Especial Empresas que Construyen País
Hechas a pulso: la historia de cinco empresarios colombianos que empezaron desde cero y hoy dirigen algunas de las marcas más reconocidas del país
Detrás del éxito de Ramo, Tostadas Susanita, Mario Hernández, Challenger y Color de Esperanza hay creatividad, disciplina, dedicación e innovación. Hoy, estas compañías generan empleo y con su crecimiento también contribuyen al desarrollo del país.
Innovar: la receta de Ramo
Ramo es reconocida por ofrecer más de 60 referencias de productos y estar presente en ocho países. Su historia se remonta a 1950, cuando Rafael Molano, fundador de la compañía, trabajaba en Bavaria y les vendía a sus colegas el ponqué que horneaba su esposa, Ana Luisa Camacho, con la receta de su suegra. Con el paso del tiempo, este emprendedor se dio cuenta del potencial del negocio y decidió ofrecerlo en las tiendas. Fue un éxito. En 1964, Molano obtuvo un crédito bancario para iniciar la producción industrial.
En ese año, la empresa contaba con el Ponqué Ramo Tradicional y la línea Gala. Cinco años después se construyó la planta de producción en el municipio de Mosquera, y en 1972 se lanzaron otros productos icónicos como Achiras, galletas Colaciones y el Chocoramo, que hoy continúa siendo líder en ventas. De acuerdo con Bernardo Serna, presidente de Productos Ramo, durante estos años la compañía continuó innovando: en 1975 implementaron el uso de los triciclos Ramo, los cuales permitieron acercarse cada vez más a las familias colombianas.
“Las iniciativas que se siguen desarrollando posicionan a Ramo como líder en innovación y en adopción de tendencias. Uno de los lanzamientos recientes más llamativos es el Criptoponqué, el primer ponqué con una tajada de bitcoin en el mundo”, comentó Serna.
Tostadas Susanita, un negocio casero
La compañía Tostadas Susanita arrancó en Medellín hace 40 años cuando Susana Posada se separó de su esposo y quedó sola con cuatro hijos. “Me casé muy joven y me dediqué a ser ama de casa. Solo sabía cocinar y coser, nunca había trabajado”, recordó Posada. Para sacar adelante a su familia buscó todas las maneras posibles de generar ingresos. Aprovechó sus habilidades de mecanografía, dictó clases de cocina en su casa y también transportó a los alumnos del colegio en el que estudiaban sus hijos. Un día, su tía segunda le enseñó a hacer pan aliñado casero y tostadas.
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El pan fue un éxito en su casa y decidió comercializarlo. Posada cuenta que su primera venta fue un paquete de bizcochos que le vendió a una vecina por 100 pesos. Después lo empezó a ofrecer en edificios, charcuterías y panaderías. “Donde yo metía la cabeza, ofrecía el producto. Luego de obtener los certificados de sanidad conseguí que llegaran a los supermercados de cadena”, agregó. Como el negocio se creció decidió vender su apartamento para poder cocinar en un espacio más grande que tuviera hornos para una mayor producción.
“Ya contamos con 420 trabajadores. Siempre les digo que sean disciplinados porque algún día van a poder crear empresa, así como lo hice yo”, dijo la fundadora de Tostadas Susanita.
La moda de Mario Hernández
Mario Hernández nació en 1941 en el municipio de Capitanejo, Santander. En 1947, huyendo de la violencia, llegó a Bogotá con su familia. Cuando murió su padre empezó a trabajar para ayudar a su madre. A los 14 años realizó labores de mensajería y mandados. “Después de eso empecé a arreglar vitrinas, conocí la mercancía que traían los italianos, empecé a vender y, además, monté una oficina de finca raíz”, contó el empresario.
En la década de los setenta, Hernández le compró un negocio a un amigo que fabricaba chaquetas de cuero, cuyo nombre original era Marroquinería. Años después, viajó a Madrid y pudo conocer cómo funcionaba la moda en el mundo, además de la importancia de las estaciones, los colores, la calidad y el nombre, pues las grandes marcas se llaman como sus diseñadores o fundadores. Por eso, al volver a Colombia decidió cambiarlo a Mario Hernández.
Hoy, su empresa tiene 2.000 empleados alrededor del mundo. “Queremos ser la marca colombiana que compite con marcas europeas. En estos 50 años de trayectoria me he dado cuenta de que no hay fracasos, todo es experiencia. Uno tiene que empezar a gatear, caerse, llorar y volverse a parar. Esa es la enseñanza de la vida”, aseguró.
De radiolas a electrodomésticos
Challenger, reconocida por sus neveras, televisores, estufas, entre otros electrodomésticos, arrancó en 1966 como una empresa familiar. En aquella época se llamaba Industria Electrónica del Sonido (Inelso), y se dedicaba al ensamblaje y comercialización de radios, tocadiscos portátiles, radios de sobremesa y radiolas marca NEC. Una década después se construyó la planta de producción de maderas, metalmecánica y electrodomésticos y, finalmente, en 1979 se empezaron a fabricar equipos de sonorización profesional.
“El año 76 fue cuando empezó el desarrollo de la industria. Antes la empresa era más pequeña y artesanal”, explicó Juan Carlos Bazzani, gerente del grupo empresarial Lemco, del cual hace parte Challenger. Para Bazzani, la vocación de la compañía es hacer país, contribuir a las comunidades y generar empleo. Actualmente cuentan con 1.800 colaboradores directos.
Mamás productivas y emprendedoras
Color de Esperanza es un emprendimiento que además de ser una marca de diseño dedicado a la elaboración y venta de prendedores, permite que las mujeres que son madres puedan pasar tiempo con sus hijos sin dejar de recibir ingresos económicos.
Paola Benrey, su fundadora, explicó que decidió impulsar esta idea a raíz de su experiencia personal. “Fui mamá muy joven y tuve que salir a trabajar, por lo que no pude estar el tiempo que hubiera querido con mi hijo. Yo no había emprendido nunca sola, la mayoría de mis años laborales transcurrieron como empleada. Con Color de Esperanza le aposté a la presencia de las mamás, fundamental en la vida de los niños, y a la independencia económica, que es la mejor manera de empoderar a las mujeres”.
Esta marca busca darles oportunidades productivas a mujeres con hijos en condición de vulnerabilidad. Actualmente, 17 mujeres de la sabana de Bogotá reciben capacitaciones en técnicas para elaborar prendedores y también se forman en temas como ahorro, finanzas personales, crianza, alimentación y cuidado personal.