Testimonio
"Yo los perdono"
El técnico Luis Fernando Montoya aceptó el mensaje de arrepentimiento de su victimaria. Su vida es una conquista diaria movida por su infinita voluntad.
En la habitación de la unidad de cuidados especiales donde se recupera Luis Fernando Montoya hay un televisor, varias revistas, un periódico y un reloj. Este, empotrado en la pared, es enorme y tiene largas manecillas. Frente a él, sentado, el ex técnico del Once Caldas mira inmóvil el lento paso del tiempo. Uno, dos, tres, cuatro... Cada segundo cuenta. Él los mira pasar sin parpadear, sin inmutarse.
¿Para qué ponerle a un paciente que no puede moverse un reloj al frente? ¿Eso no lo desespera? La pregunta es para Juan Diego Ciro, uno de los médicos que lo atiende desde el 22 de diciembre, cuando lo trajeron a la Clínica de Las Américas en Medellín. "Un paciente que ha recibido altas dosis de sedante puede perder la noción del tiempo. El ritmo de la vigilia y el sueño se alteran. Con el reloj, él se ubica de nuevo en el espacio mental. Gran parte de él vive en su memoria, en las cosas que hizo, lo que estaría haciendo a cada hora", explica.
Esa es una de las razones por las que Montoya está tranquilo. A pesar de su situación, no hay registro de que haya estado deprimido. "Jamás. Muchas veces se ha puesto triste y ha llorado, pero cuando siente las lágrimas deja de hacerlo", cuenta su esposa, Adriana María Herrera Muñoz.Además de los integrantes del equipo médico, ella es la primera persona que entra cada mañana a su habitación. Llega a las 8. Lo saluda y con varias enfermeras lo baña y lo afeita mientras le habla de las cosas de la casa y le cuenta de José Fernando, su hijo que en julio cumple 4 años.
A esa hora Montoya ya está enterado de las noticias por la televisión o la radio. Si hay algún suceso llamativo pide más información, como la muerte del Papa, la convalecencia del presidente Álavaro Uribe por su laberintitis o el día que Catalina Sandino paseó por Hollywood, nominada al Oscar.
Tras el baño, Montoya es sentado en una silla reclinable, frente al reloj. Luego empiezan a llegar las visitas. En la lista están el presidente Uribe, los jugadores del Once Caldas, ministros y estudiantes desconocidos que vienen a contarle que oran por él. Y también están los infaltables en los casi 130 días de convalecencia. Además de su esposa está Imre Kocsis B., húngaro nacionalizado en Colombia, donde vive desde la década del 50, quien lo promovió a entrenador cuando trabajaba en el Atlético Nacional; el médico Ciro, anestesiólogo intensivista, el neurocirujano Ignacio González, Luis Alfonso Sosa, el sicólogo del Caldas, y Juan Carlos Ángel y Darío Vélez, ambos de su cuerpo técnico que lo vio triunfar.
Ellos se turnan para acompañarlo y manejar los retos diarios. En este lapso ha habido tres cruciales. El primero, el 25 de diciembre. Mientras el país descansaba, Adriana Herrera enfrentaba a solas el trance de tener que revelarle a su esposo la verdad de su cuadraplejía. "Es el dolor más grande que he tenido en mi vida. Me temblaban las piernas. Le dije al doctor González que yo no era capaz de darle la noticia", recuerda.
Entonces González tomó la iniciativa: "Luis Fernando, tuvimos que operarte la médula. Es posible que no puedas volver a mover los brazos ni las piernas", le dijo. Montoya bajó la mirada. Esperaba el diagnóstico porque como entrenador se ha movido entre médicos, fisioterapeutas, ortopedistas. Él, como contó después, sabía que estar vivo era de por sí un milagro porque recordaba con nitidez cuando el asaltante levantó el arma y le disparó de frente. Días después habría de agradecer que le hubieran revelado cuanto antes su condición. La otra fecha angustiosa fue el 27 de enero con la visita de José Fernando. Si bien era urgente porque el niño estaba muy inquieto ante la ausencia de su papá, sobre todo en la Navidad, era importante minimizar el impacto en el niño ante el estado de su padre.
Entonces al grupo se le ocurrió una idea. Le pusieron al pequeño unas gafas inmensas y su mamá le dijo que eran un disfraz. Entraron a la habitación, José Fernando vio a su padre y como éste no se levantó a abrazarlo se puso a llorar. "¡Hombre, le dijeron en coro, cómo te va reconocer si estás disfrazado!". La mamá se lo acercó a la cara de Luis Fernando, quien lo besó y le dijo: "Te quiero mucho papito, te quiero mucho". Imre Kocsis le mostró al niño un balón que tenían escondido: "Mira lo que te trajo tu papá". El niño se emocionó y este hombre de casi 70 años se fue al pasillo a jugar con él al balón. Desde ese día José Fernando considera normal ver a su papá sentado.
Finalmente, la otra fecha que los ha marcado fue el 14 de abril, cuando la prensa publicó la solicitud de perdón de Luz Dary Yepes, una de las integrantes de la banda asaltante, hoy presa en la Reclusión de Mujeres de Medellín: "Señor Montoya, me equivoqué", le dijo en una breve esquela entregada por un sacerdote. Dice también que ojalá "pudiera devolver el tiempo evitando a toda consta (sic) el daño ocasionado a usted, a su esposa y a su pequeño hijo".
Montoya todos los días lee la prensa. Siempre hay un voluntario que le abre el matutino, casi siempre El Colombiano, que es el que más le gusta, y él lo lee poco a poco. Pero esa mañana nadie se animó a ayudarle y eso le extrañó. Poco después Adriana le contó de la carta, y él esperó que el respirador artificial le diera aire. Esa es una acción obligada a cada instante porque su lesión en la médula está al nivel del nervio frénico y por eso no puede respirar por sí solo. El aparato le permite hablar durante 20 ó 30 segundos y en excepcionales ocasiones durante un par de minutos, como cuando volvió a ver a su hijo.
Tras la revelación de su esposa, él dijo: "Yo los perdono. No guardo resentimientos. Yo estoy en lo que estoy y aquí sigo con la ayuda de Dios". ¿En qué está el profesor Montoya? "En no dejarse vencer por la muerte", constesta su esposa. "Todos los días me dice: 'Yo quiero vivir". Por ahora está tratando de adaptarse a un respirador nuevo que le ha causado incomodidad, pero que le permitirá su ilusión de irse a vivir en su finca, en Caldas, Antioquia. Ella cree que al final saldrá bien porque a la "infinita" fuerza de voluntad de él hay que sumarle la cadena de afectos que a diario le demuestran en el país. Todos los días le llegan mensajes de apoyo de los lugares más distantes. Desde Bogotá estampitas del Divino Niño del 20 de Julio, de la iglesia de Las Lajas, en Ipiales, del Niño Huerfanito, de Pamplona.
Pero, ¿el futuro? ¿Cómo será la vida de Luis Fernando Montoya, que el próximo 2 de mayo cumple apenas 48 años? El médico Ciro responde que la felicidad está es en la mente de las personas, que la mayoría de cosas que causan emoción no son físicas. "Por ejemplo, ver crecer a un hijo. ¿Hay algo que pueda dar más alegría que eso? Con eso y el amor que le transmite su esposa está construyendo día a día y progresivamente su felicidad".