Mejor Colombia
Cuatro emprendimientos que aportan su granito de arena a la construcción de paz en Colombia
Historias de resiliencia y perseverancia protagonizadas por colombianos que desde distintas regiones han tenido que reinventarse para sobrevivir. Hoy sus ideas de negocio generan empleo y son ejemplo de reconciliación.
La llama del cambio
La historia de Metalcof está llena de grandes desafíos. Oriundo de Teruel, Huila, Nelson Rojas, su fundador, tuvo que huir de la violencia en Norte de Santander, a donde había llegado a probar suerte. Intentó lo mismo en Caracas, Venezuela, pero tuvo que regresar a su departamento. Trabajó informalmente en varios oficios hasta que aprendió de ornamentación en el Sena.
Gracias a varias convocatorias de la entidad, recibió apoyo y capital para crear en 2013 Metalcof, una empresa de metalurgia. Este negocio le permitió reencontrarse con su familia, que debido al conflicto se encontraba dispersa en varias regiones del país. A pesar de tener un modelo de negocio consolidado, tuvo que resistir dos crisis. No se rindió. En cambio, creó una innovadora estufa de leña que reduce hasta 80 por ciento las emisiones de dióxido de carbono y ahorra hasta 70 por ciento la madera. De esta forma ha puesto un granito de arena para contribuir a frenar la deforestación.
Moda con sentido
Este emprendimiento nació para apoyar la reincorporación de excombatientes de las Farc en el sector de la moda. Comenzó formalmente en 2018 como una alianza solidaria entre jóvenes de la sociedad civil y un grupo de cuatro excombatientes asociados a una cooperativa enmarcada en el Acuerdo de Paz.
A pesar de que el motivo principal de Manifiesta no es el lucro, hoy pueden decir que son sostenibles y generan empleo. “De hecho, esperamos vender cerca de 10.000 prendas en todo el país en este 2022″, explica Ángela Herrera, su fundadora. Once personas, de distintos lugares del país forman parte de este emprendimiento, entre ellas hay familiares de soldados que murieron en combates con las Farc. Todo un ejemplo de reconciliación.
Entre los diferentes retos que Manifiesta ha tenido que sortear, Ángela Herrera destaca dos: el asesinato de firmantes de la paz, que deja en entredicho las garantías para su reincorporación, y las dificultades para emprender, a pesar de que son un proyecto con sentido social.
Por ahora el objetivo de Manifiesta es seguir difundiendo un mensaje de paz a través de la moda en Colombia y en el mundo. “La gente se interesa por nuestras prendas no solo porque sean bonitas sino porque están contando una historia”, agrega Ángela.
Endulzar la industria
Gracias al programa Creciendo Juntos, que contaba con el apoyo de la Embajada de Canadá, en 2012 un grupo de jóvenes que huía de la violencia en la zona rural del municipio de El Charco, Nariño, creó Frutichar. A través de este programa aprendieron a formular proyectos y estructurar modelos de negocio.
“De allí surgió la idea de trabajar con los cultivos frutales. Pensamos en crear una planta de exportación industrial en El Charco, que constituimos en 2014. Y empezamos a comercializar nuestros productos en municipios cercanos”, explica Nevis Cadena, fundador de la empresa.
Quisieron expandirse a otros mercados más grandes como Cali, Buenaventura y Tumaco, pero los costos y dificultades de transporte hicieron imposible competir con empresas del interior del país. “Cuando arrancamos comercializábamos frutas como lulo, borojó, arazá o guanábana; la experiencia nos llevó a cerrar esa línea de productos”, cuenta Cadena. Actualmente, Frutichar solo trabaja con pulpa de asaí (que en el Pacífico se conoce como naidí). Sin embargo, la idea es expandir el modelo productivo y abrir nuevas líneas de productos como deshidratados, yogures e, incluso, cosméticos.
Tejiendo sueños
Yaciris Guerrero nació en Ayapel, Córdoba, pero ha viajado por varias ciudades en busca de mejores oportunidades. Ha vivido en Medellín, Montería, Necoclí y Puerto Obaldía, en Panamá. A pesar de que estudió enfermería, nunca logró conseguir trabajo y tuvo que dedicarse a tareas informales.
Cuando estuvo en Panamá, con ayuda del consulado colombiano, tomó un curso de confección: “Me quedó gustando y le dije a mi esposo que eso lo podría ejercer desde la casa para generar ingresos extras, entonces la idea me quedó sonando”. Fue difícil consolidar un negocio por la falta de recursos. Con ayuda de su esposo y su suegra, y los pedidos de quienes creyeron en su talento, pudo comprar los primeros insumos.
Hoy, gracias a la asesoría de Empropaz, aprendió cómo estructurar su empresa. “Fue elemental para mi crecimiento empresarial saber cuánto me gastaba en la elaboración de una prenda para identificar cuánto me quedaba de ganancia”, explica. Más adelante logró acceder a un crédito semilla en Bancamía y esto le permitió invertir en una máquina bordadora y una máquina de sublimación para marcar ropa. Hoy, en Necoclí, Guerreros Fashion sigue creciendo.