¡Atención! Denuncian casa de torturas en Bogotá

Una de las secuestradas, de apenas 25 años, que esperaba trabajar en este llamado reservado, subió al tercer piso de la casa, que en el día parece una vivienda normal, pero en las noches se convierte en una peligrosa guarida. El responsable de este sórdido negocio sería, según la denunciante, un hombre conocido con el alias del Paisa o Ángel.

A las víctimas las encerraron en la habitación y mientras alias el Paisa las golpeaba de manera repetida, los otros dos hombres les apuntaban con un arma de fuego. La escena fue auditada por la menor que, con 17 años, ya era una proxeneta. “A mí, Ángel me pegó patadas y me decía que las cosas con ellos eran a otro precio, que me iba a arrepentir, que le entregara todo. A mi amiga le pegaron con esa pistola en el hombro”.

Lo que siguió llenó de terror a las dos jóvenes mujeres. Alias Ángel las roció con lo que sería gasolina, les cubrió la cabeza y el torso. Su secuestrador encendió un pequeño soplete que les acercaba a la cara y al pelo. La advertencia era clara: ellas, que llegaron buscando empleo, debían entregarles las claves de sus cuentas de ahorro, redes sociales y el celular.

Cuenta una de las víctimas que el miedo la invadió. No podía respirar, el llanto y el desespero la ahogó. Su amiga quedó petrificada, ni siquiera respondía a las exigencias de los torturadores, solo levantó la mano con su celular, como entregando una ofrenda para salvar su vida. “Ellos me acercaron ese soplete y nos mostraban cómo lanzaba fuego. Cuando empiezo a oler a quemado, les grito que nos dejen ir, que ya les entregamos todo; luego me quitan una cadena, las manillas, anillos, todo lo que tenía. Nos dejaron solo con la ropa”.

Las horas de secuestro de las víctimas terminaron con la orden de alias Ángel de sacarlas a la calle en la madrugada y sin nada en los bolsillos. Las bajaron por las escaleras, tapándolas con una chaqueta para evitar que los clientes las vieran.

Esta escena de secuestro y tortura ocurrió mientras que en el segundo piso de la casa continuaba la fiesta clandestina, con clientes y disyoqueis. Todo esto se conocería semanas después en un operativo de la Alcaldía de Mártires. Se trata de un reservado, un negocio ilegal y familiar controlado por una mujer, la Madame, que, de acuerdo con las víctimas, sería la mamá de alias el Paisa. Dulce 24 H se llama el establecimiento que ofrece servicios sexuales, licor y consumo de drogas, de acuerdo con los informes de la propia Alcaldía.

Otra víctima, una joven que llegó con la misma promesa de encontrar trabajo en ese sitio, también terminó en ese cuarto. Según la denuncia, estuvo por varios días en la casa hasta que lanzó un mensaje en las redes sociales, que sus amigas identificaron como una alerta de que algo andaba mal. “Ella dijo en sus redes que estaba sin celular, pero solo unas horas antes habíamos hablado; nos pareció raro y tratamos de ubicarla, pero desde que se fue para esa casa perdimos contacto”.

Cuando lograron ubicarla contó su tragedia, que coincidió en casi todo con las otras víctimas, pero con un agravante. A ella, además de golpearla, amenazarla y atracarla, le apuntaron con un arma y la obligaron a desnudarse y a masturbarse mientras que la grababan con un celular. Dejaron el video como advertencia en caso de atreverse a denunciar el secuestro y las torturas.

La dejaron en libertad y corrió al CAI más cercano en Santa Isabel. Ahí, asegura, la respuesta de la Policía la revictimizó. Los uniformados del cuadrante la invitaron a olvidarse de todo, le dijeron que no era necesario denunciar, que allí, en esa casa, ocurrían cosas peores y no pasaba nada. Lo mejor era no perder el tiempo.

La víctima no denunció, sin saber que semanas después, en un operativo del Distrito, un hombre que estaba en la fiesta clandestina –se ve en un video en poder de SEMANA– advierte a los funcionarios de la Alcaldía cómo sobornan a la Policía del cuadrante y hasta se ofrece a entregar una declaración, que al final nadie recibió. “Necesitamos es que grabe al tombo que nos recibió la plata para hacer la vuelta… Yo puedo dar una declaración de lo que yo le dije a la Policía, y cagó la vuelta, entregó a todo ese cuadrante”, se escucha en el video del operativo, que fue ignorado por las autoridades.

Operativos de papel

En abril de este año, a la casa llegó el poder del Distrito tras las denuncias de vecinos por ruido y fiestas clandestinas. La policía y el ejército irrumpieron en la vivienda, hallaron licor, estupefacientes y menores de edad, pruebas suficientes para sellar el sitio e imponer una veintena de comparendos; pero no para evitar que ese sello fuera “despegado en menos de una semana”.

Días después de poner el sello, alguien lo quitó y siguieron llegando las invitaciones para más fiestas. No hubo seguimiento de los uniformados; apenas un informe de la Alcaldía de Mártires que remitieron a la Fiscalía, con las denuncias ciudadanas, pero no con los hechos narrados a SEMANA por las víctimas, quienes aseguraron que existe un grado de complicidad de la Policía del sector.

Las víctimas advierten que si bien el operativo terminó con la fiesta de una noche, pasó por encima de lo que realmente ocurría en este sitio. Las mujeres que se atrevieron a denunciar aseguran que los hombres del cuadrante llegaban al establecimiento (que solo se abre tras un mensaje de WhatsApp a alias el Paisa), ingresaban y hasta se integraban a las fiestas. La versión de las víctimas coincide con la de los vecinos y eso explica, en su criterio, por qué funciona sin ninguna clase de control.

Luego de las denuncias, SEMANA buscó una explicación de la Policía por medio del comandante de la estación de los Mártires y la oficina de prensa de la Metropolitana de Bogotá, pero no hubo respuesta. Solo la alcaldesa de la localidad, Tatiana Piñeros, se refirió al tema, y aseveró que informaron a la Fiscalía y que la Policía sería la única autoridad que podría levantar el sello en este establecimiento.