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“Chávez fue mi amigo”: Gustavo Petro está estrenando libro
El líder de la Colombia Humana lanzó un libro en el que cuenta episodios desconocidos de su vida. Las torturas que vivió, la toma del Palacio de Justicia, la paz, las elecciones. Y lo que piensa de Carlos Pizarro, Juan Manuel Santos, Claudia López y Álvaro Uribe. Extractos.
“Sabía que no podían matarnos”
“La tortura no es un momento de abstracción intelectual. Es un momento de resistencia física y de sobrevivencia pura. Cuando empezó, los golpes fueron permanentes. Usaban unas prácticas de violencia que se suponía que no dejaban huella para eliminar cualquier evidencia, pero conmigo no lo lograron. Quedé con bastantes cicatrices, sobre todo en la cara. Y, claro, cuando los golpes eran puños, obviamente salían moretones.
Había una práctica conocida como la tortura china, que consistía en dejar a la víctima durante horas de noche debajo de una gota de agua que caía permanentemente. Otra práctica era hacerlo a uno dormir debajo de los caballos, sin comida o mantas, esposado a las cercas donde tenían a los animales. Eso fue en la Escuela de Caballería. Los caballos no permitían siquiera la posibilidad de que uno durmiera. Los militares también me golpearon con fusiles y me pusieron en el pecho unos corrientazos de electricidad tremendamente dolorosos... Sabía que no podían matarnos. Les quedaría muy difícil explicar nuestras muertes. Íbamos a sobrevivir, estaba convencido”.
“Un desastre para el país”
“La idea de la toma del Palacio era reiniciar el proceso de paz entre el M-19 y el Gobierno. Era una operación para negociar, para llegar a un acuerdo. Desde la cárcel, viendo por televisión la toma, pensaba que mi estadía allí pronto acabaría y que podría regresar a Zipaquirá para continuar haciendo política. Sin embargo, al segundo día, con el Palacio en llamas, entendí que el operativo había sido un desastre para el país y también para el M-19… el M-19 ingresó al Palacio para que la Corte Suprema estudiase un proceso contra el presidente Belisario Betancur, en la tradición de las demandas armadas que ya había insinuado alguna vez Rafael Uribe Uribe. El M-19 nunca tuvo la intención de exterminar o atacar a los magistrados de la Corte Suprema”.
“No por nada sus amigos lo habían apodado ‘Carro Loco’”
“A decir verdad, hasta el día de su muerte nosotros no fuimos amigos, no construimos conjuntamente; de hecho, nos veíamos en cierta forma como rivales, si bien yo no tenía la dimensión de él. En mi opinión, hoy pienso que su cambio de parecer (para apostarle a un proceso de paz) se debió a su intuición. Pizarro siempre tuvo una personalidad intuitiva. No era un hombre de conocimientos teóricos profundos, no era analítico. Era, más bien, un hombre pasional. No por nada sus amigos lo habían apodado ‘Carro Loco’. Esa impulsividad de Pizarro cuajaba con su valentía y se expresaba muy bien en el terreno militar. En la política, se expresaba por medio de su intuición... Él sabía que si hacía la paz como comandante general del M-19, el país entero iba a girar en torno al proceso y que él iba a ser su protagonista”.
“Chávez fue mi amigo”
“Poco tiempo después del regreso de Chávez a Venezuela, se volvió presidente elegido por el pueblo y logró convocar una Asamblea Constituyente. Se convirtió en un líder latinoamericano hasta su muerte. Chávez fue mi amigo y respeté su proceso, pero me sembró muchas dudas el hecho de que en la fase final tratase de imitar el modelo cubano… Tampoco me gustaba que el círculo que rodeaba a Chávez tuviera como su referente en Colombia a las FARC. No eran conscientes del enorme desprestigio del movimiento. Chávez caía en la trampa que le tendía Uribe de meterlo en un proceso que significaba más guerra para Colombia: el intercambio humanitario, el canje de prisioneros de guerra”.
