La mayoría de habitantes de los grandes centros urbanos tienen un acceso rápido a los servicios de salud primaria. Un paciente que necesita atención de urgencias no demora más de una hora en trasladarse de su casa o del lugar del accidente al centro médico. Las filas que se hacían desde las tres de la mañana a las afueras de los hospitales para obtener una cita quedaron en el pasado. Hoy, con una llamada o un clic las personas pueden solicitar la consulta con un médico o especialista. Sin embargo, en las zonas rurales la realidad es muy distinta. Los pacientes tienen que caminar horas para llegar a un puesto de salud. Muchos duran años sin consultar a un médico porque no tienen los recursos para desplazarse o porque el traslado al casco urbano más cercano puede durar días.

En estas zonas en las que viven campesinos y comunidades afrodescendientes e indígenas, la salud está a cargo de la medicina tradicional o ancestral. Si bien la gran mayoría está afiliada al régimen subsidiado, son pocas las ocasiones que acceden a servicios formales en salud y cuando lo hacen es por medio de ambulancias aéreas, brigadas o del personal del Ejército. A continuación, leerá algunas historias que retratan la realidad de lo que se vive muy lejos de las grandes ciudades.

Asistencia militar

Juan* le ayudaba a su mamá a cortar y recolectar la leña para su hogar, ubicado en una parcela en la vereda El Palmar, municipio de Mesetas, Meta. Un día, al mandar el machetazo a uno de los palos caídos, el machete se le resbaló de las manos y le cortó la parte baja de la rodilla. La herida era profunda y la hemorragia no paraba. Sin un puesto de salud cercano, su familia acudió a la Base Militar de Jardín Peñas, que pertenece al Batallón de Infantería N.°29. Los enfermeros militares le brindaron los primeros auxilios y detuvieron la sangre.

Con los signos estables, Juan debía ser trasladado a un centro médico para examinar la herida e iniciar el tratamiento. Los soldados de la base militar recurrieron al Batallón de Ingenieros de Desminado Humanitario N.° 4 que se encontraban en una vereda cercana. Su personal médico se hizo cargo y lo trasladó en una camioneta al municipio de Mesetas.

Usualmente, este tipo de accidentes son mortales o generan lesiones permanentes debido a que no se tiene acceso rápido a un médico. En muchas ocasiones quienes atienden las emergencias son los miembros de la fuerza pública que hacen presencia en regiones apartadas, donde otras entidades del Estado aún no llegan.

Atención en las alturas

Minutos antes de que el reloj marcara la medianoche para darle paso al 20 de julio de 2022, la operadora de Colcharter, una empresa colombiana que presta el servicio de ambulancia aérea, recibió una llamada de Nueva EPS. Requerían un servicio para una de sus pacientes del régimen subsidiado en La Primavera, un municipio de Vichada a más de 15 horas de Villavicencio en temporada seca, y a días en época de invierno. María*, una menor de edad con 37 semanas de embarazo, había comenzado trabajo de parto y el pronóstico era poco alentador. Estaba en juego su vida y la del bebé.

El piloto, el médico y un auxiliar, todos especialistas en servicios médicos aerotransportados, se prepararon para despegar mientras el resto del personal de Colcharter adelantaba la logística del vuelo. Luego de recibir el informe meteorológico, la torre de control del Aeropuerto El Dorado autorizó la salida de la avioneta hacia las seis de la mañana. El vuelo duró cerca de cuatro horas y al llegar la situación de María no mejoraba. El médico y el auxiliar le proporcionaron la atención primaria para estabilizarla y así poder emprender el viaje de vuelta en las mejores condiciones posibles. A los 20 minutos del despegue, el bebé nació, una situación que nadie se esperaba y que fue atendida con éxito. Madre e hijo estaban a salvo.

Las brigadas

Marcela Fernández es administradora de empresas y dueña de Be Trust, una consultora especializada en fiducias. Aunque su negocio es otro, en compañía de su esposo ha liderado varias brigadas de salud en territorios alejados de los grandes centros urbanos. No es una labor fácil porque una pequeña o mediana empresa no cuenta con los recursos ni la logística para este tipo de iniciativas. Por fortuna, Marcela ha gestionado con éxito el apoyo de otras empresas y de la Armada y la Fuerza Aérea Colombiana.

Una de las brigadas que más recuerda fue a Puerto Inírida, capital del departamento de Guainía, justo antes de la pandemia. Los indígenas tuvieron que viajar en lancha o andar a pie por horas para llegar a un resguardo cercano al casco urbano en donde Marcela y el equipo de médicos voluntarios los esperaban.

Las brigadas requieren muchos meses de preparación, en este caso se demoraron tres meses desde que Marcela comenzó a hacer contactos. Primero habló con la Armada, que a su vez buscó a la Fuerza Aérea para que suministrara un avión de carga. Luego Marcela convocó empresas que quisieran participar. Unas donaron dinero, otras prestaron equipos de odontología y otras entregaron medicamentos, víveres, enseres y juguetes. Finalmente, los profesionales de la salud que se unieron donaron su tiempo.

La brigada partió un viernes en la mañana de Catam. Entre sábado y domingo atendieron a más de 500 indígenas que presentaban todo tipo de enfermedades. Muchos de ellos nunca habían asistido a una cita médica en su vida

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* Nombre cambiado por solicitud de la fuente.