuarto y quinto, con excesiva violencia. El sexto rompió por momentos. Pesos: 495, 510, 470, 460, 480 y 500 kgrs.
Sebastián Castella
Tabaco y oro
Palmas, dos orejas y palmas
Luis Bolívar
Sangre de toro y azabache
Saludo, saludo y dos orejas
Detalles
Saludaron Ricardo Santana, Javier Ambel, Gustavo García y Jaime Mejía por pares de banderillas. Muy bien Santana y Ambel en la brega. Tarde calurosa.