“Era la derrota total”
En ese año, 1994, salí por primera vez de Colombia. Me fui llorando porque ese viaje, para mí, era la derrota total. Aquel viaje era la separación de mi patria... En ese momento tenía 34 años, el mundo soviético se había caído, las alternativas políticas no existían y la idea de hacer una revolución se había desvanecido. Las principales figuras del M-19 que yo había apoyado y querido tenían un discurso neoliberal. Colombia se había quedado sin alternativas. Fue un momento de profunda desazón. Sentí, por primera vez, que nos habían derrotado, y solo fui capaz de superar aquella sensación mucho tiempo después”.
“Mi rival más cercana era Gina Parody”
“Descubrí, entonces, un fenómeno que me llamó poderosamente la atención y del que me sentí orgulloso. Mi rival más cercana en ese momento era Gina Parody. Ella venía de esas candidaturas que yo llamo ‘de club’, del estrato 5 y 6 de Bogotá, de las élites. Yo no solo le gané con toda la prensa en mi contra, sino que el esquema social de la votación me dio un mensaje fundamental: entre más pobre era el barrio, más ganaba yo, y mientras más rico el barrio, más ganaba ella. Es decir, en Bogotá ya empezaba a aparecer una selección política que buscaba intereses sociales, que no eran únicamente diversos, sino antagónicos”.
“Mi reunión con Carlos Castaño”
“En el año 2000 me hicieron una invitación para hablar con los paramilitares. En un comienzo rechacé la oferta, pero con mi equipo en Bogotá evaluamos si era conveniente sostener esa reunión... Carlos Castaño empezó a hablar y a repetir que Córdoba había llegado a su estado natural gracias a ellos... El hombre se empezó a desmoronar ante mí. Se notaba que, en el fondo, era una persona débil mentalmente, que se diluía ante contrincantes con convicciones e ideas profundas. Al cabo de unos minutos ya tartamudeaba y retrocedía. Sus supuestos subordinados militares lo interrumpían y hablaban en su lugar. Uno, incluso, le quitó la palabra, lo silenció y, para acorralarme, se jactó de que conocía mucho sobre la vieja izquierda. Yo no me dejé encerrar, pero sí comprendí que Carlos Castaño no era el jefe del paramilitarismo. Era apenas una figura que ponían ante las cámaras y las personas vulnerables para asustar”.
“Investigar a Uribe”
“Cuando llegué al Senado, como parte del nuevo partido de izquierda Polo Democrático, en 2006, sentí la necesidad de volver a investigar el paramilitarismo región por región. En especial, me llamaba la atención el caso de Antioquia. Tenía la sensación de que a través de esa investigación podría finalmente descubrir los nexos fundamentales que ataban al presidente Álvaro Uribe Vélez con el fenómeno paramilitar. No era una labor sencilla, y por eso nos preparamos durante meses. Toda mi UTL pasaba días y noches dedicada a esa labor. Como era tradicional en nuestra metodología, lanzábamos apartes a la opinión pública para generar expectativa. Pero, en este caso, era más delicado: estábamos jugando con fuego, porque el presidente de la República sabía que nuestra labor era contra él”.
“Santos lo hizo contra mí”
“A mí me había dolido que Santos hubiera sido cómplice de mi destitución. Cuando dejé el Palacio de Liévano durante un mes, en 2014, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos me había expedido por unanimidad unas medidas cautelares que el presidente desobedeció, un acto que jamás se había visto en Colombia. Nunca se había desacatado, de manera explícita, una decisión de ese organismo. Y Santos lo hizo contra mí. Respaldó a Alejandro Ordóñez, sin saber que él se convertiría en uno de sus peores enemigos”.
“Claudia López cayó en la ortodoxia neoliberal”
“En esa docena de años obtuvimos resultados muchísimo mejores que los de cualquier país bajo gobiernos progresistas en América Latina. Sin embargo, en un solo año se desbarató todo: en 2020, con el gobierno de Claudia López. La alcaldesa no fue capaz de hacer del presupuesto distrital un instrumento anticíclico contra la realidad que provocó la pandemia de covid-19… Claudia López cayó en la ortodoxia neoliberal, en la narrativa de los sectores de poder de la ciudad, y perpetuó el modelo de Peñalosa, en un momento en que lo que se necesitaba era el modelo de la Bogotá Humana”.