Hace un par de semanas se inauguró el Laboratorio ‘Renault Lab’ en las instalaciones de la Universidad EIA, en Medellín. Este es un proyecto que no solo beneficia a Renault Sofasa por la solución a varios de sus retos, sino que es la materialización de su responsabilidad social por medio de la cooperación con el proceso de formación profesional de muchos jóvenes y su preparación para la vida laboral.
Este es solo un ejemplo de lo que puede llegar a ser la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) cuando trasciende la filantropía y genera valor social a través de la cooperación para crear y aplicar conocimiento nuevo que redunda en impactos positivos para la sociedad. Desde hace varias décadas, las organizaciones desarrollan prácticas de Responsabilidad Social Empresarial como uno de los medios para retribuir a la sociedad los efectos de sus actividades industriales.
Para el Consejo Mundial Empresarial para el Desarrollo Sostenible, la RSE es un “compromiso permanente de las empresas de comportarse éticamente y contribuir al desarrollo económico”, pero al mismo tiempo, busca mejorar la calidad de vida de los trabajadores, sus familias, así como de la comunidad local y la sociedad.
En pro de maximizar su contribución al desarrollo sostenible, hoy día prevalece un enfoque de gestión que se afianza como un factor estratégico y determinante para la competitividad de todo sistema empresarial: la sostenibilidad, conceptualizada en pocas palabras como la capacidad que tiene una empresa para existir, consolidarse en el mercado, pero, sin agotar los recursos naturales utilizados ni afectar las partes interesadas con las que interactúa; todo ello, a partir de tres pilares: ambiental, económico y social.
Dicho de otra forma, integra la rentabilidad, la protección al planeta y la seguridad a las personas. Por eso Michael Jantzi, fundador de Sustainalytics, indica que los temas sociales, ambientales y de gobernanza no deben formar parte solamente de la filosofía de gestión propia de cada empresa, sino que se han transformado en riesgos y oportunidades potenciales que, necesariamente, tienen que integrarse en los procesos de toma de decisiones. En este sentido, retomando el ejemplo de ‘Renault Lab’, varios de los retos de interés de ambas organizaciones están relacionados con asuntos tan relevantes hoy como la movilidad sostenible y la transición energética.
Empresas BIC
En Colombia el concepto de RSE se comenzó a incorporar en las empresas a partir de mediados del siglo XX, a través de iniciativas filantrópicas y de la ética empresarial. De esa época surgen las Cajas de Compensación Familiar, así como iniciativas públicas y privadas que buscan mejorar las condiciones sociales y familiares de los trabajadores y de la sociedad en general.
Cabe resaltar que dichas iniciativas han sido fruto de una colaboración entre las empresas, los sindicatos y la sociedad civil, sin dejar de lado la relación con la academia que se ha fortalecido en las últimas dos décadas en el país. En este sentido, puede decirse que la responsabilidad social empresarial es un motor articulado de desarrollo económico, social y ambiental.
En Antioquia, un proyecto más amplio es el del Comité Universidad Empresa Estado (CUEE) que ya se acerca a dos décadas de funcionamiento y ha logrado importantes avances en proyectos de ciencia, tecnología e innovación para el desarrollo socioeconómico del departamento. Otro ejemplo en el ámbito regional es el de Socya, una organización sin ánimo de lucro creada por un grupo de empresarios en 1960 bajo el nombre de Codesarrollo, que ha sido pionera en la implementación de proyectos de economía circular, lo que ha generado un impacto social y ambiental.
Las tres dimensiones de la sostenibilidad se han tomado el diseño de las estrategias asociadas a la RSE. Como resultado, Colombia cuenta hoy con una apuesta más ambiciosa y que evoluciona el concepto de sostenibilidad: las empresas BIC o Sociedades Comerciales de Beneficio e Interés Colectivo, las cuales se promueven desde 2018, cuando se promulgó la ley y luego a través de su decreto reglamentario que permite la constitución de este tipo de entidades.
Estas empresas realizan acciones específicas que impactan el ambiente, el bienestar de sus empleados y el interés de la sociedad en general, buscando instaurar prácticas empresariales que ayuden al logro de los objetivos de desarrollo sostenible. Para ello reportan su impacto en cinco elementos fundamentales para la sostenibilidad: el modelo de negocio, el gobierno corporativo, las prácticas laborales, las prácticas ambientales y las prácticas con la comunidad.
De acuerdo con las cifras presentadas en abril de 2022 por el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, en el país ya se cuenta con más de 1.400 empresas BIC, que le apuestan a un desarrollo económico con sentido social y apoyan el crecimiento sostenible de la economía. En el mundo de hoy no es posible lograr el desarrollo económico, social y ambiental sin las capacidades que genera el empresariado, no solo por la creación de empleo y las contribuciones a los ingresos de la nación sino por la creación de valor social.
No se trata de esperar a que las cosas pasen de manera automática, sino que el liderazgo empresarial de hoy demanda un compromiso hacia la generación de condiciones que impacten de manera positiva a todos los grupos de interés y al medioambiente. Orientar los negocios hacia un propósito superior que transforma positivamente nuestra sociedad debe ser la prioridad de los líderes, solo así lograremos una cohesión entre las empresas, el ambiente, las personas y el sector público. Solo así preparamos un mejor futuro para nuestros hijos y las generaciones por venir.
*Rector designado de la Universidad EIA, y exministro de Hacienda.
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